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El buen clima. El sol que se refleja sobre la arena. La brisa en la piel, en la ropa, en las hojas que se rozan en lo alto de las palmeras. Y el sonido, del que no se puede huir, miren a donde miren. El viento que choca con los oídos. En medio de esta dinámica, la paz. La calma. Esa tranquilidad. Cerveza, mar, arena. Paz, en fin, el buen clima.
Florida es, sin duda, esto. El “Estado del Sol” reúne algunas de las ciudades más acogedoras de Estados Unidos. Centros urbanos que armonizan su buen clima -promedio anual de 24.4 °C- junto a un portafolio de actividades con museos, restaurantes, bares, hoteles, entre otros. Algunos que apuntan a la alta cocina. Otros que hacen homenaje a la historia. Y claro, aquellos que promueven el cuidado del medio ambiente, en uno de los estados más biodiversos del país, con unas 4.368 especies de animales y unas 3.038 de plantas.
Un ejemplo claro de dicha dinámica ocurre al suroeste de la península, en Fort Myers. La ciudad alberga a cerca de 100.000 habitantes. Su geografía incluye islas, playas y una zona histórica que a través del arte hacen un homenaje a su pasado, a sus orígenes. A aquellos que en su territorio han hecho historia. A sucesos que marcaron la historia reciente.
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Los murales son una parte importante de Fort Myers. Prevalecen en la zona histórica de la ciudad, donde tomaron popularidad hace 25 años. Un recorrido por este espacio permite observar obras que hacen alusión a su vasta diversidad biológica. Sobresale el McCollum Hall, al norte, donde se hace homenaje a artistas como el cantante y trompetista Louis Amstrong y al pianista, cantautor y compositor Duke Ellington.
Tampoco es extraño encontrarse con esculturas en bronce que llevan como autor el nombre de un colombiano. Se trata de Edgardo Carmona, cuyo arte adorna el centro urbano de la ciudad con obras como “Al galope”, “Faena en la plaza”, “Juego de ajedrez” y “Negación a Baco”, que expone a dos hombres de metal sentados sobre una banca mientras uno de ellos golpea al otro entregando una imagen particularmente llamativa.
Un homenaje a la historia reciente se lleva a cabo en la casa de invierno de Thomas Alva Edison y Henry Ford. La propiedad fue adquirida por Edison en 1885. Se construyó en 1887, y en 1911 fue cedida por parte de Mina Miller Edison a la ciudad de Fort Myers. Desde entonces es un espacio abierto al público, donde se exhibe, se narra y se expone por medio de artículos parte de la historia y legado de una de las mentes brillantes de Estados Unidos entre los siglos XIX y XX.
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El lugar se extiende por 21 acres. En uno de sus costados se encuentran cerca de 1.000 tipos de plantas provenientes de diferentes lugares alrededor del globo, que Edison cultivó con fines industriales. De igual forma, este espacio desempeñó un papel importante durante la primera mitad del siglo XX, cuando Edison se alió con sus grandes amigos Henry Ford y Harvey Firestone para buscar una solución al elevado precio del caucho de la época.
También están algunas de las creaciones de Alva Edison. Hay piezas que cuentan la historia de la electrificación de los hogares y centros urbanos y la evolución de los dispositivos de comunicación, así como la reproducción de imágenes que llevó al video y la grabación de sonidos.
Hay un importante espacio dedicado a la creación de sistemas de grabación y reproducción de sonidos. “Esta es una de las primeras grabaciones que se hicieron. Antes de los discos, antes de los CD, así se disfrutaba la música”, dice uno de los guías del lugar, mientras reproduce una lenta y melancólica melodía a través de un fonógrafo al que se le inserta un rollo o cilindro con pequeñas ranuras. Ambas piezas, ambos artefactos, invenciones de Edison.
La historia que exhibe el museo es la misma historia de la industrialización de Estados Unidos. Por eso no hay que pasar por alto la exhibición de Henry Ford, amigo personal de Edison, con piezas que son parte de las raíces de la industria automotriz como la conocemos hoy.
El espacio de Ford lleva el nombre de Ford’s Garage. Allí se exhiben vehículos como el Ford Model T, un automóvil de tres puertas fabricado en 1919. “Eran los inicios de la industria como la conocemos hoy… el Model T contaba con un motor de cuatro cilindros, que le permitía una potencia de hasta 20 caballos y su potencia máxima era de 69 km/h”, explican en el tour.
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Las primeras camionetas que alguna vez rodaron en este país también se exhiben en el museo. Se trata de la variante tipo truck del Model T. Los vehículos exhibidos, los primeros que despachó Ford de sus talleres, denotan una sencillez el detalle que contrasta con la actualidad del mercado de automotores… también con sus materiales, pues la mayoría contaba con motores en hierro y asientos a 90 grados.
Y con el mismo nombre que lleva el espacio donde se presentan los primeros vehículos de Ford, en el centro de Fort Myers, se encuentra el restaurante Ford´s Garage. El lugar rinde tributo al empresario y tiene una atmósfera donde priman los motores, la gasolina y el buen servicio. Cualquier hamburguesa es una buena elección para sus visitantes.
Es agradable caminar por el centro de Fort Myers. La zona histórica cuenta con restaurantes, bares y atracciones históricas en cada una de sus calles. Antes de terminar el día, un buen trago y una cerveza pueden tomarse en el Oxbow Bar & Grill. El lugar ofrece una vista panorámica del rio Caloosahatchee. Su fuerte son los productos de mar, aunque su oferta en coctelería fue uno de los puntos más altos de la experiencia.
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Puede terminar el día en el Luminary Hotel & Co., a unos minutos del restaurante. El edificio está en la zona histórica, así que puede desplazarse fácilmente por el área y explorar las historias que cuentan las calles de Fort Myers.
Historia, sabores y sorpresas. Fort Myers ofrece un diverso portafolio de actividades para todos los gustos y todas las edades. La armonía entre el buen clima, la playa, el sol y la tranquilidad que generan en cualquier persona, en una ciudad a menos de tres horas de Miami -en carro-.
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