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David Vélez, un colombiano en la vanguardia de la banca digital

Nelson Fredy  Padilla
31 de mayo de 2020 - 02:00 a. m.
David Vélez (izq.) y el presidente argentino, Mauricio Macri, tras la llegada de Nubank en 2019. / Cortesía
David Vélez (izq.) y el presidente argentino, Mauricio Macri, tras la llegada de Nubank en 2019. / Cortesía

La historia del antioqueño David Vélez es la demostración de que un profesional bien formado y con visión global puede cambiar hasta el sistema financiero más tradicional.

Mi hermano Fabio Padilla Castro, radicado en Brasil y quien trabaja para la Aeronáutica de ese país, me contó en días recientes que el colombiano más respetado allá se llama David Vélez y su buen nombre se ha fortalecido durante la pandemia, porque quien necesita un trámite bancario y no quiere correr el alto riesgo de contagiarse de COVID-19 acude al Nubank, el banco digital que fundó, en mayo de 2013, el ingeniero nacido en Medellín.

El emprendimiento de Vélez surge de la herencia familiar, en especial de sus tíos, pues los Vélez González son apellidos de empresarios exitosos como Clemencia, Javier y Luis Fernando, fundadores de la marca de calzado Bosi; Juan Raúl, de la industria marroquinera Vélez; Mauricio y Alfonso, de los herrajes industriales Creatum; José, de la marca Enjoy, y Federico, de Safetti, las dos últimas productoras de ropa deportiva, y Marcela, de la misma generación de David y creadora del sello de carteras Malletier. El lema entre ellos siempre ha sido: “A emprender; no debemos tener jefes. Hagamos nuestro propio camino”.

David no se iba a quedar atrás y, aunque la violencia de los años 80 en Colombia obligó a su familia a emigrar a Costa Rica, donde terminó su bachillerato, viajó a Estados Unidos y estudió ingeniería en la Universidad de Stanford hasta 2005 e hizo allí una MBA. Se forjó su carrera en la banca de inversión en las grandes ligas como analista en Goldman Sachs y después en Morgan Stanley. Pero su realización no estaba en Wall Street, sino en Brasil, adonde se fue a trabajar entre 2007 y 2010 porque fondos de inversión como General Atlantic lo mandaron a sondear el mercado en el gigante latinoamericano. Todas las veces chocó de frente con el sistema bancario brasileño, por la tramitología que debía cumplir para abrir una cuenta o cerrar un negocio. En esos obstáculos vio tantas oportunidades que luego volvió como socio del fondo Sequoia Capital.

Ahí consolidó la idea de un banco sin sucursales físicas, sin burocracia formal, sin filas, con alma y cuerpo digital y solo dedicado a un servicio directo y más económico que el que ofrecen los competidores tradicionales, los gigantes Itaú Unibanco, Banco de Brasil, Bradesco, Santander Brasil y Caixa. Para hacerse una idea de la dimensión del negocio, HSBC intentó competir y terminó vendiéndole su operación a Bradesco en julio de 2016 y enseguida el Citigroup cedió ante Itaú por US$220 millones. La clave era innovación tecnológica basada en una filosofía de verdadera democratización de los servicios financieros, dirigida en principio a los sesenta millones de brasileños que no estaban bancarizados y, sobre todo, a los jóvenes millennials que querían un servicio rápido y moderno vía teléfono móvil, que los bancos creyeran en ellos y les prestaran dinero. Concluyó que la gente odia los bancos y se propuso crear uno que la gente quiera porque cuida su capital y le facilita la vida.

Aparte de su experiencia y contactos, encontró inspiración en libros como The Hard Thing about Hard Things (Lo difícil de las cosas difíciles: crear un negocio cuando no hay respuestas fáciles), del empresario estadounidense Ben Horowitz, cofundador de la compañía de software Opsware, adquirida por Hewlett-Packard en julio de 2007. Ahí aprendió cómo crear y liderar una industria emergente (start-up). También cita al líder indio Mahatma Gandhi: “Primero te ignoran, luego se ríen de ti, luego te pelean, luego ganas”.

