Lo que se puede aprender en los 15 años de creación de Creative Commons

Este modelo de licencias modificó la forma como se produce y se consume el conocimiento en la era de internet.

Santiago La Rotta
28 de diciembre de 2016 - 03:00 a. m.
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Para 2001, los servicios como Napster eran una de las presencias más populares en internet y millones de usuarios intercambiaban todo tipo de información a lo largo y ancho de la web.

Si bien el espíritu mismo que impulsó la creación de la red es el de compartir conocimiento, las redes P2P (el protocolo usado por Napster) permitieron esto en una escala y con una velocidad sin precedentes: transmisión de información a nivel global sin necesidad de un intermediario. Maravilloso, al menos para algunos.

Otros, como la industria del entretenimiento, cuyos productos eran los más transados a través del P2P, no vieron la gracia en el asunto y comenzaron a demandar por infracciones al derecho de autor.

La historia es bien conocida y, con la batalla estelar entre Napster y Metallica, sirvió de trasfondo para el nacimiento de Creative Commons, de la mano de Lawrence Lessig.

Lessig, un profesor de derecho, diseñó los Commons como un modelo legal para facilitar el acto de compartir en la era de internet y en el proceso pasó a ser una suerte de santo patrón de internet. ¿Por qué?

Los Commons se alejan del derecho de autor y el copyright, asuntos que van más de la mano de cercar el contenido y se pegan más a la lógica de la web, pues parten de la base del compartir. Los creadores tienen en ellos una serie de licencias que restringen o permiten ciertos temas (modificaciones, usos comerciales), pero siempre partiendo de la idea de que la obra puede rotar. Todo sin tener que pasar por un abogado, ni una sociedad colectiva, sin burocracias intermedias. Internet.

El trabajo de Lessig y la organización detrás de los Commons han permitido la libre circulación de más 1.100 millones de obras en todo el mundo y miles de sitios web han adoptado las licencias dentro de su modelo de negocios. Todo esto ha despertado un movimiento en el que se redefine el papel del conocimiento y la cultura en la era digital.

“Creemos firmemente que lo que quieren los creadores es que su trabajo sea visto, que alcance a sus audiencias. Los Commons han permitido esto de manera global en un mundo en el que la próxima gran banda o el siguiente gran fotógrafo no tienen que ir a una gran corporación para hacer escuchar su voz”, en palabras de Ryan Merkley, director ejecutivo de Creative Commons.

En sus quince años de existencia, los Commons han probado ser mucho más que buenas intenciones. La adopción de licencias abiertas para textos educativos les ha ahorrado US$174 millones a estudiantes y padres en todo el mundo. Por lo menos 18 países, además de la Unión Europea, han adoptado políticas de recursos educativos abiertos a nivel nacional y estatal.

“Creo que una de las falacias más comunes es que debemos escoger entre actos de individualismo y otros de beneficio colectivo. Los dos son necesarios y deben coexistir. Compartir es una parte fundamental de lo que nos define como sociedad y como humanos. El flujo de conocimiento es esencial para solucionar los problemas de nuestro mundo, para volverlo un lugar más accesible, equitativo e innovador”, dice Merkley.

Esto último resulta cierto para el caso del conocimiento científico, por obvias razones. Hasta hoy, más de 1,4 millones de artículos de investigación han sido publicados bajo licencias de Creative Commons. La cifra no resulta despreciable, pero parece quedarse corta con las aspiraciones de la organización. A pesar de ser una comunidad de creadores que depende seriamente de los esfuerzos colectivos para avanzar, la ciencia es quizás uno de los sectores en los que los Commons deberían tener más incidencia.

Merkley lo sabe: “La investigación científica es sin duda uno de los lugares en los que queremos ver más avances en la liberación y el flujo de conocimiento. Por obvias razones, es uno de los sectores más atractivos e importantes para lograr impactos globales”.

El impacto de los Commons, aunque global, podría ser mayor. ¿Qué hacer para lograrlo, qué viene en 15 años? “Una de nuestras grandes preocupaciones de cara al futuro es incorporar al modelo una suerte de sistema de gratificación, algo que permita que los creadores que comparten su contenido sean felicitados por la comunidad. Esto no es una palmadita en el hombro, sino que nos ayuda a construir una comunidad que aprecia y evidencia el impacto de las decisiones de los otros sobre el conocimiento”.

Tal vez lo más interesante de Creative Commons es que ha logrado ofrecer una perspectiva diferente de internet: la red es un lugar mucho más grande que los estudios de Hollywood y las disqueras y donde el conocimiento y la creación son asuntos hechos para un colectivo, no sólo para una junta directiva.

Por Santiago La Rotta

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