Este es el contingente colombiano que estará en la Vuelta 2019

Nuestro país tendrá 11 ciclistas en la carrera española, la última de las tres grandes de la temporada, que comienza este sábado con una contrarreloj por equipos de 13,4 kilómetros.

Camilo Amaya
24 de agosto de 2019 - 03:00 a. m.
 No hay un favorito claro para ganar la Vuelta a España de 2019. / EFE
No hay un favorito claro para ganar la Vuelta a España de 2019. / EFE

Las angustias y las travesuras del pasado pueden servir para explicar, quizá para entender un poco, el presente de los once colombianos que correrán desde este sábado la edición 74 de la Vuelta a España. Por ejemplo, Miguel Ángel López y sus inicios en el ciclismo porque le tocaba montar bicicleta para ir al colegio, mas no porque quisiera. También el curso de sistemas en el SENA, porque era gratis y por si lo del deporte no funcionaba. Su temperamento, heredado de los pescanos que pelearon para no dejarse conquistar de los españoles, después para liberarse, lo tiene hoy como el líder del Astana.

Pasemos a Nairo Quintana y su primer uniforme: verde, amarillo por la parte de las axilas y desgastado por el uso que le dio Cayetano Sarmiento. El mismo que era de Héctor, mejor conocido como El Diablo, un compañero del colegio Alejandro Humboldt, de Arcabuco, que lo cambió a regañadientes por un par de guayos. “Hasta ahí llegó el fútbol para nosotros”, recordaría Cayetano. Con ese uniforme Nairo increpó a un conductor de tractomula que al verlo cogido de la parte trasera se asustó, pensando que era un robo, pegó un frenazo y lo hizo golpearse contra el borde de metal. El capo del Movistar, muy exaltado, cambió de relación y pedaleó hasta la cabina para soltar un mar de palabrería al hombre que aceleró temeroso.

Rigoberto Urán es otro que era aplicado para algunas cosas y testarudo para otras. Perseverante para vender chance en Urrao durante tres años, a pesar de que nunca daba un número ganador, y terco para hacerles caso a los profesores. De hecho, cuando podía, aprovechaba la oportunidad, se volaba por detrás de los camerinos de la piscina del colegio Jesús Iván Cadavid, iba hasta la vereda El Volcán y se bañaba en el río penderisco. Allí se golpeó la espinilla cuando le dio por saltar al agua con bicicleta y todo, una cicatriz que perdura.

En cuanto a Esteban Chaves, que nació por cesárea en el hospital San Pedro Claver de Bogotá, esa sonrisa natural lleva detrás una rudeza que le ha permitido estar donde está. De niño no dejaba que lo ayudaran cuando se caía de la bicicleta, tampoco que lo mimaran cuando el dolor se hacía evidente en su rostro. Carácter que generaba orgullo de don Jairo, porque desde muy pequeño su madre, Carolina, le enseñó que “si uno hace las cosas, pues las hace bien o no las hace”.

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Por el lado de Sergio Higuita, debutante en la Vuelta con el Education First, su sencillez y calidez aumentan como su capacidad en el lote mundial. Así como corrió con zapatillas rotas y creció en la precariedad en la Comuna 5 de Medellín, así ayuda a los suyos para que no pasen lo que él pasó, para que el camino no sea tan rudo. Por eso es normal verlo en la capital antioqueña repartiendo uniformes, cascos, caramañolas y una que otra bicicleta. “Es lo mínimo que puedo hacer ahora que llegué a donde quería llegar”.

Daniel Felipe Martínez, compañero de Sergio en el equipo estadounidense, también es ejemplo de superación. De hecho, su historia estaría relacionada con el fútbol si Alejandro Arenas, su mejor amigo en el colegio Carlos Albán Holguín, de Bosa, no lo hubiera dejado metido el último día en el que hacían pruebas en la escuela del barrio. La rabia, que después fue zozobra, lo llevó a montar bicicleta, a ir sin falta hasta el Alto de Rosas con un plato de 42 dientes porque no podía cambiar la relación. En resumen: emular a los jugadores de Atlético Nacional, incluso ver los partidos en la tienda de Nelson Henao y Adriana Marín, pasó a ser algo efímero, no la pasión con la que dice que es hincha del equipo paisa.

