Tener un millón de amigos y darle la vuelta al mundo son dos sueños de Simón Acevedo Tobón, ingeniero civil de 27 años que, gracias a su pasión por los viajes, y su amor por la multiculturalidad de Colombia, genera “experiencias de alto valor que transforman vidas”, porque, como lo afirma él, su empresa, Ritmo Viajero, no es una agencia de turismo ni de viajes.
“Hay una frase que dice, ‘solo protegemos aquello que amamos y amamos aquello que conocemos’, por eso, nuestra misión es que la gente conozca y reconozca su propio país para que se enamore de él. Lo ame tanto como nosotros y nos ayude a protegerlo. Nuestra misión es aportar al desarrollo del país con base en la felicidad de las personas, es generar valor y mover la economía en sectores donde la sociedad y el Estado no han tenido mucha participación”.
Recorrer zonas remotas como Punta Soldado, Providencia o Magdalena le permitió conocer lugares del país que son tan maravillosos como olvidados: “gracias a mi trabajo en ingeniería costera pude conocer muchos paraísos de Colombia totalmente abandonados. Entonces el proyecto de turismo surge de querer generar un impacto a corto y a mediano plazo en las comunidades. Después de ver que todo lo que nosotros hacíamos como ingenieros civiles e ingenieros de costas quedaba únicamente en el papel, me cansé y decidí mezclar mi pasión con los viajes, mi gusto por hacer vídeos y empecé a viajar a estos sitios”.
Así nace Ritmo Viajero, un proyecto que crea excursiones turísticas con impacto social, fortalece el turismo comunitario y promueve la conexión con la naturaleza y las experiencias locales de cada rincón del país.
Iniciativas como estas son las que han permitido que Colombia se posicione como uno de los destinos más atractivos de América Latina. De acuerdo con el informe “América Latina en tránsito: turismo líquido, narrativas auténticas y rutas hacia el futuro”, elaborado por Catalina Rendón Jaramillo, colaboradora de OBS Business School, el país ha transformado su imagen internacional y se ha consolidado como epicentro de ofertas turísticas sostenibles y auténticas.
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Experiencias que se enmarcan en lo que la autora denomina como “turismo líquido”, una tendencia en la que los viajeros buscan actividades más personalizadas, sostenibles y emocionalmente significativas.
Bajo esta línea, pero antes que el término estuviera en auge, Simón comenzó sus expediciones para generar experiencias genuinas donde se promueven espacios para la introspección, la transformación, el servicio social y el disfrute.
“Creo que nuestro diferencial es que nosotros sí nos acordamos de las personas con las que viajamos, y hacemos que los viajeros conecten genuinamente con el territorio, con sus habitantes, y con ellos mismos. Nos inspira saber que por medio de nuestro proyecto podemos dar a conocer las riquezas de nuestro país. Que la gente deje de soñar con ir a Disney o Europa, y que sueñe con conocer un abuelo del Amazonas, un pueblo del Pacífico o que quiera conectarse con la cultura indígena de La Guajira”.
Turismo con impacto social real
Generar comunidad en torno al turismo mientras se involucra a las comunidades locales debe ser el ideal del sector. Y, de acuerdo con Procolombia, el turismo comunitario es una alternativa económica de las comunidades rurales, campesinas, indígenas o afrodescendientes para generar ingresos complementarios, defender y revalorizar los recursos culturales y naturales locales.
A su vez, destaca que las razones para promover el turismo comunitario se centra en el compromiso con los recursos naturales, geográficos y culturales; en la importancia de que los ingresos se destinen en proyectos que beneficien a la comunidad; y en generar nuevas alternativas de desarrollo en zonas alejadas y de postconflicto.
“Nosotros no podemos llegar a lucrarnos con un territorio que no nos pertenece sin tener en cuenta a los dueños históricos de ese lugar, a las personas que han vivido todos los procesos de transformación del territorio, a quienes tienen la cultura y la ancestralidad. Es muy importante incluirlos a ellos en todo para generar mayor conexión entre los visitantes y el territorio. Nosotros simplemente somos unos acompañantes. Y si vamos a llegar a ganar dinero, pues es imposible no retribuir de alguna manera a la comunidad y a las personas que nos acogen con tanto cariño y amor. Así hacemos turismo local comunitario”, explica Simón.
A esto se suma el turismo consciente, otro pilar de Ritmo Viajero con el que se busca generar consciencia sobre el lugar y las personas que conforman el destino. No solo distinguir el destino por su importancia natural y su riqueza paisajística, sino conocer su importancia ancestral e histórica y, sobre todo, reconocer el trabajo de las personas que aún lo mantienen vivo.
“No hablamos específicamente de retiros espirituales, de meditación, yoga o de medicinas ancestrales, que también pueden hacer parte de nuestras experiencias, sino de que los viajeros sean conscientes del lugar que están visitando, la importancia que tiene en el ecosistema y en el planeta. Que reconozcan la importancia que tienen sus habitantes, el contexto histórico, por qué están allí, de qué viven y cómo lo hacen. Cuál ha sido su pasado y cómo lograron trascender y renacer para que hoy en día sean las comunidades que visitamos como viajeros”.
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Y con todo esto finalmente se gesta un turismo social que invita al viajero no solo a llevarse cosas, aprendizajes y experiencias del destino, sino también a dejar su aporte, que puede ser desde una sonrisa, una enseñanza o hasta una capacitación o taller.
“Nosotros también podemos llegar a aportar, porque no es sólo lo que yo me lleve del territorio, sino yo también que puedo dejar con base en mi conocimiento. Mientras las comunidades nos retribuyen mucho conocimiento ancestral y cultural, nosotros podemos devolverlo con algo más técnico, o una simple sonrisa que va a cambiar la vida de muchas personas”.
A la par, anualmente Ritmo Viajero realiza un viaje con impacto social, en el cual se elige la comunidad –en 2022 fue la Guajira y en 2023 Nuquí- para realizar un voluntariado que, según las necesidades, se planea para ayudar y fomentar el bienestar de la comunidad por medio del turismo.
“Construimos una biblioteca comunitaria con más de 4.000 libros para primaria y bachillerato que nos llevamos de colegios de Medellín. Y también hicimos un torneo de surf en el Chocó con seis pueblos, donde se reunieron más de 100 chicos surferos del Pacífico”.
Este es un claro ejemplo de cómo el turismo puede trascender lo convencional para convertirse en una fuerza transformadora. Al combinar la pasión por los viajes con un profundo compromiso social y ambiental, la iniciativa de Ritmo Viajero no solo redescubre rincones olvidados de Colombia, sino que también teje puentes entre culturas, fomenta la conservación y genera oportunidades donde más se necesitan.
En un mundo donde cada vez más viajeros buscan experiencias auténticas y con propósito, Simón y su apuesta de turismo demuestra que el verdadero lujo no está en los destinos exclusivos, sino en las conexiones humanas, el aprendizaje mutuo y la capacidad de dejar una huella positiva. Así, más que un emprendimiento, se convierte en un movimiento que inspira a proteger, valorar y, sobre todo, a sentir orgullo por la riqueza de un país que late al ritmo de su gente y merece ser recorrido, reconocido y compartido.
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