Guantánamo tiene un problema nuevo: los presos que envejecen

Los prisioneros de Guantánamo viven las consecuencias físicas y psicológicas de los muchos años de tortura y prisión. Pero, además, ya padecen enfermedades típicas de la vejez y la cárcel no cuenta con las instalaciones para prestarles la atención necesaria.

Carlos Rosenberg / The New York Times Services
29 de abril de 2019 - 07:40 p. m.
Incluso antes de que la mayoría de los prisioneros alcancen la vejez, la prisión ha enfrentado los retos de ofrecer atención médica sofisticada con las restricciones impuestas. / Pixabay
Incluso antes de que la mayoría de los prisioneros alcancen la vejez, la prisión ha enfrentado los retos de ofrecer atención médica sofisticada con las restricciones impuestas. / Pixabay

Aún no se le diagnostica demencia senil a nadie, pero ya se aproximan los primeros remplazos de cadera y rodilla. También las rampas para sillas de ruedas, las máscaras para el tratamiento de la apnea del sueño, pasamanos en los muros de las celdas y, quizá, diálisis. El orden del día contempla un hospital de cuidados paliativos.

Más de 17 años después de elegir la base militar estadounidense en Cuba como “el lugar menos malo” para encarcelar a los prisioneros de los campos de batalla en Afganistán, después de años de debates vehementes por los derechos de los detenidos y la opción de cerrar la prisión, ahora el Pentágono planea que los sospechosos de terrorismo que siguen detenidos en las instalaciones envejezcan y mueran en la Bahía de Guantánamo.

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Después de que el Congreso bloqueó la iniciativa del gobierno de Obama de cerrar la prisión y de que el gobierno de Donald Trump se comprometió a dejarla abierta, además de que los juicios militares avanzan a paso de tortuga, en 2018 los comandantes recibieron la orden de diseñar planes para mantener el centro de detención abierto durante 25 años más, hasta 2043.

Para entonces, el prisionero de más edad tendrá 96 años, en caso de que llegue vivo a tal fecha. Un miembro más de la población de 40 personas que siguen aquí, el palestino conocido como Abu Zubaydah, quien fue confinado a una caja del tamaño de un ataúd mientras estuvo detenido en un lugar secreto de la CIA y torturado con agua en 83 ocasiones para hacerlo confesar, tendrá 72. Al igual que él, algunos prisioneros ya se encuentran viviendo con lo que sus abogados describen como las consecuencias físicas y psicológicas de la tortura, haciendo que su salud sea especialmente precaria a medida que envejecen.

“Si Estados Unidos no modifica sus políticas, en algún momento estaremos ofreciendo una especie de cuidados paliativos aquí”, comentó el contralmirante John C. Ring, comandante del centro de detención, durante un debate con los reporteros que señaló el tipo de problemas que la prisión le está planteando a quienes diseñan las políticas en el Pentágono para que sean resueltas.

La prisión está considerando un confinamiento tipo casa de reposo e institución de cuidados paliativos. De acuerdo con los militares, los detenidos ya padecen enfermedades típicas de la madurez: presión y colesterol altos, dolor en las articulaciones, diabetes y, últimamente, apnea del sueño.

No obstante, el ejército está batallando con una diversidad de problemas acerca de qué tanta atención médica deben recibir los internos, cómo se les debe proporcionar y qué tanto contribuirá el Congreso en cuanto a los recursos para solventarla.

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El hospital militar estadounidense cercano más grande se encuentra en Jacksonville, Florida, a 1300 kilómetros al norte. Es ahí donde las tropas de Ring acuden cuando necesitan la atención médica que no pueden recibir en el pequeño hospital de la base, como una resonancia magnética; sin embargo, por ley, el ejército tiene prohibido llevar a territorio estadounidense a los detenidos de las Leyes de Guerra que están en Guantánamo.

Así, la mayoría de los tratamientos médicos no rutinarios siempre han tenido que ir a donde están los prisioneros. Los cardiólogos llevan más de una década visitando el lugar para ofrecer consultas a algunos prisioneros. Otros especialistas han visitado el lugar con regularidad para practicar colonoscopias y analizar lesiones ortopédicas. Un técnico ortopédico atiende a aquellos que sufrieron amputaciones en el campo de batalla y que sanaron hace mucho tiempo.

Según el ejército, por el momento ningún prisionero padece cáncer y todos aquellos que utilizan silla de ruedas pueden entrar y salir por su cuenta. No obstante, parte del personal experimentado ya empieza a calcular cuántas celdas necesitarán con pasamanos y rampas, además de espacios para camillas, sillas de ruedas y regaderas.

La prisión de la Bahía de Guantánamo tiene un personal conformado por 140 miembros entre médicos, enfermeras, estudiantes de medicina y proveedores de salud mental. Ellos cuidan a los internos, pero también ofrecen algunos servicios a los 1500 soldados asignados a la prisión, quienes pueden ir al hospital de la base o a Estados Unidos para procedimientos más complejos.

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Ahora, el Pentágono busca obtener 85 millones y medio de dólares para construir una prisión pequeña con capacidad para brindar cuidados paliativos para los 15 prisioneros traídos a este lugar desde centros clandestinos de detención de la CIA: seis de ellos esperan juicios de pena de muerte acusados de conspiración en los ataques del 11 de septiembre de 2001, y en el ataque contra el destructor USS Cole en el que fallecieron casi tres mil personas.

El costo inicial calculado para el proyecto en 2013 fue de 49 millones de dólares. En 2018, Ring calculó que sería de 69 millones. El Congreso rechazó financiar el proyecto con el argumento de que había necesidades de infraestructura en el Departamento de Defensa más urgentes.

En el verano de 2017, los guardias encontraron dentro de su celda a un interno acusado de ser criminal de guerra, Abd al Hadi al Iraqui, con incontinencia intestinal. Durante años se quejó de un dolor debilitante en la espalda debido a un padecimiento degenerativo de los discos. Un huracán se dirigía hacia el Caribe y el Pentágono envió apresuradamente un grupo de neurocirujanos de la marina a la base para practicar una cirugía de columna.

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Unos documentos del tribunal relacionados con el caso de Hadi, y publicados hace poco, desafían la aseveración de los comandantes quienes afirman que ya ofrecen un excelente servicio médico de calidad a los prisioneros que se equipara al que se ofrece en Estados Unidos para el personal militar.

El interno fue sometido a tres cirugías de columna en septiembre de 2017, la primera en la espalda baja, otra en el cuello y una más para drenar un hematoma postoperatorio. Luego, en octubre, un funcionario sénior del hospital comunitario de Guantánamo declaró en un correo electrónico que “falló la fusión cervical” del paciente.

El funcionario, cuyo nombre fue censurado en el registro del tribunal, ofreció tres opciones: colocarle un collarín y esperar lo mejor; llevar a un desarmador especial de un hospital de la marina en Portsmouth, Virginia, para extraer una pieza insertada en el paciente en una cirugía previa o trasladarlo al hospital de Portsmouth para que se le practicara una cirugía compleja.

Lo que sucedió a continuación no aparece en los registros del tribunal, pero la coronel Amanda Azubuike del ejército, portavoz del Comando del Sur, que supervisa la prisión, afirmó en un correo electrónico que la idea de transportar al prisionero por avión “no se consideraría ni se exploraría más a fondo debido a las restricciones legales”.

Hadi se someterá a otras dos cirugías en Guantánamo.

Por Carlos Rosenberg / The New York Times Services

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