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“Gracias a los que me antecedieron por enseñarme”: Sergio Clavijo

En esta nueva entrega de la serie Historias de Vida, creada y producida por Isabel López Giraldo, presentamos una entrevista con el economista Sergio Clavijo.

Isabel López Giraldo
26 de abril de 2023 - 06:08 p. m.
Sergio Clavijo es profesor de cátedra en la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes.
Sergio Clavijo es profesor de cátedra en la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes.

Soy, ante todo, un académico. Me gusta la praxis, por lo mismo, no terminé en una burbuja de cristal en alguna universidad, sino usando mi pensamiento en el mundo práctico de la Banca Central, del sector público. Soy un apasionado de la vida. Me gusta el tenis, la música clásica, vibro con la rumba, con mis nietos. Todo muy mediocre, pero me lo gozo.

Orígenes

Rama materna

Delfina, La Niña Delfi, mi mamá, fue un personaje en el contexto histórico del país. Don Rafael Vergara, mi abuelo, su padre, fue un hombre hecho a pulso, como los de la época. Hacendado acomodado, más no rico. Logró llevar a su familia, de doce hijos, desde la zona de Ovejas, de la cual supimos de movimientos guerrilleros en los Montes de María, hasta Cartagena.

Mi mamá, siendo la mayor de sus hermanos, viajó de Cartagena a Chicago a estudiar, en 1946, sin haber conocido Bogotá hasta ese momento. Fue una de las primeras sociólogas del país, junto a Orlando Fals Borda. Trabajó en el Plan Colombia con Lauchlin Currie. Ascendió entre las petroleras al Banco de Bogotá, porque lo que más le fascinó fueron los temas de las comunicaciones y las relaciones públicas. Como decían en la época, la Niña Delfi era como despierta, en ese sentido, porque nunca se le cortaron las alas. Fue pionera, porque el abuelo tuvo ese espíritu libertario que permitió que ella volara y contagiara a sus hermanos.

Mi madre fue mi faro y también lo fue para mis nueve hermanos.

Rama paterna

Mis abuelos trabajaron en Ferrocarriles Nacionales con un sueldo estable que les permitió brindarles muy buena educación a sus ocho hijos, entre ellos mi padre, quien, sin llegar a ser profesional, aprendió inglés, lo que le permitió trabajar en petroleras. Es por esto que creo que la disciplina, tener un norte claro, una paciencia, una estamina, una garra, permite llegar al objetivo propuesto.

Casa materna

La pareja Clavijo Vergara, mis padres, él Hernando, ella Delfina, criaron diez hijos, nos educaron en colegios privados llevándonos lejos en la vida con un saber, no solo académico, sino también espiritual.

Mis pretensiones académicas tienen un gen marcado por mi mamá. Mi madre, siendo académica, fue muy religiosa. Mi padre, sin ser tan académico, fue muy libertario. Esa mezcla de mundo abierto permitió que, tanto ellos como nosotros, exploráramos la vida sabiendo que la educación era el ascensor que nos permitiría llegar lejos. Sin venir de ninguna alcurnia, sino desde la clase media, entendimos que uno vale por lo que sabe y por lo que hace. Eso fue lo que nos transmitieron: educación comprensiva.

Mi mamá vivió dos etapas en la vida. Una temprana, muy dura, cuando trabajaba mientras atendía diez hijos. Con ella el orden fue, hasta mis diez años, literalmente un palo de escoba en el centro de la mesa sabiendo que era el momento del orden. Hay una anécdota que me cuentan de mi hermano mayor y que no recuerdo bien, dicen que estando sentados a la mesa le dijeron: “O te tomas la sopa o yo te la unto”. Y él contestó: “Mamá, no te preocupes, yo me la unto”. Y se puso el plato en la cabeza.

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La segunda etapa, de diálogos y construcción académica, fue cuando nos instruyeron y nos dejaron saber que en la vida todo hay que construirlo y que lo más valioso es el saber. Recuerdo que los domingos, después de jugar tenis, a las tres de la tarde había un almuerzo bastante generoso y prosopopéyico en que hablábamos del país.

Hermanos

Mi madre siempre me dijo que me crio con la idea de que: “no hay quinto malo”, pues ese es el lugar que ocupo entre mis hermanos. Esa no le salió muy bien, pero era la forma de explicar que no creía en los métodos anticonceptivos, pues, como mencioné, era muy religiosa. Sin ser antioqueña, pasó de la media de siete hijos por hogar. Por fortuna, para esa época el tema de salubridad pública había mejorado mucho y por eso cuando las familias apuntaban a tener ocho para que sobrevivieran cuatro, en mi casa apuntaron a once y sobrevivimos diez. En ese sentido creo que eran unos grandes puntos de contraste. Nuevamente, un espíritu libertario, para nosotros los hijos, pero a nivel de mamá una disciplina muy fuerte y un padre que la acompañaba en esa tarea.

Hernando, mi hermano mayor, es de la cochada de aquellos que querían cambiar el mundo siendo jesuitas, como Mauricio Cabrera o Jorge Iván González hoy director del DNP. Ninguno se terminó ordenando, todos se casaron, tuvieron hijos, pero le sirvieron al país desde la sociología, la psicología de masas y la economía. Mi hermano fue ese faro que tuve, el de tratar de ayudar al prójimo.

Academia

No todo se da de manera lineal en la vida. Fui bastante inquieto, según mis hermanos el más inquieto de todos. Creo que los padres jesuitas, con quienes me crie, coincidieron con la evaluación de mis hermanos porque, a la altura de cuarto elemental, a mis diez años, decidieron que era mejor que yo no regresara al siguiente año académico: en la calificación era indisciplina elevada.

