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De la paz a la guerra: la historia de Fabián, el “hijo rebelde” del ELN en Chocó

Por tres décadas ‘Fabián’, un joven campesino que se enroló en la guerrilla, fue el jefe histórico del ELN en ese departamento y máximo comandante del Frente Occidental. Su historia también muestra el auge y posterior declive de esa guerrilla en el occidente del país.

Camilo Alzate González
10 de mayo de 2023 - 03:40 p. m.
Foto de archivo tomada en mayo de 2019 al frente Ernesto Che Guevara del ELN en Chocó.
Foto de archivo tomada en mayo de 2019 al frente Ernesto Che Guevara del ELN en Chocó.
Foto: AFP - RAUL ARBOLEDA

El encuentro tuvo lugar el 18 de enero de 2017 en una pequeña aldea junto al río San Juan, al sur del Chocó. León Valencia, reinsertado en los noventa y antiguo miembro del Comando Central del Ejército de Liberación Nacional, viajó a la manigua del Pacífico por petición de un hombre que juraba haberse quedado en la guerra por su culpa.

Este hombre era Ogli Ángel Padilla Romero, “Fabián”, el jefe histórico del ELN en el Chocó y máximo comandante del Frente Occidental de esa guerrilla.

“Usted me marcó la vida porque yo en ese momento quería terminar el bachillerato”, le recriminó Fabián, según me contó Valencia en un relato idéntico al que él mismo había publicado en la revista Semana, pocos días después de aquel encuentro. Valencia había conocido a Fabián cuando aquel era muy joven, casi adolescente, en una vereda al sur de Montería donde era militante de izquierda junto a su padre, un veterano líder campesino. “¡Güevón, hay que concentrarse en la revolución!”, le habría insistido León al muchacho campesino que sólo pensaba en graduarse del colegio.

“Tenía 19 años o menos cuando lo encontré, en un tiempo que yo estaba ya saliéndome del ELN”, recuerda ahora Valencia al ofrecer una fecha precisa: 1987. “Estuve con él como un año, moviéndome por la Costa”, apunta, “él queda en ese grupo y empieza a destacarse”.

Sus caminos fueron inversos a partir de ese momento. León Valencia se desmovilizó de la guerrilla y dedicó su vida a lo que él describe como el “destino trágico de tratar de desarmar ese conflicto que yo mismo ayudé a crear”, mientras que Fabián se convirtió muy pronto en comandante de frente, llegando a ser quizá el jefe del ELN más poderoso del occidente del país.

Por eso el hombre con que León Valencia se encontró 27 años después ya no era aquel adolescente indeciso, sino un tipo fornido y robusto que lo impresionó por su convencimiento cerril, pero también por su ingenuidad. Quería saber cosas simples: cuánto valía un café en el centro de Bogotá o cómo había conseguido León abandonar la guerra conservando la vida, y sobre todo, la dignidad.

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Fabián se integró en el frente Manuel HernándezEl Boche, del ELN, junto a una comisión que partió al Urabá a finales de la década del ochenta. Al mismo grupo ingresó Emilce Oviedo Sierra, “Martha” o “La Abuela”, otra joven campesina de Dabeiba, que con los años llegaría a ser la tercera del frente, hoy la última sobreviviente de aquellos fundadores.

Después de sobrevivir a los bombardeos en la Operación Génesis, una ofensiva conjunta del Ejército y los paramilitares en el norte del Chocó entre 1996 y 1997, acompañaron a las autodenominadas “comunidades en resistencia”, un grupo de campesinos y afros que nunca se desplazaron en Curvaradó, Jiguamiandó y otros afluentes del Bajo Atrato, durante la avanzada paramilitar de aquellos años.

Luego sostuvieron una guerra de cuatro años contra las FARC, que expulsó al ELN del Urabá y el Bajo Atrato. Ya en los albores del nuevo milenio, El Boche se convirtió en la columna vertebral del ELN en el occidente del país, pues terminó recogiendo los restos de otras estructuras guerrilleras, como el Carlos Alirio Buitrago, el Cacique Calarcá y el Martha Elena Varón, desmantelados con la política de seguridad democrática en Antioquia y el Eje Cafetero durante la presidencia de Álvaro Uribe.

Fue en esa época cuando Fabián llegó con los reductos de su grupo a un paraje de la carretera entre Quibdó y Medellín conocido como El 18, después de atravesar la mitad de las montañas del Chocó a pie desde el Urabá. En la carretera mantuvo por años su base de operaciones, recibiendo a cualquiera que quisiera una audiencia con él, según recuerda un académico y antiguo religioso que lo trató por esos días: “todo mundo sabía que estaba ahí, él era una persona con bastante facilidad para las relaciones interpersonales, logró cercanía y familiaridad con la gente de la región”.

