Turismo

La Paz, el "acuario del mundo"

De esta manera se refería Jacques Cousteau al mar de Cortés, un paraíso visitado por ballenas azules, grises, jorobadas, con las que se hacen avistamientos, y tiburones ballena, con los que se puede nadar. Su corazón oculto es La Paz, una ciudad tranquila y ecoamigable.

Esteban Dávila Náder*
08 de mayo de 2019 - 03:44 p. m.
En la playa Balandra, considerada la más hermosa del estado de Baja California Sur, se puede caminar medio kilómetro con el agua hasta la cadera. / Cortesía
En la playa Balandra, considerada la más hermosa del estado de Baja California Sur, se puede caminar medio kilómetro con el agua hasta la cadera. / Cortesía

Una cola de ballena esculpida en concreto da la bienvenida a la ciudad de La Paz, en Baja California Sur, México. El cielo no alberga una sola nube, permitiéndole al sol brillar tan fuerte como le es posible mientras el viento corre sin temor. A un lado de la carretera, el desierto se levanta árido, alternando el rojizo de la tierra con el verde de los cactus. Al otro, el mar de Cortés reposa con calma, exhibiendo por lo menos tres o cuatro tonos de azul.

Ubicada a dos horas en avión de Ciudad de México, La Paz es la definición perfecta de un paraíso escondido. A diferencia de Los Cabos, la ciudad más popular del estado de Baja California Sur y una de las más reconocidas del país azteca, su enfoque se aleja del turismo masivo, del todo incluido, la fiesta y el lujo excesivo. En cambio, entendió que su mayor atractivo es la vasta riqueza natural que nada en el mar de Cortés y las playas prácticamente vírgenes que lo rodean. El mejor ejemplo de ello es el del nado con los tiburones ballena.

Los gigantes gentiles visitan anualmente las costas de La Paz, entre octubre y abril, en busca de aguas más cálidas y calmas para alimentarse, aparearse y tener crías. Al verlos, y durante años, los pescadores de la zona y los empresarios del turismo comenzaron a nadar con estos peces que, por ser juveniles, alcanzan a medir ocho metros (pueden llegar a 15 en la adultez), sin ningún tipo de control. Como resultado, los animales comenzaron a presentar lesiones producidas por las embarcaciones que los buscaban para la actividad.

Hace dos años, sin embargo, investigadores marinos, operadores turísticos y gobierno se reunieron para construir un plan de manejo que haga del nado con tiburones ballena una actividad sostenible. Entre las medidas adoptadas están la delimitación de una zona protegida para hacer la actividad, a la que solo pueden acceder al mismo tiempo 14 embarcaciones con capitanes y guías certificados y por un tiempo máximo de dos horas entre las 8 a.m. y las 5 p.m. Dos grupos pueden estar con un solo tiburón, pero no por más de media hora.

Nadar con ballenas

“No tengan miedo, entren al agua con suavidad y recuerden no tocarlos”, dice Sofía Merino, guía y bióloga, antes de entrar al agua. Ya habían pasado cuarenta minutos desde la salida en la marina de La Paz y al menos veinte desde la charla introductoria y la repartición de las caretas, los snorkels, las aletas y los trajes de neopreno. Para encontrar a los tiburones ballena, que solo se alimentan de plancton, hay que buscar siluetas grises en el agua, algunas tan grandes como la embarcación.

Sin embargo, la idea de entrar al agua con un pez tan grande como una lancha para ocho personas puede paralizar a algunos. En esos casos, solo la seguridad de su gentileza, la idea de estar a pocos metros de uno de los animales más grandes y antiguos del mundo y la posibilidad de vivir una experiencia totalmente única, reservada para quienes visitan lugares tan remotos como Filipinas, Tailandia, Australia y Sudáfrica, invitan a entrar al agua sin pensarlo dos veces.

Bajo la superficie, el mundo se pinta de azul, mientras el silencio y la corriente del mar se apoderan del tiempo. Luego de un par de brazadas, el agua revela la figura del pez, imponente. Unos aletazos más y el lomo gris, adornado por manchas blancas, dispuestas en patrones que hacen único a cada espécimen, se hacen completamente visibles, junto a toda su belleza. Las aletas y la cola se mueven con gracia y, en vez de molestarse o asustarse al notar la presencia humana, se mueven más despacio, como si disfrutaran la compañía.

Allí las únicas reglas son mantener una distancia de por lo menos dos metros y siempre estar a los costados, de forma que nada obstaculice su camino. Con suerte, los tiburones ballena encuentran alimento y ofrecen el mejor de los espectáculos: ponerse en posición vertical para comenzar a filtrar agua y comer. Es allí, flotando erguidos junto a ellos, cuando demuestran su grandeza, que la humanidad no está sola y que el mundo, frágil y vasto, merece ser cuidado.

El acuario sin fin

Cuando el legendario explorador Jacques Cousteau dijo que el mar de Cortés era el “acuario más grande del mundo” en el 95 no lo hacía solo por la presencia de los tiburones ballena. Las aguas que bañan las costas de La Paz también son hogar de ballenas jorobadas, grises y azules, así como de arrecifes de coral, mantas gigantes, lobos marinos y una interminable lista de peces coloridos. Con los tres últimos también se puede nadar en áreas cercanas a la ciudad, como la playa Balandra, considerada la más hermosa del estado, y la Isla Espíritu Santo, un remanso de tierras rojas, playas níveas y aguas de azul brillante, donde además hay opciones de glamping.

La riqueza acuática de La Paz se extiende, incluso, a sus calles. El malecón, el segundo más largo de México, está engalanado por esculturas que hacen referencia a la vida marina que nada frente a la ciudad, mientras que unas cuadras adentro, en la zona colonial, un sinfín de murales traen a tierra y a todo color las diferentes especies por las que esta es famosa. Más que paz, que sí lo hace, este rincón de Baja California Sur respira amor por el mar.

*Por invitación del Tianguis Turístico de México y el Fideicomiso de Turismo de La Paz.

Por Esteban Dávila Náder*

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