La ciudadela inca de Machu Picchu, uno de los grandes símbolos del Perú y reconocida desde 2007 como una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo, atraviesa un momento decisivo. La organización New 7 Wonders advirtió recientemente que el sitio podría perder este título si no se avanza hacia una gestión sostenible que permita equilibrar la conservación con el creciente flujo de visitantes.
En un comunicado firmado en Zúrich, su director Jean-Paul de la Fuente señaló que la presión del turismo sin control, las irregularidades en la venta de entradas y los conflictos sociales que rodean la zona afectan la imagen del destino y comprometen su credibilidad. Por ello, hizo un llamado a las autoridades peruanas a implementar un plan estratégico que involucre al gobierno, a las comunidades locales y al sector privado en la protección del santuario.
La respuesta del gobierno no tardó. A través del Ministerio de Cultura, se recalcó que la Unesco es el único organismo con autoridad para emitir recomendaciones sobre la conservación de Machu Picchu. En su comunicado, la Dirección Desconcentrada de Cultura del Cusco recordó que durante la reunión más reciente del Comité del Patrimonio Mundial, celebrada en París en julio, se reconocieron las mejoras aplicadas en la gestión de visitantes y en el monitoreo del sitio. “La conservación y protección del Santuario Histórico de Machu Picchu no está siendo vulnerada”, enfatizó la entidad, recordando además que la ciudadela no figura en la lista de Patrimonio Mundial en Peligro.
El ministerio destacó también la reciente organización de la Primera Escuela Internacional de Campo, realizada en agosto, donde expertos de distintos países compartieron propuestas para promover un turismo responsable, aprovechar la innovación tecnológica y fortalecer la resiliencia de las comunidades locales en torno al patrimonio.
Mientras tanto, las cifras confirman la magnitud del reto. Solo en lo corrido de 2025 se han vendido más de 1,4 millones de entradas y se proyecta que el año cerrará con un récord de 1,5 millones de visitantes, superando incluso los niveles previos a la pandemia. El aforo diario está limitado a 4.500 personas en temporada baja y 5.600 en la alta, pero la presión sigue en aumento.
El Ministerio de Cultura puso en marcha un sistema de venta presencial de mil boletos diarios en el pueblo Machu Picchu para aliviar la demanda, aunque la medida ha sido duramente criticada por los gremios del turismo formal, que la consideran desorganizada, ineficiente y perjudicial para la imagen del país. Según denuncian, la incertidumbre que genera obliga a muchos viajeros a pernoctar una noche extra sin garantía de entrada y ha llevado incluso a algunos operadores internacionales a retirar temporalmente a Perú de sus catálogos.
A este problema se suman las tensiones en el transporte hacia la ciudadela. La reciente suspensión del traslado de nuevos autobuses, tras denuncias de sabotaje en trenes de carga, derivó en protestas de comunidades locales y en retrasos que afectaron a miles de visitantes. Para los gremios turísticos, este tipo de episodios confirman la urgencia de crear una plataforma única de venta digital y un sistema de gestión coordinado, en el que participe también el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo, actualmente excluido de las decisiones sobre Machu Picchu.
Entre advertencias internacionales y la defensa del gobierno, Machu Picchu se encuentra en el centro de un debate que va más allá de las cifras de visitantes: está en juego la conservación de un patrimonio cultural único y la calidad de la experiencia de quienes llegan desde todos los rincones del planeta. Encontrar un equilibrio entre la preservación y el turismo masivo será clave para que esta joya siga inspirando al mundo y mantenga su lugar entre las maravillas de la humanidad.