Miguel Ángel López demostró que tiene con qué ganar la Vuelta a España.

Así como en la primera etapa, el boyacense asumió el liderato tras la quinta jornada y demostró que tiene la fuerza suficiente para pelear por el título. Nadie respondió su ataque en la subida al Observatorio Astrofísico de Javalambre.

El Espectador
29 de agosto de 2019 - 03:06 a. m.
El ciclista boyacense busca su primer título en una de las tres grandes.  / AFP   
El ciclista boyacense busca su primer título en una de las tres grandes. / AFP   

La primera vez que se puso la camiseta roja, en esta edición de la Vuelta, no fue del todo mérito propio, sino del equipo, de un Astana que rodó como una locomotora en Torrevieja y soportó los vientos de la ciudad mediterránea. En esta oportunidad no hubo ayuda en la montaña, sí mucha agresividad, y piernas, y estrategia, pues apenas comenzó el ascenso al Observatorio Astrofísico de Javalambre, un lugar perfecto para estudiar el cielo lejos de las luces de la civilización, Miguel Ángel López vigiló a sus rivales, se puso a la rueda de Primoz Roglic y, agazapado, esperó por el momento indicado. La arremetida llegó con Nairo Quintana sufriendo, con Esteban Chaves y Rigoberto Urán tratando de no desfallecer y con un Nicolas Roche fundido, gesticulando como es habitual en el instante en el que las fuerzas se agotan.

El arrancón del boyacense fue desgarrador para los demás, incluso para Alejandro Valverde, quien a sus 39 años trata de mostrarse intacto, que durante unos metros estalló a los demás incluido a su compañero Nairo Quintana, que no pudo seguir su rueda.

Prueba clara de que en el Movistar cada quién va por lo suyo, que si hay uno más fuerte que el otro, que si uno se siente mejor que el otro, hay luz verde para seguir. De hecho, el campeón mundial de la ruta llevó a Roglic hasta la meta, a su rueda, en una jugada que le puede salir costosa a su equipo más adelante. Pero volvamos a López y su pedaleo homogéneo mientras otros movían el torso y la cabeza, a su mirada en la siguiente curva, más dura que la anterior, y a la naturalidad con la que cambió de relación y salió disparado para arriba cuando los demás apenas podían levantar el cuello. Solo fue necesaria una mirada atrás, para asegurarse de que Valverde y Roglic no venían a la sombra, y ahí sí toda la potencia, sin medir desgaste, pues el nacido en Pesca está fresco, está fuerte, a diferencia de muchos de sus rivales a los que les pesa el kilometraje del pasado Tour.

El terreno fue cruel con todos, primero con Daniel Felipe Martínez, uno de los que reventó apenas empezó la subida, también con Sergio Higuita, el juvenil que sintió la rudeza de la Vuelta. Luego, lo que era un grupo compacto se alargó y uno a uno quedaron regados en la vía. Roche, quien había pronosticado que perdería la camiseta, se asfixió y a puro corazón terminó el día (ahora es quinto en la general), el polaco Rafal Majka fue otro a quien le surgió el cansancio en el pasaje más duro, mientras que Nairo trató de buscar el mal menor, reguló y por fortuna tomó otro aire antes de la meta y cruzó la pancarta parado en pedales, salvando unos cuantos segundos.

López habla poco, puede que lo justo, pero lo que no dice con palabras lo muestra con su cadencia, con su forma de andar con los codos alineados y el cuerpo en un compás que más que perfecto es efectivo. El sufrimiento, siempre presente en el ciclismo, fue generoso con él, mas no con los demás. Y por eso Miguel Ángel vestirá hoy la camiseta roja, dejando a un lado la blanca del líder de los jóvenes (la portará Tadej Pogacar, segundo en esta clasificación). En cuanto al ganador de ayer, el premio fue a la paciencia de Ángel Madrazo, el hombre de las pepas azules, que pareció desfallecer con las rampas largas, pero que al final remató mejor que su compatriota José Herrada y que el holandés Jetse Bol (corrió con el equipo Manzana Postobón en 2017) para sumar su primer éxito en cuatro participaciones en la Vuelta.

La montaña no da tregua y hoy habrá que ir para arriba en un recorrido de 198,9 km entre las poblaciones de Mora de Rubielos y Ares del Maestrat con llegada en premio de tercera categoría. Otra linda prueba antes de la del viernes, cuando aparezca el ascenso al Mas de la Costa con sus porcentajes del 12,2 % de inclinación, en otras palabras, una completa pared.

Por El Espectador

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