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Riqueza natural

Delfines rosados, árboles con más de 500 años de edad y la majestuosidad del río Amazonas convierten a este destino en una de las maravillas naturales por vivir.

Liza Cuervo / Amazonas
02 de septiembre de 2009 - 02:09 a. m.

El Amazonas, el río más caudaloso del mundo, que comparten Perú, Colombia y Brasil, es una maravilla natural. Es magia, es flora y fauna, exótica y única. Su ribera es la casa de los diminutos micos tití leoncitos, los más pequeños en toda la Tierra; junto a ellos viven alrededor de 500 especies de aves con un hermoso y juguetón mamífero que se mueve como el rey de la aguas: el delfín rosado, ese que sale y se sumerge de un lado a otro por todas las aguas de la enorme selva.

Para disfrutar de esta maravilla el turista debe preparase espiritual y físicamente. Así, después de recorrer aproximadamente sesenta kilómetros agua arriba desde Leticia, podrá penetrar el espeso verde y sentir uno de los grandes atractivos de esta riqueza: el Parque Natural Amacayacu, palabra en lengua ticuna que significa “río de las hamacas”.

La zona tiene una extensión de 293.500 hectáreas y su temperatura media es 27,5ºC. El parque está situado entre los ríos Amazonas, Cotuhé, Amacayacu y las quebradas Cabinas, Pamaté, Matamatá y Lorena. Cuenta con un restaurante tipo bufet que ofrece la mejor gastronomía amazónica, entre ella el pescado pirarucú y la fariña. Esta última es una mezcla a base de masa de yuca brava indispensable en los alimentos de los indígenas, que luego de durar  tres días en un recipiente con agua toma la textura de un polvo granulado, usado posteriormente en todas las comidas. Y para beber ofrece el jugo de arazá, un fruto típico de la región con sabor similar al del melón.

En el parque natural hay espacio para aquellos que desean hospedarse y ver un amanecer en la selva cargado de azul y amarillo. Cuenta con siete malocas, que tienen capacidad de alojar medio centenar de personas. Están  construidas sobre pilares de cemento para evitar las inundaciones, su techo es en palma de caraná, sus ventanas son cubiertas con un toldillo grueso para evitar el acceso de los mosquitos, y sus paredes, puertas y puentes externos son hechos en madera.

A pocos metros de distancia existe un sendero que conduce a una ceiba milenaria (árbol grande que crece en lugares tropicales) que tiene una altura aproximadamente de 50m. Ese, como un gran pilar, es el primer atractivo que se encuentra en la zona.

Una posibilidad para sentir adrenalina con la ayuda de la ceiba es la práctica de dosel, que es básicamente llegar a una plataforma ubicada en la parte más alta del árbol para poder observar la selva desde ahí. Para lograrlo, las personas deben escalarlo por medio de cuerdas o de una escalera metálica, donde los guías turísticos se encargan de tomar todas las medidas de seguridad.

Luego de observar la selva alta, se hace un descenso hasta llegar a un puente colgante de 75m de largo, que tiene como nombre Puente Tibetano. Éste comunica con el árbol de la fertilidad, donde se hace el descenso a tierra firme a través de caída libre en rapel. Para completar la sensación hay que caminar para observar la variedad de árboles que tienen 30 ó 40 metros de altura, especies como el cedro rojo, blanco, el caoba, la ceiba, entre otros, y luego llegar hasta la Casa Flotante.

Allí se puede observar el río Amazonas; sin embargo, la casa está ubicada en el río Amacayacu, cerca al parque. Desde esta pequeña construcción se puede navegar y al mismo tiempo convivir con la selva húmeda tropical. La casa está totalmente dotada y adecuada para que las personas pasen una gran velada romántica con su pareja o compartir cualquier fecha especial con su familia.

La velocidad que alcanza esta  casa está entre los 8 y 10 kilómetros por hora; para los paseos o trayectos cortos y riachuelos de difícil acceso puede utilizar una barca con motor.


Fue construida hace aproximadamente tres años, tiene un cuarto en el segundo piso y un baño, totalmente acondicionado, con agua caliente gracias a la energía solar. En el primer piso hay un salón, cocina, terraza con hamacas para el descanso diario, baño y un bar donde preparan un delicioso coctel de bienvenida: la tradicional caipirinha, originaria de Brasil, que trae jugo de maracuyá, azúcar, limón, hielo y cachaza, un licor de caña de azúcar.

Mientras se descansa en una confortable cama es posible correr con la suerte de llegar a uno de los sitios más esperados que tiene este viaje, el hábitat del delfín rosado y el gris, que son los únicos de su especie en el mundo que viven en agua dulce. Los viajeros deben tener paciencia para  observar esta belleza que adorna el Amazonas. Algunos nativos dicen que si una mujer se encuentra con la menstruación, hay más posibilidades que los defines se acerquen a la lancha o canoa, no sólo los grises, que son los adolecentes, sino los adultos rosados.

Los indígenas que viven  cerca al río cuentan la leyenda según la cual este delfín era un joven guerrero indígena, pero que uno de los dioses le envidió tanto sus atributos masculinos que decidió transformarlo en delfín y con esto condenarlo a vivir en los ríos y lagos de la Amazonia.

A ese joven muy elegante y atractivo le gustaba conquistar a  las mujeres jóvenes que se acercaban a lavar la ropa para seducirlas y dejarlas embarazas sin que ellas se dieran cuenta de lo que había sucedido. Dicen que los niños que nacen sin padre en las comunidades indígenas les acreditan sus hijos al delfín rosado.

Y al final, otro lugar para visitar es la Reserva Natural Isla de los Micos, un sitio de aventura ubicado a 35 kilómetros de Leticia y a aproximadamente 45 minutos de navegación por el río. Con una extensión de 450 hectáreas, se puede descubrir el entorno ambiental y cultural de la isla. Lo fascinante del lugar son los micos tití, los cuales pueden ser alimentados por los turistas en un lugar acondicionado para ello. Miles de ellos llegarán y estarán con los viajeros por un rato porque son animales tiernos y divertidos.

En estos parques naturales  es prohibido fumar y consumir alcohol. Para poder hacer esta gran aventura de ecoturismo se necesita llegar a Leticia, ciudad pequeña y cálida que tiene la responsabilidad de ser el puente de comunicación con la selva tropical. Hasta allí será posible llegar a través de medianas y pequeñas lanchas de motores que se toman en el muelle, una vez se llegue en avión al aeropuerto Vásquez Cobo, después de casi hora y media de trayecto desde Bogotá en la aerolínea Aires y con el plan de turístico que ofrece Aviatur.

Una magia que está en el lugar más al sur del territorio colombiano y que, lejos del bullicio de la ciudad, es el escenario perfecto para encontrarse con la majestuosidad de la naturaleza, el encanto de los animales, la fortaleza de los árboles y un enigmático ambiente que sorprende en cada paso que se da. Maravilla por disfrutar y conocer en medio del pulmón más grande del mundo.

Por Liza Cuervo / Amazonas

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