Así me fui a un colegio pequeño que me cambió la vida, en él conté con una atención más dedicada y unos profesores-promotores que me hicieron amar todos los frentes: el deporte, el arte, la ciencia. Como mi madre no se daba por vencida, decidió que después de dos años de “reformatorio” podía regresar al San Bartolomé. Curiosamente terminé dando el discurso de graduación y, sin ser el mejor alumno, no estuve entre los malos.

No tenía muy claro qué quería estudiar. Me sonaba muchísimo Derecho, muy inculcado por mi mamá y su vida enciclopédica, pues sabía griego, latín. Pero, al mismo tiempo, nos inculcó el servicio público, entonces pensaba que podía ayudar a la gente siendo médico. En el in between estaba mi padre que hacía negocios y quien sin ser economista entendía mucho de esta materia. Recuerdo la revista Visión, que impulsaba Lleras Camargo, y la revista Business Week, que llegaban a mi casa y que hojeaba. Me pareció que podía ser interesante.

Por cuestiones de la vida me presenté en Economía en los Andes. Como pasé, no quise desgastarme buscando alternativas.

Intercambio

Por cábalas de la vida me gradué en California en el 72, dado que mi madre sabía de la importancia de estudiar en el exterior por el bilingüismo y por conocer la cultura de otro país. Nos enviaron a todos los hijos a través de American Field Service. Aquí conocí gente muy interesante como a Ana Milena Muñoz, esposa del presidente César Gaviria; a Lucy Wartenberg, esposa de Juan José Echavarría.

Universidad de los Andes

Inicié mi carrera en 1975. Así que, al llegar a los Andes, ya tenía un ánimo muy libertario y encontré la universidad que requería. Formé parte del espíritu revolucionario que se usaba en esa época, como contagio de mayo de 1968. Los años 72 y 73 fueron de revueltas en Colombia. La Universidad Nacional prácticamente estaba paralizada y la Universidad de los Andes, concomitantemente con ella, con una gran caja de resonancia y de inquietud social, hizo que creciera con el mantra de: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”.

Llegó un momento, en 1976, en el que expulsaron a dos profesores y nos pareció que era una ignominia que hubieran hecho eso, entonces nos unimos a las revueltas. Uno de ellos Rubén Jaramillo, lo más parecido a Marx en persona, nos lo enseñó con manuscritos del 44.

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Allí estaban mirándonos, entre otros, el hoy gerente del Banco de la República, Leonardo Villar, y el anterior ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla. Fuimos de los más vocales, nos parábamos en las graderías y Mercedes Sosa nos auspiciaba, con Santiago Montenegro, las revueltas. Curiosamente en la Universidad nunca fuimos cercanos Santiago y yo. Él venía de arquitectura de la Javeriana, entonces no tomábamos cursos juntos. Con el tiempo, la vida nos acercó cuando se fue a trabajar al Banco Mundial, después de su doctorado en Oxford, yo me fui a trabajar al Fondo Monetario. A Santiago lo veo como el hermano contemporáneo.

Fernando Cepeda fue el vicerrector de los Andes que casi me expulsa al encontrarse con nosotros, los revoltosos. Pero manejó el tema de manera muy profesional. Creo que estaba ensayando con nosotros cuando iba a ser ministro de gobierno de Gaviria. Recuerdo que a los pocos que estábamos protestando nos dijo: “¿Usted a quién representa?” Con ínfulas le decíamos que: ¡Al movimiento estudiantil de Colombia! Entonces nos contestó: “¿Dónde lo eligieron, quién lo eligió, dónde está el certificado?” Con esa racionalidad política, el creador de Ciencia Política de la Universidad de los Andes nos fue desbaratando.

Con Fernando tengo un agradecimiento especial que quizás él mismo no sabe, porque nunca se lo he dicho. Nos citó una noche a la casa de uno de sus amigos y nos dijo que escucháramos a algunos de los expulsados de las revueltas de 1972, antes de tomar nuestra decisión de vida. Uno de ellos nos habló, siendo joven como nosotros. Nos hizo sentar cabeza, nos dijo que no fuéramos tan estúpidos de no graduarnos de los Andes por la expulsión de dos profesores, hechos en los cuales nosotros no teníamos velas en ese entierro. Y terminó llorando mientras decía que había terminado con su carrera profesional tempranamente por una causa que no lo justificaba. A muchos nos puso a pensar. Así que, Fernando Cepeda, habiéndolo invitado a él, nos hizo reflexionar y probablemente evitó que algunos hubiéramos terminado en la guerrilla.

Era un mundo del que uno nunca hubiera pensado que de ahí pudiera salir un banquero central, pero en las cosas de la vida terminamos dando un giro temprano hacia el aterrizaje, entre otras, por haberme casado temprano y tener que buscar lo del arriendo.

Esto lo lleva rápidamente a uno a pensar que el mundo no se cambia de la noche a la mañana, aunque yo también tuve veinte años. Ahí fuimos madurando. Claro que hay otros que llegan a la Presidencia de la República y todavía no han superado esa etapa.

Todos cantábamos la mula revolucionaria, canción protesta que venía de Chile. Nos criamos con eso y hoy todavía la entonamos en la ducha, sin que nos escuchen mucho. De día éramos revolucionarios y de noche serenateros, porque le canté a María Claudia, mi esposa. En ocasiones hicimos parte del coro de la Universidad de los Andes. La música ha sido un eje en mí, especialmente la clásica. El hecho es que, para ese entonces, el mundo giraba rápido en muchos frentes.

