Turismo

Quito, turismo entre volcanes

La capital de Ecuador está llena de curiosidades y tesoros: una iglesia cubierta de pan de oro en su interior, paisajes volcánicos y calles impregnadas de tradición, que sorprenden a quienes visitan esta ciudad, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Laura Dulce Romero*
05 de octubre de 2016 - 03:00 p. m.
El Cotopaxi, un volcán activo que está a 5.897 msnm, es uno de los custodios de la capital ecuatoriana. En lengua indígena su nombre significa Cuello de Luna. /Foto: Laura Dulce Romero
El Cotopaxi, un volcán activo que está a 5.897 msnm, es uno de los custodios de la capital ecuatoriana. En lengua indígena su nombre significa Cuello de Luna. /Foto: Laura Dulce Romero

Como si hubieran firmado un pacto de no agresión, los quiteños viven en paz con volcanes activos cubiertos de nieve. ¿Qué cuántos son? Es que, la verdad, no se ponen de acuerdo: algunos dicen que 98 y otros que más de 100… Eso sí, de vez en cuando se sacuden para cambiar de posición y es cuando el trato comienza a tambalear, porque a los hombres y las mujeres les toca agarrar sus pertenencias y abandonar las zonas que se llenan de cenizas. Luego vuelven, para hacer las paces, y se acomodan de nuevo en sus faldas.

Los volcanes Cotopaxi, Cayambe, Cotacachi y Pichincha son el hogar, la vida y la belleza de Quito. Imponentes, mejoran el paisaje de esta ciudad colonial, que cuenta con uno de los centros históricos más grandes y, por qué no, mejor conservados de América Latina. Sus calles albergan tesoros, literalmente, repletos de oro. No en vano fue declarada por la Unesco, junto con Cracovia (Polonia), el primer Patrimonio Cultural de la Humanidad, el 8 de septiembre de 1978.

Fiel a su ascendencia española y católica, Quito acoge decenas de iglesias. No son lugares de culto comunes y corrientes. Por fuera, sus fachadas son modestas. Algunas blancas, otras de piedra. Pero por dentro, en cambio, sorprenden por su inmensidad, sus detalles y los materiales con los que están hechas.

Parece mentira, pero la Iglesia de La Compañía, una de las expresiones barrocas más importantes del continente, en su interior está cubierta de láminas de pan de oro de 23 quilates, que fueron talladas una a una por los artistas de la Escuela Quiteña. Todo adentro brilla por el color dorado presente en cada rincón. Llaman la atención los ángeles con cara de indígenas que pintaron los habitantes de la Colonia. Hoy, por su significado histórico y por su oro, es un bien invaluable.

Al igual que La Compañía, hay otros espacios como la Basílica del Voto Nacional, que sobresale por su arquitectura gótica en medio de un centro de techos españoles y paredes pálidas . De hecho, es catalogada como el templo neogótico más grande de Latinoamérica. Fue construida en 1883, con el objetivo de alzar un monumento que recordara la consagración de la República de Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús.

Hay dos cosas que no puede pasar por alto: observe que por fuera los animales que decoran el templo no son sólo mitológicos, sino que hacen parte de la fauna endémica y exótica ecuatoriana, como las tortugas de Galápagos, los piqueros de patas azules, los armadillos y los monos aulladores. Por dentro, sus enormes vitrales de colores decoran el gris de las altas paredes e iluminan el enorme altar.

Desde la punta de la basílica se ve el centro de Quito. Y un poco más al fondo está el cerro de Panecillo, a tan solo 3.000 msnm. Su atractivo es la enorme estatua de la Virgen de Quito que posa sobre un mirador, desde donde se ve toda la ciudad, de extremo a extremo. Pero vale la pena subir el cerro a pie, visitar las casas que invadieron su verde y hoy hacen parte de una de las postales más famosas de los ecuatorianos, y sentir el viento suave que colorea las mejillas.

Después de esta parada hay que adentrarse en el centro. Hay curiosidades hasta para vender, pero probablemente una de las más llamativas es la calle La Ronda, una cuadra muy corta en donde conviven múltiples negocios instalados en casas de colores. Miel, trompos, helados y comida típica se venden en este tradicional espacio lleno de música y personas sonrientes, que le mostrarán lo mejor de la tradición quiteña.

Por las faldas del volcán Pichincha

Pichincha es uno de los volcanes activos que hacen parte del paisaje de Quito. Para estar más cerca y recorrerlo, hay que llegar en teleférico y ascender hasta los 4.050 msnm, a la cúspide de Cruz Loma. Hoy este medio de transporte es uno de los más altos de Suramérica. Se siente y se nota: en la medida en que sube, se da cuenta de lo pequeña y acogedora que es la capital de Ecuador, pues la admira en su totalidad. También se tapan los oídos y el frío no puede evitarse si no es con una chaqueta.

