La pregunta ya no es si el turismo puede generar riqueza, sino cómo lograr que esa riqueza sea sostenible, inclusiva y duradera. En otras palabras, cómo hacer que no solo crezca, sino que evolucione. Desde el CEIB, lo tenemos claro: el turismo iberoamericano debe emprender un itinerario hacia la competitividad sostenible.
Este itinerario tiene varias estaciones. La primera pasa por equilibrar la rentabilidad con los impactos sociales, culturales y ambientales del turismo. No podemos ignorar que, en muchos destinos, la masificación y la falta de planificación han puesto en riesgo lo que precisamente hace únicos a esos lugares. La sostenibilidad no puede ser un apéndice; debe ser el eje.
La segunda estación de este itinerario es la innovación, tanto tecnológica como social. No basta con digitalizar procesos o modernizar infraestructuras. Hay que transformar la experiencia del turismo desde dentro, involucrando a las comunidades, y utilizando herramientas como la inteligencia artificial o el Internet de las Cosas para optimizar recursos y crear conexiones más humanas y auténticas entre visitantes y territorios.
La tercera estación es el diálogo. Por eso nace el Foro Iberoamericano de Turismo: como una plataforma para que el sector público, el privado, la academia, las comunidades y las organizaciones multilaterales puedan diseñar juntos el futuro del turismo en la región. En su primera edición, celebrada en Cancún, se identificó la necesidad de una formación más inclusiva y pertinente para los jóvenes, hasta la urgencia de planificar el territorio con visión sostenible y participativa. En su segunda edición, impulsada por el Consejo de Empresarios Iberoamericanos-CEIB; la Federación Iberoamericana de Jóvenes Empresarios-FIJE; PROCOLOMBIA y ONU Turismo, que tuvo lugar en Santa Marta, ese diagnóstico se transformó en hoja de ruta.
En ese camino, los jóvenes tienen un rol protagonista. Con tasas de desempleo alarmantes en muchos países de la región, el turismo se presenta como un espacio natural para canalizar su talento, su creatividad y su deseo de contribuir.
Y finalmente, la última estación, las comunidades. Porque no hay turismo sostenible si no hay comunidades empoderadas. No hay experiencias auténticas si los protagonistas están al margen. El turismo comunitario está demostrando que se puede crecer sin excluir, que se puede conservar generando ingresos, y que se puede recibir al mundo sin perder la esencia. El reto ahora es escalar estas experiencias, integrarlas a las políticas públicas y garantizar que cuenten con apoyo técnico, financiero e institucional.
El turismo iberoamericano tiene una oportunidad única. No solo para consolidarse como motor económico, sino como un laboratorio de soluciones a los grandes desafíos de nuestro tiempo: el cambio climático, la inclusión, la transformación digital, la recuperación del tejido social. Para lograrlo, debemos asumir que el camino hacia la competitividad sostenible se construye paso a paso, de forma colectiva. Y, sobre todo, con la convicción de que un turismo transformador y de impacto no es una aspiración, sino una necesidad estructural para nuestros países.
*Secretario Permanente del Consejo de Empresarios Iberoamericanos (CEIB)
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