Posgrado

Fui muy afortunado en haber tenido en el posgrado de profesor de macro a alguien que acababa de llegar de la Universidad de Yale, casualmente muy amigo de José Antonio Ocampo. Me refiero a Juan Carlos Jaramillo Franco, monetarista, banquero central y director de un naciente grupo de estudios en el que me formé y donde me enfoqué en temas de banca central, finanzas y en lo fiscal, me permitió estructurarme siendo recién egresado y cuatro antes del doctorado.

Aquí tuve de colegas a gente tan talentosa como Armando Montenegro, un poco mayor, pero no mucho, el inspirador más cercano, porque fue ese modelo que uno tiene para decirse: “Cuando crezca quiero ser como él”; más que papá, era como el hermano mayor. Además, coincidimos en el Banco de la República. Siempre hemos tenido una gran empatía. Pero también a Roberto Steiner quien llegó temprano al Banco de la República; lo conocimos como el Pato Steiner, gran futbolista. En el mismo equipo estábamos, por el ala izquierda, el increíble zurdo Roberto Steiner; en el arco, Hernando José Gómez, a quien le metían pocos goles y yo ayudaba en la defensa. En el otro equipo, Gerardo Hernández, el jurídico del Banco de la República. Así que todos tuvimos también veinticinco años y movimos la pelota. Ya no tanto.

A José Antonio lo conocí en los Andes. Él llegó un año después de que yo lo hiciera, en el 76, recién graduado de la Universidad de Yale. Yo no sabía, pero su gran amigo era Juan Carlos Jaramillo, mientras que José Antonio era un historiador, un hombre que pensaba las doctrinas económicas. De hecho, lo conocí como neo ricardiano, quien había estudiado a fondo el pensamiento marxista, lo que generó gran resonancia en mí. De allí que, probablemente él accediera a ser mi director de tesis de historia, al mismo tiempo fue el director de tesis de historia de Santiago Montenegro.

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Cuando Ocampo y Montenegro eran asesores cafeteros uno veía el de izquierda y el de derecha. Nuevamente me sentí muy cómodo en el centro escuchándolos. Con José Antonio tengo gratitud y ese péndulo político de no haberme gustado lo que ocurrió cuando el 8.000 de Samper. Admiré más a Perry por su renuncia. Siempre tuve ese resquemor de por qué no había renunciado Ocampo, pero hay que darle los créditos de que hoy está haciendo una gran labor tratando de tapar todos los auto goles que se mete la administración Petro en reformas laborales, pensionales y de salud que creo van en la dirección errada. ¡Qué bueno tener a Ocampo tratando de atajarlos!

Asesor cafetero

Regresé de Washington en el año 92 como asesor cafetero por tres años. Eran los años de Miles Frechet, cuando se rompió el acuerdo internacional del café que venía trastabillando entre los años 91 y 92. Es en el 93 cuando dejaron de regir las llamadas cláusulas económicas de cuotas del café, lo cual hace entonces que las exportaciones de Colombia caigan, porque la gente sustituye café suave de Colombia por robusta y viene una crisis muy fuerte.

El gobierno tuvo que salir a brindar apoyo al Fondo Nacional del Café. Nos tocó reestructurar la deuda cafetera, de la mano de varios senadores, y a la Caja Agraria, que estaba quebrada. Esos tres años fueron de profunda crisis y motivaron el libro que escribí con José Leibovich y con Carlos Felipe Jaramillo sobre el mundo cafetero frente al mercado libre.

Colombia nunca había tenido desde los años cincuenta un mercado libre, el mismo que fue preciso reinventar. Tanto la institucionalidad como los cafeteros tuvieron que salir a competir por la prima de café colombiano. Eso salió bien, sin embargo, los huecos fiscales fueron gigantes, la Flota Mercante Grancolombiana se quebró, varias de las instituciones, incluyendo el Banco Cafetero, requirieron inyecciones de capital. En esto Rudolf Hommes nos guio para hacer un salvataje cafetero que permitió dar ese tránsito que hace que la Federación se desligara del fisco colombiano y que ahora esté navegando por sí sola.

Misión de gasto público

Para el momento en que fui asesor cafetero, se vio la necesidad de pensar las finanzas públicas a fondo. Guillermo Perry y José Antonio Ocampo organizaron la Misión de gasto público que dirigía Gabriel Rosas y cuya secretaría técnica hacía Olga Lucía Acosta, hoy en el Banco de la República. Llegué a conformar el equipo brindando apoyo técnico. Me dediqué por dos años a estudiar la problemática fiscal, especialmente de gasto público. Creo que muchas de las recomendaciones que están allí siguen teniendo gran vigencia. Por ejemplo, recomendamos que la Contraloría General de la República no fuera una institución de Mamut, pues tenía seis mil funcionarios y estaba altamente politizada. Recomendamos el modelo que operaba en España, tribunales de cuentas ágiles que se montan para estudiar determinadas instituciones. Por supuesto, los de la Contraloría no nos quisieron mucho porque tratamos de cortarles alas burocráticas y a ellos lo que les gusta es ensanchar su incidencia política.

Durante ese período también escribí el libro sobre finanzas públicas que, por fortuna, llegó lejos. Fue lanzado en la FILBO de la época, 1998, como el mejor en economía.

Banco de la República

Tengo muchísimas anécdotas relacionadas con la crisis de 1982, la famosa crisis mexicana y cómo Colombia aprendió del manejo de la deuda de México. El programa Ficorca, que en nuestro país fue muy conocido a través de la Resolución 33 de 1984, permitió rescatar a aquellos que estaban endeudados en dólares.

