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Cambié de opinión sobre Manuel Elkin Patarroyo

Juan Diego Soler
08 de diciembre de 2023 - 02:05 a. m.

*Invitamos a nuestros columnistas a contarnos de las ideas que defendieron y que, ahora, perciben de manera diferente. Esta columna es parte del especial #CambiéDeOpinión.

En una fría mañana, en un colegio en la falda de los cerros de Bogotá, en un coliseo lleno de reverberaciones, Manuel Elkin Patarroyo Murillo se dirigía a unos 600 alumnos. Tenía frescos los prestigiosos galardones con los que se había premiado su promesa: la vacuna contra la malaria, enfermedad que cada año cobraba la vida de más de medio millón de personas en el mundo. Era el científico más importante de Colombia. Por su exposición mediática y nuestra ignorancia científica, parecía ser el primero y único.

Del discurso solo queda el poco fiable registro de la memoria. Ardila, que por privilegio alfabético lo vio más cerca, confirmó que su historia comenzaba con la humilde escuela de Ataco, Tolima. Posiblemente sus palabras no fueron blandas: “las realizaciones no son fruto del azar, sino un camino buscado, planificado y trajinado”, dijo a otros estudiantes en otras tribunas. Pero era la primera vez que yo veía a un científico de carne y hueso. Su existencia era una validación para el niño que soñaba con los universos de Carl Sagan. Ese señor de traje gris y corbata rojiza también era científico, y estaba ahí, cerca. A lo mejor yo también podía convertirme algún día en uno.

Veinticinco años después, volví a escucharlo. Su interlocutora lo dejaba explayarse en explicaciones sinuosas, pero repetía lo que le parecían afirmaciones concluyentes. Con respuestas ligeras, imprecisas y sin contexto, Patarroyo contradecía la evidencia científica que hasta entonces se tenía sobre el virus que estaba a punto de desencadenar la mayor emergencia sanitaria internacional en los últimos cien años. Durante los siguientes meses usó esa tribuna virtual para acusar de envidia a sus contradictores, promover su método “para desarrollar vacunas contra 517 enfermedades” y minimizar la seriedad de la enfermedad que cobró la vida de casi siete millones de personas.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) había registrado su vacuna contra la malaria (SPF66) como inactiva o descontinuada. Queda para la historia como una de las primeras que se probó ampliamente en zonas endémicas, pero su efectividad es nula. Su legado estaba además empañado por el presunto comercio ilegal de animales para experimentación. Su cameo era el estertor mediático de una carrera que en su apogeo consumió gran parte de los recursos de la ciencia en Colombia sin resultados claros; solo en 2001, se llevó una tajada del presupuesto de Colciencias que superaba la disponible para repartir entre el resto de científicos del país. Lo mejor parecía ser pasar la página. “Lo borré de mi mente, es irrelevante”, como lo puso un buen amigo.

Pero hace unos días el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef por sus siglas en inglés) anunció la distribución mundial de R21/Matrix-M, la vacuna contra la malaria desarrollada en la Universidad de Oxford, que ha demostrado una efectividad del 77 % en el combate de la enfermedad que sigue matando a un niño menor de cinco años cada minuto. Y cambié de opinión. Hoy todos deberíamos recordar la parábola del doctor Patarroyo, el Prometeo moderno que armamos a partir de recortes de prensa. El sabio que proclamábamos mientras se abandonaba el ecosistema científico del país. No nos trajo el fuego, pero el águila de la opinión pública consume su hígado. ¿Algún día nos va a contar qué salió mal? A lo mejor podemos aprender algo cuando se atenúe el ruido de sus promesas. Y así la ciencia en nuestro país puede ser un poquito mejor. No pedimos perfección, pero sí progreso.

Aunque eso signifique que de su mural en aquella facultad de medicina solamente quede el mico.

Referencias:

Manuel Elkin Patarroyo: un saber hacer ciencia desde las dificultades de la vida.

Los micos del doctor Patarroyo.

Las metidas de pata de Patarroyo durante la pandemia de coronavirus.

#LasFakeNewsDelCoronavirus.

Acción popular contra Patarroyo.

Vaccines for preventing malaria (SPf66).

La inmunidad de Patarroyo.

UNICEF signs deal to deliver new malaria vaccine in breakthrough for child survival.

Juan Diego Soler

Por Juan Diego Soler

Doctor en Astronomía y Astrofísica en la Universidad de Toronto, Canadá. Investigador científico del Instituto de Astrofísica Espacial y Planetología en Roma, Italia. Autor de los libros “Relatos del confín del mundo (y el universo)” y “Lejos de casa”. Escribe sobre ciencia para El Espectador desde 2011.

 

Ccdaw(v9l66)14 de diciembre de 2023 - 02:14 p. m.
Ahora aprendemos que los humanos no somos consistentes con nuestro conocimiento racional, nos dejamos llevar por emociones que consiguen que un científico termine su vida en temas equívocos. Se equivoca en materia menos grave Patarroyo al dudar de la ciencia, que Wasserman al apoyar el genocidio de Palestinos.
Ccdaw(v9l66)14 de diciembre de 2023 - 02:11 p. m.
Patarroyo es un personaje de la ciencia en Colombia. Construyó un grupo de investigación potente y creíble, fue un experimento social para el país, gestionó recursos dentro y fuera, usó los recursos naturales (Aoutus incluidos), enseñó que es posible y que los colombianos sí damos para esa tarea dura y maravillosa que es la ciencia. También aprendimos que una hipótesis puede parecer muy buena y que los experimentos pueden demostrar que no es cierta.
Carlosé Mejía(19865)12 de diciembre de 2023 - 03:13 a. m.
Patarroyo: ¡un petardo, un impotable, un mentiroso!
Chepe(32547)11 de diciembre de 2023 - 07:40 p. m.
buena columna.
Jaime(64690)10 de diciembre de 2023 - 03:52 a. m.
Memorable la entrevista que le hizo ese otro horrible personaje que es Salud Hernández en la que dijo que el COVID iba a desaparecer por arte de magia en un par de meses.
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