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Ruta de la Seda: una red milenaria que aún se puede recorrer

La antigua Ruta de la Seda, sigue viva a través de recorridos turísticos que conectan historia, paisajes y culturas en más de 40 países.

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Leidy Barbosa
12 de mayo de 2025 - 08:36 p. m.
De oasis a oasis por Uzbekistán, por las arenas de los desiertos de Kyzyl Kum y de Karakum, el turismo moderno recorre las redes comerciales de siglos pasados. Aunque el tren de alta velocidad y una práctica red de vuelos nacionales sustituyen a las caravanas de camellos de antaño, las antiguas Samarcanda, Bujará y Jiva evocan la época de la Ruta de la Seda. Al norte, en las montañas Nuratau, una iniciativa de turismo comunitario acoge a viajeros que quieren conocer un ritmo de vida más local entre comunidades de pastores que viven bajo fortalezas en ruinas.
De oasis a oasis por Uzbekistán, por las arenas de los desiertos de Kyzyl Kum y de Karakum, el turismo moderno recorre las redes comerciales de siglos pasados. Aunque el tren de alta velocidad y una práctica red de vuelos nacionales sustituyen a las caravanas de camellos de antaño, las antiguas Samarcanda, Bujará y Jiva evocan la época de la Ruta de la Seda. Al norte, en las montañas Nuratau, una iniciativa de turismo comunitario acoge a viajeros que quieren conocer un ritmo de vida más local entre comunidades de pastores que viven bajo fortalezas en ruinas.
Foto: Pixabay
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En los últimos días, el nombre de la Ruta de la Seda ha vuelto a cobrar protagonismo. La razón: durante su visita oficial a la República Popular China, el presidente Gustavo Petro anunció que Colombia se sumará a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, también conocida como la nueva Ruta de la Seda. Se trata de una ambiciosa estrategia lanzada por China en 2013 para fortalecer la conectividad global a través de inversiones en infraestructura, comercio e innovación, con especial énfasis en Asia, Europa, África y América Latina.

Esta iniciativa, de hecho, se inspira en una de las redes comerciales más trascendentales de la historia que lleva el mismo nombre, y que durante siglos unió civilizaciones mediante el intercambio de bienes, conocimientos y creencias. Y, aunque han pasado milenios, parte de ese legado aún puede explorarse. Desde los desiertos de China hasta los pasos montañosos de Armenia, hoy es posible revivir su historia a través de rutas turísticas que combinan aventura, cultura y paisajes únicos. ¿Se animaría a recorrer alguno de estos caminos?

¿Qué era la Ruta de la Seda?

La Ruta de la Seda fue una extensa red de caminos comerciales que unía el Este con el Oeste, desde la ciudad china de Chang’an (actual Xi’an) hasta distintos puntos de Europa y África. Su origen se remonta al menos al siglo I antes de Cristo, y con el tiempo llegó a convertirse en una compleja red terrestre y marítima por la que se intercambiaban todo tipo de bienes: especias, porcelana, marfil, vidrio y muchos otros productos que impulsaron un vibrante intercambio comercial y cultural entre civilizaciones. Sin embargo, aunque en ella se comerciaban numerosos artículos valiosos, fue la seda el producto más emblemático, al punto que en el siglo XIX la ruta recibió su nombre en honor a esta lujosa fibra, cuya técnica de elaboración era un secreto cuidadosamente protegido por China.

El recorrido era largo, pues este entramado atravesaba algunas de las ciudades más importantes del mundo antiguo —como Karakórum, Samarcanda, Antioquía o Alejandría— y logró conectar tres continentes a través del comercio, pero también a través de las ideas, las religiones, las tecnologías y las costumbres. Fue por estas rutas, por ejemplo, que el budismo llegó a China y, durante el siglo I después de cristo, se construyó el primer templo budista del país en el monte Emei, un sitio que hoy forma parte del Patrimonio de la Humanidad.

Sin embargo, con la expansión marítima europea en el siglo XV y el descubrimiento de América, los grandes viajes oceánicos comenzaron a redibujar los mapas del comercio mundial. La llegada masiva de plata americana, el ascenso del Imperio británico y las Guerras del Opio, entre otros factores, marcaron el inicio del declive de estas rutas históricas y del comercio intraasiático, que perdió protagonismo durante varios siglos.

¿Cómo recorrer esta ruta?

Actualmente, todavía es posible recorrer partes de esta antigua ruta, que, aunque transformada por el paso de los milenios, conserva su esencia como eje de conexión entre culturas. En reconocimiento a su extraordinario valor histórico, la UNESCO declaró en 2014 como Patrimonio de la Humanidad un tramo de esta red bajo el nombre “Rutas de la Seda: red viaria del corredor Chang’an-Tian-shan”. Este corredor, que se extiende a lo largo de 5.000 kilómetros, abarca 33 sitios distribuidos entre China, Kazajistán y Kirguistán.

Se trata de uno de los tramos más emblemáticos de la Ruta de la Seda, pues conectaba la antigua ciudad de Chang’an (actual Xi’an) con el corazón de Asia Central. A lo largo de este extenso trayecto, se suceden paisajes extremos que van desde depresiones a 154 metros bajo el nivel del mar hasta pasos montañosos que superan los 7.000 metros de altitud, cruzando desiertos, estepas, montañas nevadas y oasis. Los vestigios que se conservan en este tramo son palacios imperiales, templos budistas excavados en la roca, asentamientos comerciales, torres de almenara, tramos de la Gran Muralla, caravasares y edificios religiosos

Sin embargo, el corredor Chang’an–Tian-shan representa solo una parte de una red mucho más extensa. Quienes desean reencontrarse con este legado pueden recorrer otros tramos de la Ruta de la Seda a través de experiencias turísticas que combinan historia, aventura y contacto con la naturaleza. Y es que la red completa abarca más de 40 países —desde Mongolia hasta India, pasando por Rusia, Tayikistán o Irán— y ofrece una asombrosa variedad de paisajes, culturas y relatos que mantienen vivo el espíritu de esta antigua vía de conexión entre Oriente y Occidente.

