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Volcán Nevado del Ruiz, un gigante que se deshiela

Dos horas de viaje desde Manizales, 4.000 metros de altura y tener la suerte de que las nubes se hagan a un lado. Visita a las faldas del volcán para apreciar una de las cumbres nevadas más emblemáticas del país.

Germán Gómez Polo*
03 de febrero de 2016 - 05:06 a. m.

Pude verlo imponente frente a mí. Cada vez que el vehículo en el que iba rodeaba algún cerro pequeño, la colosal montaña del volcán Nevado del Ruiz salía a la vista dejándose apreciar en todo su esplendor, formando un paisaje abrumador que jugaba con el verde del pasto y el gris del asfalto.

Es de esos lugares que uno escucha desde la niñez, que ve en fotos o televisión pero que no siempre se tiene la oportunidad de conocer. A pesar de que la guía decía que usualmente estaba escondido detrás de una cortina de nubes, esa mañana del 6 de enero éstas se corrieron a un lado para dejar a la naturaleza indefensa ante los ojos.

El volcán está entre los departamento de Caldas y Tolima, en el corazón del Eje Cafetero, bajo la jurisdicción del Parque Nacional Natural Los Nevados, en donde comparte el espacio con otras cumbres nevadas como la del Tolima y Santa Isabel. Unas tierras en las que crece una vegetación particular, como la valeriana y los frailejones, y la temperatura empieza a exigirle más al cuerpo.

Sin embargo, lo más curioso, y a la vez preocupante, es que el Nevado del Ruiz ya no es tan nevado, y su imagen evidencia los baches rocosos que tanto se parecen a las arrugas de la vejez y que alertan sober un problema de una profundidad nada despreciable. “Todos los glaciares del país sufren de un deshielo natural, que es cíclico, pero el cambio climático ha acelerado estos procesos. Si antes podía suceder en centenas de años, ahora pasa en décadas”, explica Efraín Rodríguez, jefe del Parque Los Nevados.

El recorrido para llegar hasta las faldas de esta cumbre, desde Manizales, es relativamente corto, aproximadamente dos horas, y la partida se debe hacer desde muy temprano porque, debido a las restricciones, el acceso al parque solo es posible en la mañana. Justo en el punto de ingreso a la vía que conduce a esta reserva, se puede hacer una parada técnica en un lugar conocido como El Ocho, para probar una de las recetas que prometen hacer frente al frío que se encuentra camino arriba: agua de panela con una buena rebanada de queso. Comida que se recomienda para evitar el soroche, un cuadro de síntomas como mareo, presión baja o dolor de cabeza, que suele presentarse a grandes alturas.

El camino se hace más estrecho, los vacíos con tierra sobre la vía se vuelven más visibles y en algunos puntos la niebla es tan densa que la ruta apenas se abre a la vista unos cuantos metros al frente. El paisaje cambia por completo y los frailejones se ven a lado y lado, sobre los riscos, como dándoles la bienvenida a los visitantes. A poco metros de una “Y”, en donde no hay más asfalto, se puede ver, según cuenta la guía, el punto exacto por donde pasó la avalancha que enterró a Armero el 13 de noviembre de 1985.

Ya en la entrada al parque se tiene la opción de parar un rato en una gran casa de madera, entre rocas y dunas, que recibe a los visitantes. Aquí los miembros de los equipos de rescate dan algunos consejos para evitar problemas de salud y se pueden recargar energías con agua de panela o té de coca. El estado en que se encuentra esta cumbre nevada se convierte en una alerta y, además, en un llamado para conocer o reencontrarse con el patrimonio natural del país.

Aunque por su actividad volcánica el Nevado del Ruiz tiene restricciones (desde 2010 se encuentra en alerta amarilla) y se generan pequeños temblores y emisiones de gases, los visitantes pueden caminar por la montaña a 4.400 metros sobre el nivel del mar, en un sector llamado Tumbas. Lo que sí es imposible en este momento, por las precauciones que han tomado los equipos de rescate, es conocer la nieve, al menos en lo que al Nevado del Ruiz se refiere. Los viajeros tienen como alternativa para cumplir este deseo visitar otras cumbres nevadas con acceso, como la de Santa Isabel, que ya tiene una afluencia considerable de visitantes.

Los más atrevidos entran al parque a través de accesos que están restringidos, buscando encontrar la cumbre del Nevado del Tolima. ¿Cuál es el peligro? Que en el camino se tropiezan con zonas de alto riesgo en las que el deshielo ha generado grietas tan profundas que un mal paso se podría convertir en el tiquete directo al fondo de la tierra.

Lo cierto es que este parque natural abre sus senderos para quienes busquen una experiencia bastante cercana con la naturaleza y apreciar paisajes que solo se encuentran a muchos metros sobre el nivel del mar. Y, aunque sea triste decirlo, se convierte en una oportunidad para tener de cerca, mirar, fotografiar o guardar en la memoria un recuerdo de un glaciar que muy posiblemente no podremos disfrutar en unos años.

 

*Invitación de Fontur .

Por Germán Gómez Polo*

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