Al contrario, la única vez que intenté entrevistarlo, en abril de 2021, consultando sobre el asesinato de un líder social en Juntas del Tamaná y otros hechos atroces cometidos por su organización, Fabián rehusó contestar un cuestionario que le envié, pero se encargó de hacerme saber que él consideraba “mal intencionadas” mis preguntas. Meses después murió como consecuencia de las heridas que le produjo un bombardeo.

Poco a poco, Fabián recompuso el que luego llamarían Frente de Guerra Occidental, que a su vez reunía seis estructuras más pequeñas con los frentes Cacique Calarcá, Ché Guevara, Resistencia Cimarrón y Manuel Hernández El Boche, y las compañías Néstor Tulio Durán y Ómar Silgado.

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Parte de aquella historia se la contó al documentalista Ramón Campos, durante una de las pocas entrevistas que concedió en vida, aún inédita, grabada en las selvas del Chocó en noviembre de 2017, mientras corría el cese bilateral de cien días que el ELN acordó con el gobierno de Juan Manuel Santos. Encapuchado y rehuyendo la cámara con la mirada, Fabián insinuó que desde el Chocó no veían con buenos ojos ese proceso de paz que recién tomaba forma.

“Así hoy seamos minoría y en unas condiciones tan desfavorables de seguir haciendo resistencia, de defender la lucha armada y revolucionaria, pero tenemos la razón”, se le oye explicar en la grabación: “en eso está sustentada nuestra argumentación de continuar: porque sabemos que tenemos la razón”.

Un año atrás le había dicho más o menos lo mismo a León Valencia, durante su corto encuentro en el río San Juan, aunque con un matiz diferente: “En el quinto congreso del ELN votamos en contra de la negociación, pero si el ELN firma la paz no vamos a quedarnos por acá formando una disidencia”, asegura Valencia que le confesó Fabián: “si firman, nosotros vamos a la paz”.

La renuencia de Fabián y su grupo hacia los diálogos se notaba en la mayoría de sus acciones, desde prolongar el secuestro del excongresista Odín Sánchez, frenando por meses el comienzo de las conversaciones en Quito, hasta cometer la masacre del Carrá en marzo de 2017, cuando los diálogos apenas contaban unas pocas semanas de haberse oficializado, o violar luego el cese bilateral asesinando a Aulio Isarama, un líder indígena del río Baudó.

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Era un momento en el que el ELN se sentía fuerte en el Chocó, pues con la salida de las FARC habían duplicado sus efectivos y copado casi todo el río San Juan extorsionando a grandes mineros y aserradores de madera, tomaron control de la región cocalera de San José del Palmar, donde cobraban a toda la cadena del narcotráfico, se movían con facilidad por el Alto Andágueda, e incluso incursionaron de nuevo en el Bajo y Medio Atrato, territorios de donde las FARC los habían expulsado dos décadas antes, y allí sostenían combates frecuentes con los paramilitares.

No obstante, de dientes para afuera los comandantes insistían en que se acogerían a la decisión mayoritaria de iniciar el camino de la paz, a pesar de haber votado en contra en el congreso de la guerrilla. El hombre designado que encabezó la delegación del Frente Occidental para ello fue Andrés Felipe Vanegas, “Pedro”, más conocido por su figuración pública en redes sociales como el “comandante Uriel”.

Una persona que perteneció a esa guerrilla narró a Colombia+20 como Uriel atravesó todo el país en bus a finales de 2014 para asistir al quinto congreso, en donde el ELN decidió por una ajustada votación aceptar la oferta de conversaciones del presidente Santos. El evento se realizó en algún lugar cerca al departamento de Arauca y allí Uriel “fue el invitado especial de Pablito [el jefe más beligerante del ELN]” con quien siempre tuvo una buena relación, según esta fuente. Hay que anotar que el Frente Oriental, con Pablito a la cabeza, también votó en contra de las negociaciones, de acuerdo con una investigación de Andrés Aponte.

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Esta misma fuente explicó de dónde venía el espíritu de disidencia que se atribuye tan a menudo al Frente Occidental: “No es un secreto, en la mesa de diálogos anterior se dijo que había que esperar antes de desmovilizarse o entregar las armas”, aquello sobre todo por las expectativas ante lo que pudiera ocurrir con el Acuerdo de Paz de La Habana: “Ese era nuestro análisis en el 2017, cuando se dieron las conversaciones con Santos, que no era el momento, por todo lo que les estaba pasando a las FARC”.

