Turismo

Ittoqqortoormiit, el lugar más recóndito de occidente

Llegar a Ittoqqortoormiit, al este de Groenlandia, representa un reto para turistas y extranjeros, quienes allí arriban por medio de barcos y helicópteros. Su recompensa es la paz que transmiten el alba y el celeste de sus fiordos, sus montañas y su cielo.

Nicolás Fernández Sánchez
02 de agosto de 2018 - 11:17 p. m.
Getty Images
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Osos, bueyes y zorros se pasean alrededor de uno de los lugares más remotos de Groen­landia. La silueta de los primeros se observa con frecuencia en la cima de las montañas rocosas; los segundos, siempre atentos, robustos y en manada, mantienen un inter­minable andar en los lugares más alejados de la costa. Los terceros son imperceptibles. Los lugareños saben que están allí, aunque no los vean y su pelaje se confunda con la gruesa e interminable capa de nieve que cubre cerca del 85% del país.

El lugar es conocido como la ‘Casa Grande’, aunque su población no supera los 500 habitantes. Tradicionalmente, la caza y la pesca de rodaballos y camarones han sustentado a las comunidades inuit (esquimales de Groenlandia) y a los colonos que la han habitado. Aún en la actualidad, la carne y sus derivados juegan un papel importante en su economía.

Es común observar pieles de osos, bueyes y zorros secándose en los exteriores de sus casas, cuyos colores contrastan con los de las empedradas calles y el blanco de sus alrededores. Las hay de todos los colores. Rojas, verdes, azules, amarillas y en madera, cada una conservando las características arquitectónicas de sus vecinas, con un diseño tradicional, y como si se tratara del dibujo de un niño, con un rectángulo de base y un triángulo en su parte superior.

También es posible encontrar todo tipo de trineos. Son uno de los medios de transporte más usados por sus habitantes y funcionan gracias al empuje, en su gran mayoría, de entre seis y diez perros, que, tras un fuerte y repetitivo sonido de la per­sona que sostiene las riendas, emprenden hacia donde las cuerdas les señalen.

Estos tradicionales trineos tirados por perros son los favoritos de los visitantes de la zona, especialmente durante el invier­no, tiempo que el que la masa de hielo es gruesa y el vehículo se desliza suavemente sobre ella. Esta temporada es ideal para explorar sus iglesias y cabañas históricas, donde reposan algunas piezas de la historia ancestral de Ittoqqortoormiit.

Durante el verano los perros descan­san y los turistas pueden recorrer las orillas de los fiordos a pie. De igual forma, este es el momento ideal para explorar el mar y observar los cuerpos de hielo que sobre él flotan. Para esto existen diferentes alterna­tivas, como barcos y kayaks que se pueden alquilar en las bodegas de las costas.

La aventura, para quienes deciden llegar a Ittoqqortoormiit, inicia desde antes de tocar su suelo. No por nada es el lugar más remoto de la región, los turis­tas tienen que tomar helicópteros o barcos para llegar, aunque esta última opción solo es posible durante algunos meses del año, cuando el hielo marino es menos denso y el viento y la nieve bajan la guardia.

Visitar este lugar es descubrir una gastronomía poco común en el resto de occidente, en la que los productos de mar cumplen un rol protagónico, y en el que las carnes de animales, como ballenas y fo­cas, se consumen principalmente en forma de sopas a base de pocos ingredientes, como sal, pimienta y laurel, que a su vez se acompañan de arroz o papas.

Por Nicolás Fernández Sánchez

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