La guerra digital contra el Estado Islámico

El conflicto incluye la captura de perfiles en Twitter y la desactivación de sitios web del grupo terrorista

Santiago La Rotta
18 de noviembre de 2015 - 10:51 a. m.

En un video reciente, el colectivo de hackers Anonymous le declaró la guerra al Estado Islámico, de nuevo. La declaración incluye frases ya conocidas como “no toleraremos más sus acciones”, “no tienen dónde esconderse”, “los encontraremos”, y así.

Lo cierto es que este es el segundo acto (o el tercero, según algunos) de un enfrentamiento en línea que arrancó en forma luego del ataque en enero de este año contra Charlie Hebdo, la publicación satírica parisina que se burla de todo, Mahoma incluido.

Desde entonces, y bajo el paraguas público de hashtags como #OpCharlieHebdo, el colectivo Anonymous empezó una cadena de acciones en línea contra el brazo de propaganda en línea del Estado Islámico (EI). Un brazo amplio, sofisticado y en permanente reproducción: una verdadera maquinaria mediática que logra llegar al corazón de quienes estén cerca de radicalizarse, así los latidos de este se encuentren a miles de kilómetros de Irak y Siria.

Para febrero de este año, Anonymous reportó que había logrado hacerse al control de más de 100 cuentas de Twitter de supuestos militantes y simpatizantes del Estado Islámico, para ese momento, el hashtag original cambió a #OpISIS. Otras cifras, reportadas hacia mediados de año, estiman que el colectivo ha ayudado a identificas más de 100.000 perfiles en esta red social asociados al EI, así como más de 5.000 videos utilizados como material de propaganda por el grupo terrorista.

Los cálculos también aseguran que al menos 150 sitios web han quedado fuera de servicio gracias a las acciones de Anonymous, que utiliza una variedad de herramientas y caminos para sacar de circulación una página en internet, principalmente el conocido ataque de denegación de servicio (una especie de inundación de pedidos de acceso al sitio web que sobrepasan sus límites técnicos).

El EI tiene un discurso consistente en plataformas como Youtube, Instagram, Twitter y Facebook: Occidente tiene la culpa de todo, ven y te unes a nosotros, repartimos helados para los niños en Raqqa (Siria), una ciudad como ninguna otra (así en ella se decapiten personas y se azoten mujeres, entre otras singularidades).

Además de los videos de combates, que incluyen un documental de una hora titulado “Las llamas de la guerra”, el EI publica activamente material en el que Grand Theft Auto deja de ser un videojuego (sin mucho gusto y sensibilidad, es cierto) para convertirse en material de reclutamiento para extremistas. Y, claro, no estaríamos hablando de impacto masivo y de contenido viral en internet si no hubiera gatos en la ecuación, por lo que en #catsofjihad solían encontrarse memes de gatos promoviendo la causa del Estado Islámico. Toda la incoherencia en línea transformada en una herramienta de propaganda terrorista.

Cuando las cosas se ponen difíciles en alguna de estas plataformas, momentos en los que las empresas deciden cerrar perfiles, bloquear cuentas o cuando los usuarios reportan actividad sospechosa en línea, el yihad en línea salta a lugares como Diaspora, una red social de código abierto que, por su propio modelo de construcción, dificulta el cierre o bloqueo de cuentas: extremismo más allá del control de cualquiera.

Si el medio es el mensaje, entonces el yihad que trata de llegar al joven radical en un suburbio de Bruselas tiene que hablar su lenguaje, ser emocionante e íntimo, pero sobre todo no ser aburrido. O sea, acá se trata de no repetir los errores de comunicación de Osama bin Laden, que hablaba largo y tendido, con un solo plano, sin ningún fondo más que la roca desnuda de alguna cueva en Afganistán (quizá). El Estado Islámico presenta una visión de la guerra plena en ideología y alienación, pero no por eso menos emocionante y hasta divertida.

Por esto, parte de sus canciones y sus himnos de batalla están compuestos, supuestamente, por un antiguo rapero berlinés apodado Deso Dogg y que, después de convertirse públicamente al Islam, además de radicalizarse y mudarse a Siria, pasó a ser conocido como Abu Talha al-Almani; el músico/reclutador murió a mediados de octubre en un ataque aéreo de Estados Unidos en cercanías a Raqqa, el centro de control del Estado Islámico. (Lea más acerca de este rapero)

La renovación en la guerra de Anonymous contra el EI surtirá ciertos efectos, principalmente en el lado de la propaganda. Pero la batalla en línea contra esta organización va más allá de esto, pues sus acciones en la red utilizan una serie de herramientas creadas para salvaguardar libertades y discursos disidentes de la influencia de actores opresivos, como dictaduras o agencias de inteligencia y seguridad nacional con demasiadas ambiciones profesionales: el acceso público e irrestricto a cosas como comunicaciones encriptadas y navegación anónima son dos de los temas que con seguridad volverán a ser discutidos luego de los ataques en París. El peligro es que, con la finalidad de cerrarle el paso a un grupo terrorista, se termine por restringir aún más la apertura natural de internet.

Por Santiago La Rotta

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