Estrenada en 1998, “Sex and the City” marcó un antes y un después en la televisión al retratar la vida de cuatro mujeres independientes en Nueva York, quienes navegaban las complejidades de las relaciones, sexo y amistad de las protagonistas. Sin embargo, más allá de esta trama, el programa convirtió a la Gran Manzana en un personaje central: un testigo silencioso que acompañó las transformaciones de estas mujeres y reflejó tanto el glamour como las contradicciones de la ciudad. Desde los sofisticados restaurantes del Upper East Side hasta los coloridos rincones del Greenwich Village, cada rincón de Nueva York se integró en la narrativa.
Pero, ningún lugar es más emblemático para los fanáticos que la icónica escalera del apartamento de Carrie Bradshaw, ubicada en el 66 de Perry Street, en el West Village, convertida en un destino de culto para quienes crecieron con la serie. Sin embargo, el éxito trae consigo desafíos, pues recientemente, la Comisión de Preservación de Monumentos Históricos de Nueva York aprobó la solicitud de la propietaria de la casa para instalar una puerta que limite el acceso a la escalera, conocida como la “escalera de celebridades”.
¿Cuál es la propuesta para cerrar el paso a esta puerta?
La historia detrás de la emblemática casa de piedra rojiza de “Sex and the City” es tan curiosa como el fenómeno cultural que la serie desató. Y es que Barbara Lorber, propietaria de la vivienda ubicada en el 66 de Perry Street desde 1979, accedió inicialmente a que su escalera se utilizara como locación para el apartamento de Carrie Bradshaw, motivada por la compasión hacia un joven buscador de locaciones recién graduado. Lo que en ese momento fue una decisión empática y casi anecdótica, terminó convirtiendo la fachada de su casa en un símbolo mundialmente reconocido.
“Esa casa no debería estar cerrada”, dijo Lorber, “pero lo que era hermoso a fines del siglo XIX lamentablemente necesita más protección en nuestro siglo, en nuestra época. Había esperado durante décadas que esto pasara, pero en este punto creo que incluso alguien tan testarudo como yo tiene que admitir que esto no desaparecerá en el futuro cercano”.
Las escaleras de entrada de la casa en Perry Street se han convertido en un símbolo inconfundible para los fanáticos de “Sex and the City”. En esas mismas gradas, Carrie Bradshaw fumaba sus icónicos cigarrillos mientras reflexionaba sobre el amor y la vida en Nueva York, o recibía las dramáticas visitas de Big, escenas que quedaron grabadas en la memoria colectiva de quienes siguieron la serie. Hoy, ese emblemático espacio es escenario de sesiones fotográficas, grabaciones de TikTok y reuniones de admiradores que buscan recrear los momentos más icónicos del programa.
Esta popularidad sostenida ha generado serios desafíos para los residentes del edificio. La presencia incesante de turistas, los destellos de las cámaras y el ruido constante han alterado de manera significativa la tranquilidad del vecindario. A pesar de los esfuerzos de la propietaria por mantener el orden y la privacidad, las medidas implementadas han resultado insuficientes. La casa está resguardada por una cadena en la base de la escalinata que señala “propiedad privada” y varios carteles que intentan regular el comportamiento de los visitantes, instando al silencio, prohibiendo el acceso a las escaleras e incluso sugiriendo que quienes se tomen selfies realicen donaciones a refugios de animales. No obstante, estas acciones han demostrado ser ineficaces para controlar el flujo masivo de turistas y preservar la paz en el vecindario.
Y es que la situación ha empeorado hasta tal punto que la cadena existente ya no cumple su función disuasoria. Según detalla la carta presentada, los visitantes frecuentemente ignoran estas barreras físicas y advertencias, llegando a comportamientos cada vez más invasivos: saltan la cadena para posar en las escaleras, realizan bailes, se recuestan en los escalones, intentan espiar por las ventanas del salón, manipulan la puerta principal e incluso, bajo los efectos del alcohol, molestan a los residentes tocando el timbre durante la noche. Más preocupante aún es el vandalismo que sufre la propiedad, manifestado en grafitis y daños a la estructura, lo que justifica la necesidad de medidas más robustas de protección.
Como resultado, Lorber se ha visto obligada a solicitar permiso a la Comisión de Monumentos Históricos para instalar una puerta protectora, reconociendo con cierta resignación que la situación no mejorará en un futuro cercano.
Pero, ¿por qué debe pedir este permiso? La respuesta está en la ubicación de la propiedad. La emblemática casa de piedra rojiza se encuentra en el histórico distrito de Greenwich Village, un área protegida por estrictas regulaciones que exigen la aprobación previa de cualquier modificación en las fachadas de los edificios. Estas normas buscan preservar la autenticidad arquitectónica del barrio, reconocido por su valor patrimonial. Es por esto que la propuesta fue instalar una puerta que no alterara la estética histórica de la estructura, pero encontrar un equilibrio entre la conservación del patrimonio cultural y la necesidad de garantizar su privacidad.
En la audiencia, el arquitecto Isidoro Cruz presentó su propuesta de diseño, que contempla una elegante puerta de acero y hierro fundido. La visión de Cruz y Lorber va más allá de la mera funcionalidad, ya que buscan que este nuevo elemento arquitectónico realce la belleza existente de la fachada. Aunque la comisión, representada por ocho miembros presentes en la audiencia, aprobó unánimemente el proyecto, surgieron algunas sugerencias para refinarlo. Específicamente, varios comisionados expresaron su preferencia por un diseño más minimalista que prescindiera del arco propuesto, lo que llevó a un acuerdo para que Cruz colabore con la comisión en el desarrollo de una solución que satisfaga todas las partes involucradas.
El proyecto recibió un respaldo significativo de diversos sectores de la comunidad. Tanto Village Preservation como Victorian Society of New York, reconocidas organizaciones dedicadas a la preservación arquitectónica, manifestaron su apoyo al diseño. De hecho, Christina Conroy, representante de la Sociedad Victoriana de Nueva York, explicó que aunque la organización suele oponerse a la instalación de puertas en las entradas de las casas históricas, ya que considera que estas modificaciones “traicionan su naturaleza semipública”, reconoce que este caso es una excepción justificada.
“La fama de Sex and the City ha convertido esta casa adosada, y especialmente su entrada, en un ícono del entretenimiento, borrando por completo cualquier vestigio de privacidad para quienes la habitan”, afirmó Conroy durante su testimonio.
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