Ha sido una fortuna haber estado en el Banco de la República aprendiendo de esos temas de crisis cambiarias y bancarias. Este bagaje me permitiría llegar a manejar la crisis hipotecaria fuerte que tuvo Colombia en los años 98 y 99, la más grave antes de la pandemia. Lo hicimos bajo la guía de Juan Camilo Restrepo como ministro de Hacienda.

Se enfrentaron temas como la flotación bancaria, el problema con el Fondo Monetario, la llamada llanta de repuesto del año 99 que le permitió al país salir airoso de unos momentos difíciles, tanto en los aspectos monetarios como en los de orden público. Vivíamos en un Estado semi fallido debido al asedio del narcotráfico y de la guerrilla. Es como si se hubieran alineado todas las estrellas negras, porque también se presentó el terremoto en el Eje Cafetero.

De aquí surgió el famoso cuatro por mil, inicialmente dos por mil. Fue pensado como temporal de un año, pero el Congreso, no solo lo subió a causa del terremoto y desvió los recursos del sector financiero hacia el apoyo de los cafeteros, sino infortunadamente lo dejó de forma permanente. Hemos completado veinticinco, casi treinta años, de un cuatro por mil que, desafortunadamente, invita a la informalidad y ahuyenta a la gente del sector financiero tratando de evitarlo. Obviamente se han tomado medidas de tipo financiero y fiscal, permitiendo que la gente descuente casi diez millones de pesos para evitar que afecte a la clase media y media baja, pero aun así está el estigma de cruzar el sistema financiero.

Ha sido tradicional el hecho de que el viceministro de Hacienda sea el lazo comunicante entre su Ministerio y el Banco de la República. De manera conjunta dimos peleas con el desmonte de la atadura de la corrección monetaria a la DTF, la que, sin lugar a dudas, fue un grave error. También nos correspondió en ese momento remozar en Fogafín para poder manejar una crisis financiera de ese tamaño. Hubo un matriarcado, mujeres maravillosas, como Sarita Ordóñez, Fanny Kertzman, Gloria Inés Ramírez en la Tesorería de la Nación, Ligia Helena Borrero como secretaria privada de Juan Camilo Restrepo.

Fueron cinco años en esta institución, con períodos muy difíciles con la llegada del gobierno Uribe en el 2002. En ese momento el senador Luis Guillermo Vélez estaba impulsando una reforma tributaria: condicionó al gobierno de Uribe la aprobación siempre y cuando se lograra que el Banco de la República le diera un crédito al gobierno. Recordemos que ese crédito requiere la unanimidad de los siete miembros de la Junta Directiva. Algunos colegas concluimos que no se requería, porque Colombia todavía tenía abierto el acceso a los créditos de las multilaterales y podía colocar TES.

Nosotros hemos creído que los créditos al gobierno deben ser instancias de último recurso, cuando se le cierran los créditos, y eso no estaba ocurriendo. Era más un capricho del senador Vélez, que en paz descanse. Tanto el ministro Carrasquilla de la época, como el presidente Uribe, le hicieron juego político. Por lo menos yo, les di señales claras de que no se molestaran en enviar la carta solicitando el crédito porque tenían un voto negativo, por eso se abstuvieron de hacerlo. El país salió airoso sin necesidad de este embeleco. Afortunadamente, también se aprobó la reforma tributaria.

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Quedó la lección de que hay momentos en los cuales la tecnocracia tiene que pararse muy firme frente al Congreso de la República para hacerle entender que, muchas de las propuestas que hacen de tinte político, podrían empañar el momento macroeconómico. Soy un convencido de que eso es exactamente lo que le está ocurriendo al propio Ocampo con Petro, está teniendo que ilustrar que hay muy malas ideas en circulación y que no son necesarias, como la reforma a la salud, acabando con la iniciativa del sector privado y su buena gestión, o acabar con los fondos de recursos de ahorro administrados por las AFP, otra muy mala recomendación, o el embeleco del presidente Petro recomendando acabar con las concesiones viales, y muchas otras, que han permitido construir buenos aeropuertos bajo este esquema que se fundamenta en la idea de que si no hay dineros públicos, puede haber dineros del sector privado que se pagan a través de los peajes a treinta años, así se terminan construyendo las vías y aeropuertos que el país necesita hoy.

Mi permanencia en la Junta fue de solo cinco años porque en ese momento se daba el cambio de dos miembros que podía nombrar el gobierno. Para mí era claro que, dada la oposición que hice al crédito del gobierno, era uno de los candidatos a salir, como en efecto ocurrió. Salió también Salomón Kalmanovitz, quien ya había completado doce años.

Salomón fue uno de los íconos, siendo en sí mayor, cuando nosotros éramos trotskistas. Era la forma de ser uno de ellos, de ser serio: a través de la investigación, mirando los números. Se hizo una labor maravillosa especialmente en el frente agrícola, documentando y generando una escuela importante en varias universidades incluyendo la del Valle.

Después le perdí el hilo y me lo volví a encontrar cuando ambos fuimos codirectores del Banco de la República. Allí reconocí a un Salomón transformado, diría que para bien. En ese sentido, se está bien porque siempre se ha sido consistente o se está bien porque se cambió. Cada cual sacará su balance. Lo mío fue tan efímero en términos izquierdistas de los veinte a los veintidós años que creo que profesionalmente siempre he sido consistente. Pero eso no habla mal ni bien de nadie.