Había una segunda razón, de corte histórico, relacionada con la trayectoria de dicha estructura que se había gestado a si misma, sin una relación tan directa con los comandantes nacionales de la guerrilla.

“Ellos tuvieron que adquirir la línea más por consciencia propia, que por que los mandos estuvieran ahí, les tocó asumir a ellos solitos, Fabián era comandante desde los 18 años, cuando se desmovilizó [la facción del] MIR Patria Libre”, el mismo grupo con el que había ingresado a la guerrilla junto a León Valencia, quien lo define como uno “de esos jefes naturales que fueron surgiendo” dentro del ELN y que “ejercen como patriarcas” en la organización.

El académico y religioso citado antes, quién además ha sido cercano a varios procesos de paz, opina que no existe ninguna disidencia, sino un alineamiento con el sector más guerrerista de esa guerrilla encabezado por Antonio García, y ahora, por Pablito: “Si de verdad hubiera una posible disidencia, no creo yo que la mesa de diálogos aceptara que se empezaran justamente por el Chocó los alivios humanitarios, lo que la mesa, y el mismo ELN, tratan de mostrarle al país, es que allí se pueden llegar a avances concretos”.

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El propio Uriel expresó su desconfianza hacia los diálogos que iniciaron con Juan Manuel Santos cuando en enero de 2018 respondió a un cuestionario que le había enviado por correo electrónico, aduciendo que la visión de “paz neoliberal” del Gobierno era “antagónica” a la de él y sus compañeros.

“Nosotros hemos sido críticos del cese [bilateral al fuego] en cuanto consideramos se ha utilizado por la contraparte para sacar ventaja militar y territorial, como la iniciativa de desminado unilateral sobre las carreteras sin contar con el ELN”, aseguró, apresurándose luego a negar que el Frente Occidental fuera una disidencia del resto de la guerrilla: “aquí hay discusión y debate interno y la minoría se somete a la mayoría, así se sigan defendiendo las diferentes posturas en la lucha de líneas”.

Algo similar dijo Lucía, otra guerrillera, al portal Verdad Abierta en febrero de este año, cuando concedió una entrevista desde la cárcel explicando que el “Frente de Guerra Occidental […] es como ese hijo rebelde de la organización”.

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El declive del ELN en el Chocó

Uriel, un activista de la Universidad de Antioquia de orientación maoísta, ingresó a la guerrilla en los primeros años del 2000, escalando posiciones hasta llegar al río San Juan en 2012, cuando las FARC aún mantenían un dominio casi total en el departamento y buena parte de los guerrilleros del ELN permanecían arrinconados en una pequeña fracción del río Docampadó.

Uriel era un comandante de rango medio -el tercero al mano, según dos versiones- al momento de su muerte en un operativo de las Fuerzas Especiales en octubre de 2020, cerca de la vereda Barrancocito, en Nóvita. Con su baja empezó el declive de esa guerrilla en el Chocó, aunque antes habían muerto comandantes más importantes.

Al contrario de la imagen amplificada que los medios de comunicación crearon, Uriel nunca fue el principal jefe del Frente Occidental, sí su vocero más visible. Siempre que se lo consultaba respondía preguntas y cuestionarios por correo, mandaba videos a canales de televisión y hasta atendía llamadas de emisoras que lo entrevistaban en directo.

“Son los medios los que me posicionan, ellos salen por la fácil y muestran lo que se ve”, explicó respondiendo a otro cuestionario que le envié en abril de 2018: “la inteligencia militar, en cambio, conoce mejor la estructura, línea de mando y funcionamiento. Mire que en las órdenes de captura de marzo [de 2018] ni para molestarme expidieron orden en mi contra”, sostuvo entonces.

A Fabián, en cambio, si le formularon una imputación en esa ocasión, junto a La Abuela y algunos miembros del Comando Central de la guerrilla, justamente por el asesinato del líder indígena Aulio Isarama. En contra de Fabián cursaban más de una veintena de procesos que lo sindicaban de múltiples homicidios, secuestros y extorsiones en el departamento a lo largo de tres décadas.