Este volcán activo les ha traído dichas y grandes sustos a los quiteños. Una de sus cumbres, el Rucu Pichincha, ha hecho erupción más de nueve veces desde 1534. La última ocurrió en octubre de 1999 y la capital quedó cubierta de ceniza. Sin embargo, como el cráter del Guagua Pichincha está abierto hacia el oeste, su lava fluyó hacia esa dirección. El volcán cumplió su pacto de no agresión con los humanos, quienes ya no sufren tanto porque decidieron tatuarse en la piel una frase alentadora: “Se baila con los temblores y se suda con los volcanes”.

Algunos quedan satisfechos con la vista en el primer mirador. Otros consideran que vale la pena seguir subiendo, a pie, con ropa cómoda, con agua, sin pausa pero sin prisa. Un presentimiento, una intuición que no falla porque al final la recompensa es invaluable. Afortunados los quiteños porque no sólo duermen entre volcanes, también los recorren, los viven, los cuidan.

Por equivocación, y por fortuna, recorrimos más de lo pronosticado. La recompensa de haber llegado tan alto aún la tenemos aferrada en la memoria, como los niños cuando abrazan a su mamá en medio de las pesadillas. A más de 5.000 msnm contamos con la suerte de enfrentarnos al paisaje más solemne que jamás hayamos visto. Diminuta se veía Quito entre los tres volcanes, que se dejaron ver gracias al clima despejado. Tres enormes picos de nieves, Cotopaxi, Cayambe y Cotacachi, nos recordaban nuestro lugar en el universo. Podría jurar que todos sentimos lo mismo: el cansancio, la satisfacción y un entendimiento de que somos una minipartícula en el mundo, pero que contamos con la fortuna de habitarlo, de apreciarlo, de transitarlo. Gratitud.

En la Mitad del Mundo

La sensación de estar viviendo algo único es una constante en Ecuador. Ya pasamos los volcanes, pero nos faltaba sentir que, literalmente, somos el ombligo del mundo, una tendencia adictiva que nos pasa en otros lugares, pero que cobra fuerza en la ciudad Mitad del Mundo.

Este lugar alberga un monumento que resalta la ubicación sobre la línea ecuatorial, por la cual el país toma su nombre, y destaca la misión geodésica franco-española del siglo XVIII que ubicó el sitio aproximado por el cual pasa esta línea equinoccial.

A pesar de que aquí no pasa la latitud 0°0’0’’, los ecuatorianos decidieron pintar una línea amarilla y alzar un bloque con una esfera en la punta, simulando que allí atraviesa el ecuador terrestre, es decir, el plano perpendicular al eje de rotación del planeta, que pasa por su centro y que, como nos lo enseñaron en el colegio, divide la superficie de la Tierra en dos partes: hemisferio norte y hemisferio sur.

En la ciudad hay un montón de curiosidades que asombran a los visitantes. Por ejemplo, que con solo mirar la sombra que cubre parcialmente el globo del monumento, se puede determinar la estación del año en la que se encuentran todos los países.

Pero esta no es la única atracción. El Estado ha construido un espacio de diversión, un planetario equipado con un proyector universal ZKP-2 de fabricación alemana, que permite tener la mejor vista del universo; una réplica de ciudad con plaza de toros para eventos y una iglesia; y unos pabellones de Francia, España y Quito, en los que se muestra la historia de los ecuatorianos y el aporte de las otras dos naciones para lograr trazar la línea del Ecuador y conservar el arte de la Colonia.

Nuestros recomendados

Dónde dormir: Si quiere pasar las noches en un lugar confortable, económico y bien ubicado, el Best Western CPlaza Hotel Quito es una gran opción. Se sentirá atendido como en casa, pero con las comodidades que ofrece una cadena de primera. Si desea mayor privacidad, no dude en hospedarse en el Hotel Best Western Zen, el único amigable con el medioambiente de la ciudad.

Cómo llegar: Volar a Ecuador ahora resulta más económico que viajar a otras ciudades del país, como Cartagena. Eso se debe a la apertura de nuevas rutas por parte de aerolíneas de bajo costo como VivaColombia, cuyo precio por tiquete ida y regreso es de $480.000. El vuelo sale lunes, miércoles, viernes y domingo a las 4:35 p.m. y regresa los mismos días a las 7:15 p.m.

Para pasar un buen rato: Si quiere probar la comida típica y divertirse tiene que visitar El Cráter, Misquilla, El Cedrón, Los Milagros y Urko. La mayoría de estos establecimiento le ofrecerán diversión con cantantes en vivo y espectáculos de danza típica ecuatoriana.

Agencia de viajes: Las visitas guiadas tienen un plus: se conoce la historia de la ciudad y sus rincones más curiosos. Tecnoviajes fue un gran acompañante, pues sus guías son personas estudiadas y sobre todo recorren cada sitio sin afanes.


*Invitación de VivaColombia, Best Western Hotels & Resorts y Quito Turismo.

 

Por Laura Dulce Romero*

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