Probablemente en materia de comercio internacional estoy más por la apertura, sin que haya sido exitosa en Colombia por múltiples razones. Estoy más cerca de los mercados que de la intervención estatal exagerada. Reservo la intervención estatal necesaria para casos de mercados fallidos y puntuales. Pero, evidentemente, en la medida en que crece la concentración del capital y se amenaza la creación de oligopolios colusivos, el Estado tiene que ser, no interventor, sino regulador y supervisor cada vez más fuerte. Creo que ese es el debate hoy día, no tanto el de si abrimos o cerramos la economía. Este es un debate interminable.

Asociación Nacional de Instituciones Financieras – ANIF

Después de mi salida del Banco, me empecé a preguntar para dónde iba a coger, cuál era mi futuro, y se me abrieron dos o tres opciones. Una de ellas, la más interesante, dirigir ANIF, institución que, de la mano con Fedesarrollo, ha hecho una gran labor de investigación y de ventilación de buenas políticas públicas.

Siendo ANIF un centro de estudios que está financiado por el sector financiero, no se preocupa únicamente por su sector. Es algo que siempre han dicho los banqueros, que a la economía toda le vaya bien, hace que al sector financiero le vaya bien. Por lo tanto, la fabricación, ingenio e implementación de políticas públicas que beneficien transversalmente a la economía, redunda en un sector financiero sólido. Por eso ANIF ha tenido un gran historial de estudio de infraestructura: si hay vías, distritos de riego, buenos aeropuertos, se refleja en la economía.

Son famosos los estudios sobre la Orinoquía. Aún antes de que nosotros llegáramos, ya se había ventilado la idea, a instancias del doctor Luis Carlos Sarmiento, de pensar en esa otra mitad de Colombia, saliendo de las montañas para llegar al Llano donde hay grandes desarrollos por hacer en cultivos, no únicamente en ganado. Los estudios muestran cómo fincas de agroindustria, son lo que ha mostrado el éxito del Brasil que mezcla cultivos de diferente tipo, con ganadería, con porcicultura, una forma de pensar el desarrollo de Colombia y ANIF se dedicó muchísimo a estudiarlos yendo más allá del sector netamente financiero.

Cuando estaba en el Banco de la República me tocaron cinco años del gobierno de Uribe, estando en ANIF el resto de su período, como los ocho años de gobierno de Santos y dos de Duque. Pienso que quizás, la parte más estimulante de todos ellos fue ayudar en el contrapunteo del proceso de paz. Hicimos unos estudios de los costos y de lo que realmente iba a pasar con este. Creo que se cumplió lo que pensábamos, que era muy positivo: desmovilizar quince mil personas en armas frente a las treinta y cinco mil que ya se habían desmovilizado con el inicio del proceso de la administración Uribe (paramilitares) y en la de Santos (guerrilla). Este fue un gana, gana. Curiosamente después de tantas peleas entre ellos, ambos terminaron haciéndole el beneficio de consolidación del proceso de paz.

También hicimos numerosas advertencias. Que el Estado no haga presencia con infraestructura, distritos de riego y mejores oportunidades, será efímero, como evidentemente ha ocurrido. Según las últimas cuentas, hoy tenemos cerca de diez mil hombres en armas, cinco mil de ellos del ELN y otros cinco mil del narcotráfico. Así que, ese proceso de paz de alguna manera salió regular en el sentido de no haber sembrado vías de paz y al haber dejado que escalara el narcotráfico, prácticamente triplicándose las áreas de cultivo de coca, alcanzando doscientas diez mil, inclusive bajo el gobierno de Duque, pues se ha complicado terriblemente todo.

Estamos en el 2023 tratando de bajar de las ciento ochenta mil hectáreas que se registraron el año pasado y viendo cómo volvemos a enfrentar diez mil hombres en armas que están atentando contra el Estado. Así que, ese proceso fue muy movido, largo, complejo, con reformas constitucionales, pero fallamos todos en la dotación de presupuesto para dar alternativas diferentes a las del narcotráfico.

Le recibí a Fabio Villegas quien después de dos años decidió que quería la gerencia empresarial, entonces pasó a presidir Avianca, donde hizo una labor que todos los colombianos le reconocemos, por su gran gestión. Pensé que estaría dos años. Cuando llevaba cinco, me dije: “¿Qué hago todavía acá?” Realmente el puesto era muy entretenido en términos de difusión como de investigación. Cuando completé diez, pensé que la Junta Directiva se había olvidado de mí, pero realmente lo que manifestaba era que estaban contentos con la tarea que adelantábamos. Ya para esa época había superado el récord de seis años que tenía Javier Fernández Riva de permanencia en el cargo. Cuando completé quince y me dijeron que tal vez era hora de irme, no pude estar más de acuerdo. Era la hora de darle el paso a las nuevas generaciones. Evidentemente, ahora están haciendo buena labor, Mauricio Santamaría en ANIF y Luis Fernando Mejía en Fedesarrollo, profesionales de altísimas competencias y muy bien formados en la academia.

Banca central, política monetaria y mercados fintech

Salí de ANIF en diciembre de 2019 y aparece la pandemia en febrero del 2020. Cuando estaba con la idea de dedicar medio tiempo a la academia, cosa que pude hacer de manera virtual, aparece el gran desarrollo y la agilización de la expansión del mundo Fintech.

Siempre he querido poner en blanco y negro lo que hemos ido aprendiendo durante cuarenta años. Al comienzo, en la Universidad de los Andes dictando macro y posteriormente economía y política monetaria. Hoy, ya como una opcional entre monetaria y mercados Fintech. He aquí que apareció la pandemia que nos dio la oportunidad de sentarnos a escribir. Conté con la ayuda de uno de mis estudiantes brillantes, como lo es Nelson Vera, porque sin él, el libro Banca Central, política monetaria y mercados Fintech, no hubiera podido ver la luz. Nos tomó tres años escribir lo que aprendí en cuarenta.