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La suerte de Uriel fue semejante a la de Ómar Darío Gómez, un artista y profesor santandereano, quien siendo también estudiante de la Universidad de Antioquia acabó procesado y detenido por su activismo de izquierda, según un abogado que llevó su caso a mediados de los noventa. A raíz de aquello ingresó al ELN, donde alcanzó a ser el segundo al mando por debajo de Fabián en el Frente Occidental, hasta su muerte en un operativo de la Armada cerca al río Baudó en abril de 2016. Su cuerpo está desaparecido desde entonces.

Un mes antes había caído en un ataque de la Fuerza Aérea otro jefe del frente Cimarrón, Franklin o “El Mocho”, viejo compañero de Fabián, que había entrado a los 16 años a la guerrilla en Apartadó, donde era alistador de buses. El propio Fabián, a su vez, murió tras otro bombardeo sobre una cañada remota del Litoral del San Juan en septiembre del 2021, en un operativo muy cuestionado porque las explosiones mataron a varios menores de edad que se encontraban en su campamento.

La Policía reportó que con él estaba José Baltazar Herrera “Emiliano”, veterano miembro de la dirección nacional de la guerrilla, cercano a los frentes de Arauca y el oriente del país.

En octubre de 2021, un francotirador del Ejército mató en un afluente del San Juan a Luis Aníbal García “Julio” o “Caparrú”, jefe del frente Ché Guevara, a quién conocí en persona con los periodistas Abelardo Gómez, Gloria Escobar y el fotógrafo Rodrigo Grajales, en la región del río Tamaná, a pocos días de que culminara el cese al fuego que la guerrilla pactó con Juan Manuel Santos, en diciembre de 2017.

Esa vez a Julio le bastaron unas cuantas horas de charla para dejar sobre la mesa, sin ninguna duda, la misma postura drástica y reacia a las conversaciones de paz de todos los demás comandantes del Frente Occidental: “este país no va a cambiar”, declaró Julio ante los cuatro periodistas que lo entrevistábamos, parafraseando al cura guerrillero Camilo Torres Restrepo: “si el Gobierno no afloja el poder por las buenitas, pues toca por las malitas”.

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Y a mediados de 2022, Danilo Hernández, el penúltimo jefe del frente Cimarrón, enfermó y murió de peritonitis cuando sus hombres no pudieron sacarlo de la selva por la presión de los operativos militares en la zona. Colombia+20 confirmó su fallecimiento con una persona cercana a la guerrilla y con un líder afrocolombiano local, quien aseguró que nadie lo volvió a ver en la región desde el año pasado, aunque su muerte nunca fue anunciada por las autoridades.

De aquel reducto expulsado del Urabá en los noventa que llegó al Chocó quedan nuevas generaciones de combatientes, casi todos chocoanos, en grupos diezmados y acorralados por la ofensiva del Clan del Golfo, que ha logrado arrebatarles el dominio sobre la mayoría del río San Juan, expulsarlos de nuevo del Atrato, como les había ocurrido hace veinte años, y replegarlos hacia el Alto Baudó y el Alto Tamaná.

Sobrevive una última jefa histórica, Emilce Oviedo Sierra “La Abuela”, de quien se llegó a decir que integraría la delegación de diálogos de esa guerrilla que estuvo en México en marzo de este año, algo que Pablo Beltrán desmintió en una entrevista con Colombia+20. Tras una seguidilla de comunicados públicos y la filtración de unas interceptaciones de inteligencia militar, publicadas por Cambio y El Colombiano, en las que supuestamente La Abuela renegaba de las negociaciones con el gobierno de Gustavo Petro, revivieron las dudas acerca de la postura del Frente Occidental frente a la paz.

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Esa pérdida en la línea de continuidad con los comandantes históricos es la que, a juicio del académico citado al comienzo de este reportaje, debería preocupar al propio ELN, pues “siempre hay una posibilidad de que se vuelvan bandoleros”. En su criterio, que el Comando Central de esa guerrilla consiga controlar los reductos debilitados y sin una comandancia clara en el Chocó “es un punto importante para la misma negociación: el ELN tiene que demostrar que allí hay un mando representativo, sino el Gobierno se los lleva por delante”.

Hay también un segundo imperativo, el mismo que le planteó León Valencia a Fabián en su encuentro fugaz de enero de 2017, diciéndole que a pesar de la desconfianza “estaban en la obligación de intentar un modelo de paz con justicia en las tierras que los abrigaban y que había gente dispuesta a ayudarles en ese empeño”.

Camilo Alzate González

Por Camilo Alzate González

Licenciado en literatura de la Universidad Tecnológica de Pereira. Cubre temas relacionados con paz, derechos humanos y conflicto armado.@camilagrosocalzate@elespectador.com

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