Muchas veces le dijeron que estaba loco y que no conseguiría capital para algo así. Quienes sí se convencieron fueron sus socios cofundadores; la brasileña Cristina Junqueira, ingeniera de la Universidad de São Paulo con MBA en la Escuela Kellogg, de la Universidad de Northwestern, y con valiosa experiencia en el mercado local a través de Itaú Unibanco, donde se especializó en tarjetas, y el estadounidense Edward Wible, colega y amigo de Junqueira en el Boston Consulting Group, el cerebro digital, pues se graduó en computación en la Universidad de Princeton.

Consiguieron inversionistas como Sequoia Capital, donde había trabajado Vélez, y Kaszek Ventures, de los argentinos Nicolás Szekasy y Hernán Kazah, que habían estado en Mercado Libre. US$2 millones para fundar la fintech desde una sede en São Paulo con apenas doce personas. Hoy tiene cerca de 1.500 empleados de 25 nacionalidades, un 30 % población Lgbti, 40 % mujeres, un emblemático edificio y fue elegido por la revista Forbes como el mejor banco de Brasil. The Wall Street Journal llegó a valorarlo en US$10.000 millones, aunque ellos hablan de la mitad de esa cifra. Con los primeros resultados consiguieron US$700 millones más de inversionistas desde Silicon Valley, en California, hasta del gigante chino Tencent. ¿Por qué el nombre Nu? Porque significa “desnudo” en portugués y para ellos define un banco sin ropajes, con una capacidad de servicio ligada a transparencia, simpleza y eficacia.

Un mensaje de optimismo para sus empleados en estos días de pandemia define la personalidad de David Vélez: “¡Construyamos!”. La foto de la cuenta @velez_david dice mucho. Un colombiano feliz y realizado, con uniforme de astronauta, casco en mano, y sus trabajadores atrás con los brazos arriba, simbolizando el trabajo en equipo que los consolidó en Brasil y que desde el año pasado los llevó a México y Argentina. Él publicó la foto en compañía del presidente argentino, Mauricio Macri, el día que acordaron con el gobierno de ese país la llegada de Nubank. Él mismo entrevistó a la mayoría de los empleados y más que conocimientos bancarios, valoró la creatividad, en especial de ingenieros de programación. Este año compraron la empresa Plataformatec para desarrollar otros negocios tecnológicos y le apuntan también a Europa desde una oficina en Berlín.

Sobre su llegada a México, la revista Forbes Colombia informó en marzo pasado que Nubank entró allí al mercado de tarjetas de crédito con Vélez a la cabeza, quien les dijo: “Traemos mucha experiencia de lo que hemos hecho en Brasil, tenemos 22 millones de clientes y somos el banco digital más grande del mundo, mucho más grandes que muchos de los bancos mexicanos”. Al menos 30.000 personas se inscribieron en las pruebas, cada uno en un proceso de máximo tres minutos que incluye subir una selfie, para tener una tarjeta Nu que, como en Brasil, garantiza menores tasas de interés, servicios sin comisiones, notificaciones en tiempo real, tarjetas virtuales, bloqueo-desbloqueo desde la aplicación del banco, ajuste de límite de gastos y selección de fecha de pago. Contrató a ochenta profesionales para desarrollar productos hechos por mexicanos para mexicanos.

A los 38 años, David Vélez es tan reconocido en Latinoamérica como creador de un “unicornio”, como llaman a los emprendimientos de base tecnológica que superan los US$1.000 millones, que era invitado especial a la cancelada Asamblea del Banco Interamericano de Desarrollo, que se iba a realizar en Barranquilla, donde iba a conversar con el presidente Iván Duque sobre emprendimiento digital.

En su carrera profesional tiene pendiente el reto Colombia. Ha dicho que espera traer el Nubank y, aunque ha hecho exploraciones a través de colegas y de Asobancaria, siente que todavía no están dadas las condiciones legales y comerciales para hacerlo. Mientras tanto seguirá abriéndose camino en el resto del mundo.

Nelson Fredy  Padilla

Por Nelson Fredy Padilla

Periodista desde 1989, magíster en escrituras creativas, autor de cinco libros, catedrático de periodismo y literatura desde 1995, y profesor de la maestría de escrituras creativas de la Universidad Nacional, del Instituto de Prensa de la SIP y de la Escuela Global de Dejusticia.@NelsonFredyPadinpadilla@elespectador.com

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