Realmente imaginamos que tendría que repensarse el mundo financiero y la gran pregunta que nos hacíamos era, con todo el desarrollo de los mercados digitales, cómo cambia el mundo de los bancos de hace doscientos años, cuando nos imaginábamos que había dos ventanas, la de captación y la de préstamos, y cómo el mundo se estaba revolucionando. De eso se trata la obra en cuatrocientas veinte páginas y que se titula Banca Central, política monetaria y mercado Fintech.

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Tal vez tiene un valor agregado, es la última parte de su nombre. Tiene que ver con la manera como unimos los mercados Fintech, con todo lo que hemos aprendido desde James Tobin, Carlos Jaramillo, José Antonio Ocampo, quienes estudiaron con él, para evidenciar si estos han ido cambiando.

La Banca Central coincide con el centenario del Banco de la República que en 1923 la misión Kemmerer tuvo esa gran idea, no solo en Colombia, sino en muchos países del mundo, la de crear bancos centrales. Recordemos que el Federal se había creado tan solo diez años antes, en 1913. Colombia está cumpliendo este año el centenario, entonces le coqueteamos a varios de esos patrocinadores, desde el Banco de la República, Asobancaria, Felabán y a la Bolsa de Valores, para poder incluir un capítulo sobre el mercado de capitales.

Este libro va a salir de la sala de partos, casualmente a finales del mes de abril. Nos hemos dedicado en los últimos seis meses a realizar las pruebas del libro. Estamos confiados que esta coincidencia va a permitir ventilar estas ideas a un público amplio que incluye los especialistas del sector financiero, de la banca central. Esperamos estar aportando algo al pensar en las implicaciones del mundo digital para la banca tradicional.

Persoanjes mencionados en el libro

Leonardo Villar

Leonardo es menor. Es uno de esos hombres precoces, junto con Alberto Carrasquilla, quienes en la Universidad miraban el movimiento estudiantil, tal vez ellos de forma más madura que nosotros.

Con Leonardo hemos tenido una simbiosis porque al principio era del bando enemigo. Nosotros decíamos, entre los neoliberales, que era el niño adoptado de los cepalinos. He aquí que fue creciendo de la mano con Guillermo y con Ocampo. Con razón todos ellos lo apreciaban mucho. Después se volvió para mí una persona muy admirable porque logró transitar de forma muy objetiva por ese centro.

En el Banco de la República fue uno de mis grandes aliados en la defensa de la flotación cambiaria. Aprendí muchísimo y tuve una gran empatía cuando él era viceministro técnico y yo era asesor cafetero, siendo él, obviamente, la mano derecha de Guillermo Perry. Ahora nos vemos y nos hablamos menos, pero tenemos unas profundas coincidencias estructurales, después de haber aprendido, él y yo, durante cuarenta años, que la economía probablemente tiene demasiada ideología y que requiere mucho más de praxis.

Siempre lo he admirado como músico, a los flautistas como José Leibovicht, con quien jugábamos ajedrez, a Leonardo Villar con quien nos encontrábamos en los conciertos en la Luis Ángel Arango. A través del coro de los Andes, con ellos y con Marta, la esposa de Hernando José Gómez, hemos tenido una gran empatía musical.

Hernando José Gómez

Tengo dos hermanos, uno, Armando Montenegro, el otro, Hernando José Gómez. Hernando José ha sido mi pana, en el sentido de que, siendo menor que nosotros, se graduó primero, Cum Laude. Me lo encontré en el Banco de la República siendo muy jovencito. Siempre ha sido una guía.

Fuimos creciendo en el grupo de estudios del Banco de la República, donde nos criamos todos. Nos encontramos cuando él hacía su doctorado en la Universidad de Yale. Al regreso seguimos muy de cerca en el mundo académico y nos hemos seguido topando. Siempre le pregunto si ya es hora de que él se levante para que yo me siente en la silla caliente de él porque como que le he ido siguiendo los pasos: asesor cafetero, en el grupo de estudios del Banco de la República...

Hernando José ha sido, sin proponérselo, un mentor. Tiene también un perfil académico admirable. Es uno de mis grandes amigos así que aprovecho para agradecerle a él y a Marta toda el eco y la resonancia que hemos tenido a través de los hijos.

Juan Pablo Córdoba

Con Juan Pablo he tenido interacción muy importante en los quince últimos años que estuve en la Junta Directiva de la Bolsa de Valores, peleando contra todo tipo de inconvenientes globales, locales y él empecinado en sacar adelante. Ojalá logre esa fusión que está gerenciando con Perú y Chile. Estamos muy bien representados por alguien muy entendido en materia de mercado de capitales.

Con su hermana Rosario, nuevamente a través de asesores cafeteros tuvimos mucha relación en la época de Armando Montenegro. Nos hemos encontrado en muchas trincheras desde la gestión del sector público, ella en el Consejo Privado de Competitividad.

Giorgio Tretternero

Giorgio Tretternero es un peruano maravilloso, quien ha vivido en Colombia, entiendo yo, más de dos décadas. Giorgio desde FELABÁN acogió la idea de usar esa sombrilla latinoamericana para ayudarnos a auspiciar el conocimiento del libro. La secretaría de la Federación ocurre en Bogotá. Lo conocí desde ANIF e hicimos muchos proyectos, entre ellos, de banca digital. Fue uno de los grandes patrocinadores de este tema.

