De pacientes frustrados y médicos agredidos

Es deber de los colombianos hacer uso responsable de las urgencias, y del Estado abrir más puertas de acceso al sistema de salud.

El Espectador
18 de enero de 2016 - 08:56 p. m.
Las agresiones a médicos demuestran la frustación de los pacientes con un sistema de salud que les cierra las puertas de entradas distintas a las Urgencias. / El Espectador
Las agresiones a médicos demuestran la frustación de los pacientes con un sistema de salud que les cierra las puertas de entradas distintas a las Urgencias. / El Espectador

“Nos acostumbramos tanto a que nos traten a los putazos, que parece que fuera nuestro pan de cada día”. Ese es el testimonio que un médico le dio a El Espectador sobre las agresiones que él y sus colegas reciben por trabajar en los servicios de urgencias de clínicas y hospitales. Un informe sobre este tema, publicado por la Asociación Colombiana de Clínicas y Hospitales (ACCH), parece resumir todos los problemas que tiene el sistema de salud colombiano. Si bien el diagnóstico parece claro, la solución aún se encuentra lejos de ser implementada.

En total, la ACCH examinó 56 hospitales y clínicas. El resultado: 15 de cada 100 empleados reciben algún tipo de agresión mientras están de turno. La violencia, por lo general, es verbal (98%), seguida por la física (27%) y la sexual (1,6%). El 28,2% de quienes pertenecen al segundo grupo dañan los recintos y el 8,3% utiliza armas. La mayor parte de los agredidos fueron auxiliares de enfermería (40,8%) y médicos generales (25,6%). Increíble e inaceptable.

¿Qué sucede? Más allá de algunos casos de mal comportamiento típico (borrachos que entran y causan estragos), la mayoría de las situaciones puede explicarse por la frustración que produce un sistema de salud desbordado. Aquí es donde este informe se encuentra con las fallas estructurales que desde hace años se vienen denunciando.

Lo confirma Juan Carlos Giraldo, director de la ACCH: “los usuarios encontraron en las urgencias las puertas para acceder al sistema, porque otras están cerradas. Es un signo de desesperación”.

Lo mismo dice el Ministerio de Salud. Luis Fernando Correa, jefe de la oficina de Emergencias y Desastres de esa cartera, repite las fallas identificadas: el número de camas hospitalarias es mucho menor del que el país requiere, los pacientes no tienen claridad sobre lo que es una urgencia, las entidades promotoras de salud (EPS) deben crear horarios extendidos, a veces no hay disponibilidad de especialistas, y los usuarios no entienden que no pueden ser atendidos por orden de llegada sino por la complejidad de su urgencia. Un informe de la Personería de Bogotá menciona, por citar los casos más graves, que el hospital de Kennedy tiene un sobrecupo en urgencias del 538%.

En otras palabras, todas las partes involucradas tienen una porción de la culpa. Bien, el problema está identificado. ¿Y la solución?

El debate está atrasado, entre varias razones, porque el problema de las agresiones nunca se había documentado con seriedad antes de este informe de la ACCH. Y, sin embargo, pese a que ahora existen cifras, la frustración parece ser el común denominador entre los involucrados. Se habla de reformas, sí, pero es lo mismo que se viene diciendo desde hace años. Pese a que el Ministerio de Salud ha iniciado un proyecto de intervención en el sistema que hemos celebrado en este espacio, falta mucho por hacer.

Es evidente, por lo menos, que debe hacerse una campaña de concienciación sobre los tipos de hospitales y sus respectivas urgencias. Es deber de los colombianos hacer uso responsable de ellos. Los de mayor especialización pueden encargarse de los casos más graves, y el resto de las demás situaciones.

De la mano con lo anterior, es necesario que se extiendan los horarios de consultas prioritarias. Eso abriría una de las puertas de acceso al sistema que, por no estar disponible, colapsa las urgencias.

Con seguridad, estos serían apenas paños de agua tibia para los problemas de la prestación de salud en Colombia, pero empezarían a tratar uno de los peores síntomas de todo este asunto: la frustración de los pacientes en su demanda de atención.

 

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Por El Espectador

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