Entre las rutas más memorables que se pueden recorrer hoy destaca el sendero que une el monasterio de Spitakavor con el monte Aragats, en Armenia. Allí, los viajeros pueden hacer una pausa en el antiguo caravasar de Selim, contemplar el lago Sevan y emprender la travesía hacia el macizo volcánico más alto del país. Es un recorrido que entrelaza historia y paisaje, ofreciendo una inmersión auténtica de esta antigua vía comercial.

En China, uno de los tramos más famosos es el que va de Zhangye a Dunhuang, dentro del Corredor Hexi, el cual condensa la esencia misma de la Ruta de la Seda: coloridas montañas en el Parque Geológico Danxia, el imponente Fuerte Jiayuguan (última defensa de la Gran Muralla) y las dunas del desierto en Dunhuang, conocidas como las Montañas de Arena Cantante, conforman un recorrido tan variado como espectacular.

Quienes prefieren explorar la Ruta de la Seda en bicicleta encuentran en Georgia una travesía inolvidable, que va desde Tbilisi hasta el paso Goderdzi. En el camino se suceden paisajes tan diversos como el cañón Dashbashi, la meseta volcánica de Javakheti y la antigua ciudad cueva de Vardzia, excavada en la roca y habitada en su época por cientos de personas. Por su parte, en Kirguistán, es posible recorrer los valles a caballo entre Naryn y Tash Rabat —un caravasar del siglo XI— y alojarse en campamentos de yurtas que evocan la vida nómada y el espíritu de los antiguos viajeros.

Para los más intrépidos, existen otros tramos de la ruta que llevan la experiencia a otro nivel:

  • Carrera de Montaña de la Ruta de la Seda (Kirguistán): un desafío extremo de 1.790 kilómetros con más de 34.000 metros de desnivel acumulado, atravesando los imponentes picos de Tian Shan.
  • Carretera del Pamir (Kirguistán y Tayikistán): una vía legendaria que serpentea a lo largo de 1.200 kilómetros y alcanza el paso Ak Baital, a 4.655 metros sobre el nivel del mar.
  • Ruta Konya–Capadocia (Turquía): una travesía que mezcla misticismo y patrimonio, pasando por: los rituales de los derviches sufíes, los caravasares selyúcidas como el Sultan Han, y los paisajes únicos de Capadocia, con chimeneas de hadas y pueblos excavados en la roca.

Ya sea a pie, en bicicleta o a caballo, quienes se aventuran por estas rutas redescubren no solo paisajes extraordinarios, sino también un legado compartido entre culturas que, durante siglos, se cruzaron en estos caminos. Algunas organizaciones, como WildChina —dedicada a preservar los antiguos caminos ancestrales—, ofrecen experiencias inmersivas en distintos tramos de la Ruta de la Seda. Estos recorridos permiten vivir en primera persona la riqueza histórica, cultural y natural de una de las redes comerciales más influyentes, de la historia mundial.

Cinco consejos para visitar la ruta de la seda

  • Investigue los tramos y elija el que más le atraiga: La Ruta de la Seda no es una sola vía, sino una red extensa que abarca desde China hasta el Mediterráneo. Algunos tramos destacan por su patrimonio histórico (como Uzbekistán o Turquía), otros por sus paisajes naturales (como Kirguistán o Tayikistán). Elija según sus intereses y el tiempo disponible.
  • Tenga en cuenta la temporada y el clima: Muchas regiones de la Ruta tienen condiciones climáticas extremas. En Asia Central, por ejemplo, los inviernos son muy fríos y los veranos, intensamente calurosos. Las mejores épocas para viajar suelen ser la primavera (abril-junio) y el otoño (septiembre-octubre).
  • Adapte su transporte a la experiencia deseada: Puede recorrer algunos tramos en tren (como la ruta entre Xi’an y Dunhuang en China), en bicicleta (como en Georgia) o incluso a caballo (como en Kirguistán). Elegir cómo moverse también es parte de vivir la Ruta de la Seda de forma auténtica.
  • Prepárese para cruzar fronteras y adaptarse a diversas culturas: Muchos tramos implican pasar por varios países, por lo que es importante revisar requisitos de visado, normas locales y cambios de idioma. El respeto por las costumbres de cada lugar enriquecerá su experiencia.
  • No solo busque monumentos: disfrute los mercados, la comida y la hospitalidad local: La esencia de la Ruta de la Seda está en el intercambio. Visitar los bazares, probar platos típicos como el plov, el lagman o los panes tradicionales, y conversar con los habitantes locales le permitirá conectar con el espíritu de esta ruta milenaria.

⛰️⛰️⛰️Si quiere saber más sobre senderismo puede seguir Entre Montañas un espacio de El Espectador dedicado a estos temas 🌄🌄

Leidy Barbosa

Por Leidy Barbosa

Periodista de la Universidad Externado de Colombia, con énfasis en la producción audiovisual y en animación digital. Apasionada por temas medioambientales y sociales.@leidyramirezbLbarbosa@elespectador.com

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