Virgilio Barco

Virgilio Barco fue el ícono de mi padre. Mi padre fue siempre liberal y gran admirador de Lleras Restrepo. A través de ese mundo llegué a la gente más cercana a Barco, todos admirables, como Germán Montoya, María Mercedes Cuéllar, tantos otros que, como Rudolf Hommes, estaban fraguando las políticas promercado, eso que después se volvió muy negativo, pero que no lo es: el tema de menos Estado y más sector privado. Hoy se conoce como neoliberalismo, el mismo que este gobierno de Petro, supuestamente, también quiere restituir en términos de la estatización de la salud, de las pensiones y demás.

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Todo lo que sembró Barco con su espíritu libertario, treinta años después está siendo cuestionado, no solo en Colombia, sino en Chile y en América Latina en general. Son momentos de péndulo político, moviéndose del centro hacia la izquierda.

Alfonso López Michelsen

A Alfonso López lo vi de lejos una vez. Pero, de la misma manera que Barco, inspiró políticas, sobre todo tributarias. A través de estas conocí a Guillermo Perry, él muy jovencito trabajando en la DIAN. Esas políticas tenían el hilo conductor del Partido Liberal modernizante en Barco y más adelante en César Gaviria. Han sido la inspiración de la praxis que comentaba anteriormente.

César Gaviria

Supe de César Gaviria por ser esposo de Ana Milena. Lo conocí a través de Rudolf Hommes en el famoso Club Suizo. Ante la muerte de Luis Carlos Galán terminamos, sin pensarlo, ayudando en su campaña. En la calle setenta y pico hicimos varias reuniones que sirvieron para lo que después fue su gobierno. Obviamente el director de orquesta programático fue Hommes.

Luis Carlos Galán

Me parecía admirable como ministro de Educación siendo tan joven, por su gran resonancia con la juventud. Nos gustaba su perfil, su trayectoria, su programa general, el mismo que no estaba muy definido hasta ese momento. Lo conocí como el hombre revolucionario a través de las regalías de Carbocol. Sin lugar a dudas terminó inspirando la Constitución del 91. Y, como siempre, no sabemos si hubiera hecho una buena gobernanza. Nunca sabremos si Luis Carlos Galán hubiera sido un buen presidente de Colombia.

Guillermo Perry

Guillermo fue un tipo admirable. Cuando yo era revolucionario supe que él había estado en el MOIR, solo le faltó descalzarse e irse a vivir con los campesinos, cosa que sí hizo su hermano Santiago, según entiendo. Hasta ahí había una simpatía izquierdista. Pero, cuando entré al Banco de la República y fui girando de la mano de Juan Carlos Jaramillo, mi mentor, también de Hommes y de Montenegro hacia el centro o según algunos hacia el centro derecha, me fui alejando de Perry.

Siempre ha habido la polémica de si la apertura o no apertura, la polarización de juventud entre neoliberales y cepalinos. Guillermo era la antítesis de Rudy. Afortunadamente, ninguno de los dos se vinculó a su rencilla personal, cosa que agradecimos. Después, curiosamente me fui acercando a Perry, al haber sido yo asesor cafetero, primero de Rudy e inmediatamente después de Guillermo.

De Perry hay que admirar su amor por la política, el hecho de haber sido constituyente, un tecnóctata que impulsó desde el año 76 reformas tributarias admirables.

Me he sentido en la vida muy bien acompasado de ese estéreo de izquierda, de derecha, que me ubica en el centro. Pero ahí donde se ven, Rudy y Perry, grandes amantes de la democracia.

Rudolf Hommes y María Mercedes Cuéllar

Los grandes inspiradores desde la Revista Estrategia, creadores del kínder que después utilizaría muy bien Gaviria para implementar la Constitución del 91. Ese kínder en el que nos llevaban de la mano. Rudy, sin tener una penetración política directa, fue un director de orquesta. Veo a Rudolf como un papá, a María Mercedes como una mamá.

Miguel Urrutia

Admirable. Miguel fue mi profesor de historia, muy motivacional, con preguntas pragmáticas. Ahora que me preguntas por él, aprovecho para enviarle nuestros agradecimientos intergeneracionales. Miguel probablemente no lo sabe, pero fue mi profesor y profesor de mis tres hijos. Así que, todos los economistas Clavijo y Clavijo Muñoz nos hemos beneficiado de la motivación y de ese gran amor que transmite Miguel por la historia, especialmente. Así que, ¡gracias, Miguel!

Jorge Humberto Botero

Jorge Humberto ha sido, además de facilitador, un gran amigo. Cuando regresé a Colombia en 1991, me encontré con él cuando era presidente de Asofondos. Me llevó en alguna ocasión a un foro con periodistas y, desde entonces, no hemos parado de hablar y yo de aprenderle. Para mí es de esos personajes extraños y admirables que son los abogados economistas, de los cuales hay no más de diez quienes han prestado gran servicio al país, entre ellos, Gerardo Hernández, Alejandro Linares, Hugo Palacios y Jorge Humberto Botero.

A Jorge Humberto le digo que es mi asesor constitucionalista de cabecera, luego qué interesante contarlo de amigo, porque, además, es de esos hombres enciclopédicos que ya no hacen, no solo en la novela, en la literatura, en el análisis, porque le fascina la poesía. Le ha prestado un servicio enorme al país como ministro. Tal vez el cargo más admirable y menos reconocido ha sido secretario privado del presidente Barco cuando las balas le apuntaban a todos ellos, cuando las bombas los querían hacer echar para atrás el tema de la extradición.