Otro que tuvo ínfulas con la pelota fue Sergio Luis Henao, hoy en el UAE Emirates. De niño no le gustaba montar bicicleta y decía que quería ser jugador del Real Madrid. También se paralizaba cuando jugaba Nacional y sacaba la bandera del equipo paisa para ponerla en la puerta de su casa. Y su humor cambiaba cuando Alcides, el papá de su primo Sebastián (ciclista del Ineos que debutará en esta Vuelta), hincha de Medellín, lo molestaba si había una derrota en un clásico. Por fortuna, no hubo más rabietas, tampoco escapadas a la casa de Sebastián, mucho menos amenazas de que se iba a quedar viviendo allá cada vez que lo castigaban. Sí hubo una ayuda mutua entre primos para llegar a la élite del pedalismo. Y Sergio cambió para ser el referente de Sebastián, para ser el guía.

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Fernando Gaviria, por su parte, sigue teniendo la chispa que lo metió en muchos problemas cuando pequeño, como la vez que con el primo Wbéimar le prendieron fuego al pasto del solar de la abuela Anacelia, con la gasolina que tenía guardada en el garaje, y por poco queman la casa. O cuando con Andrés, otro primo, cortaron cada rama de las matas de la abuela, que se alteró más con la carcajada de Fernando que delató la travesura. Aún es temerario, pues ha tenido agallas desde siempre, tantas que no le temblaba la voz para encarar a Hernando, su papá, en plena clase de educación física en el colegio La Paz, de La Ceja. Sebastián Molano, compañero de Gaviria en el UAE Emirates y encargado de lanzarlo en esta Vuelta, también tuvo la misma paradoja del antioqueño: ser primero en las carreras infantiles y uno de los últimos en el salón de clases.

Los castigos fueron habituales al igual que las llamadas a coordinación, porque llevaba los cuadernos en blanco y sin pudor aceptaba que no había hecho las tareas. Blanca, su mamá, le escondió la bicicleta y le dijo que si no mejoraba en la escuela se acababa el ciclismo. Y Sebastián, en un acto de rebeldía, empacó un par de cosas y amenazó con irse lejos. Sin embargo, ese impulso duró unas cuantas cuadras, pues regresó con los ojos enlagunados y con la intención de hacer un compromiso para seguir pedaleando.

Por último, en este contingente, está Darwin Atapuma, el nariñense del Cofidis. La soledad en un hogar en el que abundaban los hermanos, pero ninguno contemporáneo, lo llevó a ser gran amigo de Jesús, su sobrino, el hijo de Carmen. La fraternidad no duró mucho, pues a Jesús le dio por ir hasta el alto El Espino en bicicleta y un conductor lo atropelló porque no lo vio en una carretera intransitable por la bruma. Ese fue su primer acercamiento con la muerte, con 14 años, y después vendría el fallecimiento de María Berzabé, su madre y el coraje de no regresar a Túquerres y correr el Giro de Italia en 2015. “Más que el cansancio que tengo es el dolor de perder a mi madre. Pero ella me da las fuerzas para seguir acá, para buscar un triunfo como homenaje”, dijo con la voz trémula luego de la contrarreloj por equipos.

Historias inspiradoras de los once hombres que desde este sábado estarán disputando la Vuelta, que tendrán la misión, unos más que otros, de que Colombia vuelva a figurar en la carrera española como ya lo hicieron Luis Herrera en 1987 y Nairo Quintana en 2016.

@CamiloGAmaya

Correo: icamaya@elespectador.com

Por Camilo Amaya

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