El posible nombramiento de Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente Jair Bolsonaro, como embajador de Brasil en Estados Unidos ha provocado cierta perplejidad y muchos interrogantes acerca de lo que pasará con la Política Exterior de Brasil.
Desde la llegada del presidente Jair Bolsonaro al Palacio del Planalto, su política exterior no ha dejado de sorprender tanto en el discurso como en la praxis. En apenas siete meses de gobierno se ha distanciado de los principios clásicos la política exterior de Brasil, históricamente considerada una política de Estado y no de gobierno.
Ver más: A Sergio Moro, héroe anticorrupción de Brasil se le cayó la máscara
La política exterior pragmática, de bajo componente ideológico, con un cuerpo diplomático altamente profesional y preparado parece dar un giro bastante complejo. De un Brasil “soft power”, con gran capacidad de mediación y de diálogo con distintos actores, Brasil retrocede y define su posición internacional acerca de temas relevantes, instrumentalizando una diplomacia fuertemente influenciada por ideología, religión y familia. Una contradicción estructural cuando si se considera que el Estado brasileño es laico.
Eduardo Bolsonaro, actualmente diputado federal (PSL- SP) cumplió 35 años el miércoles pasado, edad mínima para ser nombrado Embajador, pero su experiencia internacional, en sus propias palabras, indica que él no tiene la preparación necesaria para ocupar este puesto: “Ya hice intercambio, he preparado hamburguesas allá en Estados Unidos, en el frío de Maine, estado que tiene frontera con Canadá. En el frío de Colorado, allá en una montaña, perfeccioné mi inglés”.
Ver más: Corte Suprema de Brasil criminaliza la homofobia
Desde la salida del Embajador Sérgio Amaral en abril de este año, el puesto está vacante. Ahora con el desarrollo de los acontecimientos, se puede concluir que la vacancia fue intencional para que Eduardo Bolsonaro alcanzara la edad mínima permitida para ocupar el puesto de Embajador. Incluso, algunas fuentes cercanas al Palacio del Planalto afirman que desde el gobierno de transición ya se pensaba en este nombramiento.
Algunos medios han afirmado que tan pronto el presidente Bolsonaro habló de esta posibilidad, el presidente Trump se manifestó diciendo que de pronto también nombraría su hijo Embajador de Estados Unidos en Brasil. Sin embargo, hasta el momento son apenas rumores.
Si se confirma la postulación de Eduardo, su nombre deberá ser enviado a la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, órgano responsable por nombrar un relator para estudiar su hoja de vida. Posteriormente, ocurrirían dos votaciones: la primera en la Comisión y, posteriormente, una votación secreta en el plenario del Senado.
Ver más: Cuando la política hace cojear a la justicia en América Latina
El nombramiento de un hijo como Embajador en Estados Unidos tiene un precedente: Según Ópera Mundi, “el rey de Arábia Saudita nombró a su hijo Khalib bin Salman como embajador en Washington. Él se retiró del puesto en 2019, por sospechas de involucramiento en el asesinato de Jamal Khashoggi". Un antecedente nada alentador.
Ayer, el Presidente Jair Bolsonaro, durante un homenaje al Comando de Operaciones del Ejército en la Cámara de Diputados afirmó que “Brasil necesita de una quimioterapia. Y estamos haciendo juntos esta quimioterapia para que Brasil reaccione”. En esta ocasión defendió la postulación de su hijo y restó importancia a las críticas de los medios.
Ver más: Máximo Tribunal de Brasil reabre debate sobre liberación de Lula
Tristes días estos, de un proyecto de Brasil tan limitado, incoherente, sin rumbo, de debilitamiento de las instituciones y deconstrucción nacional.
Buenos tiempos aquellos en que Itamaraty (Ministerio de Relaciones Exteriores en Brasil) era considerado el “guardián de la memoria histórica y de las tradiciones diplomáticas del país a la luz de la Constitución”.
Alguien podría decir al Presidente que para ser Embajador de Brasil en Estados Unidos no es suficiente ser invitado a jugar golf con la familia Trump.
Profesora Universidad Externado de Colombia