Así que, Jorge Humberto Botero es el gran amigo de nosotros los economistas, pero yo me precio de ser de su círculo cercano o eso pienso. Lo queremos mucho a él y a Margarita. Es de esos modelos que deberían empezar a hacer, ojalá Tesla, porque es multipropósito y con baterías inagotables.

Juan José Echavarría

Conocí a Juan José Echavarría como profesor de econometría, muy jovencito llegó a enseñarnos, lo hacía muy bien. Su carrera exitosa vía Fedesarrollo hizo que nos volviéramos a juntar. El mundo del tenis nos acercó, aunque no lo suficiente. Nuevamente nos juntamos, él como gerente del Banco de la República. Admirable su carrera, además de ser una persona con don de gentes, creo que no tiene un solo enemigo.

Eduardo Lorca

Eduardo iba un poquito adelante en el colegio San Bartolomé la Merced, no lo alcancé a conocer ahí, pero fue uno de esos brillantes bartolinos que iba abriendo camino en Asobancaria, se ganó la London School y ha sido en Fedesarrollo una contraparte muy importante de ANIF. Así que todos crecimos admirándolo. Lástima que se nos fuera tan temprano del país.

Mauricio Cárdenas

Mauricio fue mi alumno. Ha hecho una carrera admirable en todos los frentes pasándose de cartera en cartera y culminando con una gestión en el Ministerio de Hacienda muy admirable. Con él he sido menos cercano, por cuestiones de la vida, aunque sí lo fui a su padre, pues me tocó trabajar con él tres años como asesor cafetero y Jorge como gerente de la Federación.

Mauricio Santamaría

Mauricio también fue mi alumno, después creció el enano, como le dicen. Llegó al Ministerio de Salud y está haciendo una labor maravillosa en ANIF.

Alejandro Vera

Alejandro, mi mano derecha en ANIF por muchos años. Ahora está en Asobancaria, echando ese buque para adelante con una gran disciplina y haciendo una gran carrera.

Luis Fernando Mejía

Desde Fedesarrollo Luis Fernando está haciendo una labor maravillosa, tratando de ayudar a atajar tantos goles después de haber pasado por el DNP y el Ministerio de Hacienda.

Esposa e hijos

María Claudia, girardoteña por accidente pues su familia es de Cali, se crió en Bogotá. Es la mayor de tres hermanos. Una mujer maravillosa, con cinco en paciencia porque me ha sabido llevar. Yo digo que obtuve un PhD, pero ella un PhT, es decir, pushing husband through, pues siempre me estuvo empujando por el camino de la vida.

Me ha sabido guiar, por lo que le estoy muy agradecido, es fuente de consulta en las decisiones más profundas. Como en el fútbol, ella tiene mi pase, y así fue, literalmente, cuando me ofrecieron varios cargos públicos, porque nunca tomé una decisión sin consultarle.

Realmente la economista de la familia ha sido ella, pues yo siempre le ponía el corazón a las decisiones, al querer trabajar en algo, pero María Claudia terminaba haciendo las cuentas para concluir: “Con eso no vivimos ni educamos a los hijos de la manera en siempre me has dicho que quieres hacerlo”.

Ha sido una mujer maravillosa, tenemos tres hijos y hoy día seis nietos para quienes es la nonna que los consiente. Así que la vida me ha tratado bien con esa gran lotería que me gané con ella, porque, ella conmigo…, no tanto.

Laura

Laura, mi hija mayor, tiene una carrera larga y fructífera en la Superintendencia Financiera, estuvo en el exterior donde se graduó como economista. Le gusta lo que hace a nivel macro prudencial. Recientemente se vinculó a Bancolombia después de haber estado casi toda su vida profesional en el sector público.

Irene

Irene, mi segunda hija, compró el tiquete del papá, ese de que había que hacer un doctorado, y terminó graduándose de PhD en el Paris Study of Economics. Hace evaluaciones de impacto. Es la más socialista, porque trabaja con los pobres. Estuvo vinculada al Banco Mundial. Hace consultorías.

Mateo

Mateo nació seis años después de Irene. Es economista, el más Wall Street. Trabaja en Goldman. Vive en Nueva York hace diez años.

Así que los tres hijos de alguna manera son tres versiones mejoradas y diferentes del papá.

Cierre

Así que estas son generaciones que lo van superando a uno y de las cuales todos vamos aprendiendo. Nosotros los viejitos podremos bajar tranquilos al sepulcro, porque ahí vienen empujándonos unos que son mejores que todos nosotros. Muchos colombianos muy valiosos con muchos kilates aplicados tanto en la academia como en la praxis. Todos tenemos ese mantra de no solo qué sabemos, sino para qué sirve.

Gracias a todos por existir, a los que me antecedieron por enseñarme y a los que vienen detrás por la paciencia.

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Por Isabel López Giraldo

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Eduardo Sáenz Rovner(7668)25 de mayo de 2023 - 06:40 p. m.
Eduardo Sáenz Rovner, "La universidad colombiana: entre el modelo y la receta", https://revistas.unal.edu.co/index.php/innovar/article/view/19409/20362, INNOVAR, revista de ciencias administrativas y sociales, Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Nacional de Colombia, 1999.
  • Eduardo Sáenz Rovner(7668)25 de mayo de 2023 - 06:41 p. m.
    Reseñas de los libros; The pleasures of academe: a celebration and defense of higher education. James Axtell. / Crisis en la educación superior. Constanza Cubil/os Reyes. / Chile's free-market miracle: a second look, the institute for food and development policy. Joseph Collíns, John Leer. / Una visión de la Universidad. Francisco Pizano de Brigard. / Política fiscal y estado en Colombia. Sergio Clavijo.
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