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Nuevo Mazda CX-5: Poder minimalista

Con cerca de 700 cambios, Mazda presentó esta semana la nueva versión de su exitoso SUV. Sencillez y tecnología caracterizan a este vehículo que llega a Colombia en cuatro versiones a precios bastante competitivos.

esteban dávila náder
18 de agosto de 2017 - 07:35 p. m.
En la actualidad, la Mazda CX-5 representa el 25 % de las ventas globales de la marca. / Cortesía
En la actualidad, la Mazda CX-5 representa el 25 % de las ventas globales de la marca. / Cortesía

El segmento SUV se ha convertido en uno de los más apetecidos por los colombianos. Este año, por ejemplo, los utilitarios se mantienen como los segundos más vendedores del país, por debajo de los automóviles, con 36.590 unidades comercializadas, según Andemos. Parte de ese éxito se debe al CX-5 de Mazda, que, con una participación de 13,4 % del mercado, es el más comprado entre los 22 modelos que las marcas exhiben actualmente en sus vitrinas.

Con tanta congestión en la oferta y teniendo en cuenta que el SUV es el consentido de la marca, entre otras cosas por ser el ingreso de los japoneses al segmento, la introducción oficial al mercado del diseño Kodo y la tecnología Skyactiv en 2012, y su vehículo más vendido, con 1,4 millones de unidades rodando por el mundo, no es de extrañar que se hayan decidido a renovarlo casi por completo.

En total le hicieron 698 cambios con respecto a la versión anterior, como explicaron los voceros de la marca durante el lanzamiento: en el diseño, la funcionalidad y la insonorización. El objetivo, sin embargo, es el mismo para los tres pilares: eliminar lo que sobra y lo que distrae para ofrecer una conducción más orgánica. Minimalismo puro.

Como siempre, lo primero que se ve es el exterior. Para comenzar, la parrilla frontal deja su forma plana por una más tridimensional que busca destacar el emblema de la marca. Al mismo tiempo se redujo el tamaño de las luces led, dándole una expresión más concentrada al vehículo sin comprometer la potencia lumínica. Las líneas laterales pasan de angulosas y segmentadas a una sola, curva y fluida, dándole al CX-5 un look más veloz.

En el interior, el cambio más notorio es el del panel de instrumentos. Lo que solía ser curvo ahora es una línea recta que arranca desde el centro del volante, eliminando la contaminación visual y ayudando al piloto a concentrarse. Además, la pantalla del sistema de infoentretenimiento deja de estar empotrada y pasa a estar arriba del mismo, lo que a su vez permitió levantar la ubicación de la transmisión y el botón multicomando, con lo que el conductor los alcanza con mayor facilidad.

También se ubicó el volante en una posición más central, se enviaron los espejos laterales un poco más atrás y se les dio más inclinación a los parales frontales, con lo que el rango de visibilidad es mayor. Además se agradece la instalación de la pantalla activa de conducción, que refleja la velocidad a la que se mueve el vehículo y algunas instrucciones de navegación en el panorámico de las dos versiones más equipadas.

En materia de desempeño, el CX-5 cuenta con transmisión automática de seis velocidades y dos motorizaciones: 2,0 litros con 153 caballos de potencia para una de las versiones Touring 4x2 y 2,5 litros con 188 caballos para el otro modelo Touring 4x2 y los Grand Touring AWD y Grand Touring AWD LX. En estos dos últimos, además, destaca el sistema inteligente 4x4, que activa la tracción en las cuatro ruedas sin intervención del conductor.

Sin embargo, lo que realmente llama la atención dentro del SUV es el sistema G-Vectoring, que El Espectador pudo probar en las vías secundarias que de Paipa llevan a Villa de Leyva. Con ligeros ajustes en el motor, la transmisión, la carrocería, los frenos, la dirección y la suspensión (que ahora es hidráulica), el vehículo hace un trazado natural de las curvas para repartir mejor el peso a través de la aceleración y ayudarle al piloto a tomarlas a la perfección.

En otras palabras, el incómodo zarandeo y las molestias de cuello y espalda que suelen sufrir todos los ocupantes de un carro luego de trayectos largos y muy movidos ya no son un problema. Así, la conducción se siente como ponerse un guante de seda.

A lo anterior se suma un mayor nivel de insonorización en la cabina. Gracias a vidrios más gruesos, cubiertas ubicadas estratégicamente y empaques dobles, ruidos exteriores como los del tráfico, el movimiento de las llantas o las piedras al transitar por trocha son prácticamente nulos. Lo suficientemente bajos como para no incomodar al pasajero, pero todavía presentes para alertar al conductor sobre su entorno.

Con todo, hay que decir que se trata de un SUV enfocado en el confort para todo el mundo: los asientos traseros, abatibles, también son reclinables y ofrecen sus propios portavasos y puertos de carga junto al brazo del pasajero. Equipa aire acondicionado independiente para cada silla y hasta apertura de baúl eléctrica para la versión LX. Todo lo complementa el sistema de infoentretenimiento, que si bien no cuenta con Apple Carplay o Android Auto, posee una excelente conectividad con smartphone.

En materia de seguridad, tampoco se queda atrás. El chasís es 15 % más rígido que la versión anterior, más seis airbags, sensores de parqueo, cámara de reversa y los frenos ABS, que ya son rutinarios. Como novedad está el sistema Auto Hold, que mantiene el carro inmóvil sin necesidad de poner el pie en el freno o salir del modo Drive. Además, el modelo full equipo ofrece el monitoreo de punto ciego y los asistentes de frenado y de permanencia en el carril, que generan mayor confianza en el auto.

Con todo, el CX-5 es uno de esos casos en los que menos es más. Tanto que, como dicen los representantes de la marca, “Mazda se convierte en la alternativa indiscutible al mercado prémium”. Objetivo que cumplen, y con creces, pues los precios de este SUV oscilan entre los $90 millones y los $118 millones.

Por esteban dávila náder

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