El sabor del mar en El Kilo

Esta marisquería se encuentra ubicada en la Zona G, en Bogotá, y ofrece todo tipo de comida de mar, tanto cocina fría como caliente, en un espacio acogedor para compartir un rato agradable.

Por Lucety Carreño

23 de julio de 2016

El sabor del mar en El Kilo
El restaurante El Kilo abrió sus puertas en Bogotá el pasado 1º de julio y su diseño busca el equilibrio entre moderno y rústico. / Andrés Torres - El Espectador

El restaurante El Kilo abrió sus puertas en Bogotá el pasado 1º de julio y su diseño busca el equilibrio entre moderno y rústico. / Andrés Torres - El Espectador

Fotografía por: ANDRÉS TORRES

Al entrar, lo primero que se ve es un exhibidor de pescados y mariscos frescos. En una esquina, frutas y vegetales de colores vivos. Al lado, una balanza roja simboliza la esencia del restaurante El Kilo, una marisquería que se fundó en la plaza Fernández Madrid, en Cartagena, en noviembre de 2015. Comenzó cuando sus dueños se dieron cuenta de que, pese a estar en una zona costera, no había un sitio dedicado a los mariscos. Por eso, durante cinco meses, se pusieron en la tarea de adecuar un espacio para crear El Kilo, y desde que lo abrieron tuvieron una buena acogida. Fue la razón para que decidieran poner una nueva sede en Bogotá.

El Kilo es amplio, con un diseño rústico. Una mezcla de espacios, texturas y colores que hacen de él un lugar acogedor y caribeño. Aparte del exhibidor y la balanza que reciben al cliente, hay una barra larga en la que caben de 18 a 20 personas, que es el espacio principal del restaurante. Allí se encuentra una diversidad de licores, entre ellos la especialidad de la casa: maltas y whiskys, como el Old Fashioned. Estas bebidas son servidas con un toque especial, que conjuga perfectamente con la cocina fría, para disfrutar de todo tipo de comida de mar que no requiere cocción, como ostras y ceviches.

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El perímetro del restaurante tiene una decoración que produce la sensación de estar en un lugar familiar. Hay árboles, madera y mármol. El techo permite que se vea el cielo. Las mesas y las sillas están ubicadas en la posición adecuada para hacer sentir al cliente como si estuviera disfrutando de una tarde en el Caribe. El lugar es como una L. En otro lado está el área para fumadores, pero antes de llegar a la esquina está la entrada a la parrilla y la cocina caliente. Allí se encuentra toda la gastronomía de mariscos y pescados, que puestos a las brasas adquieren una sazón especial, a carbón, sin dejar de lado el sabor natural del producto. Es un espacio cerrado, con lámparas que hacen que el lugar se sienta caluroso, tranquilo, agradable.

El concepto de El Kilo no obedece a una región geográfica determinada. Según Roberto Carrascal, “se considera una mezcla de muchas técnicas”. Gustavo Muñoz, Jean Carlo Mayorga y Carrascal se encargaron de recoger diferentes platos de varias regiones del mundo. “Ni somos peruanos, ni somos españoles, ni somos japoneses, simplemente unimos varias regiones y las pusimos en una sola carta. Y lo que nos une es el mar”, explica.

La marisquería ofrece los mejores platos japoneses, como los tatakis, el arroz caldoso de España o los ceviches peruanos. Todos los platos son preparados con sus respectivas técnicas, sin hacerles modificaciones. En cuanto a la comida colombiana, el único plato que preparan es la cazuela de mariscos. Los dueños de la cocina son Jean Carlo Mayorga, encargado de la cocina fría y la pastelería, un chef peruano radicado en Miami, que trabajó hasta hace poco en Sea Salt and Pepper y en el recién abierto 1111 de Miami, y con él María Alejandra Manjarrés, una cartagenera de 25 años que replica la sazón costeña en la cocina caliente y la parrilla. Ella ha trabajado en el Hotel Karmairi y El Kilo Cartagena.

El restaurante abrió sus puertas en Bogotá el pasado 1º de julio. Para hacerlo posible, empezaron la obra la segunda semana de enero, en lo referente a su adecuación, el montaje y la decoración. Terminaron la última semana de mayo y durante cuatro semanas realizaron el entrenamiento y lo adecuaron para ponerlo al servicio de los clientes. Roberto Carrascal y Édgar Morales, el arquitecto, pusieron mallas por todo el sitio para hacer alusión a las redes del mar, que en la noche se iluminan haciendo que el lugar se convierta en una experiencia encantadora. Buscaban proyectar un estilo moderno y rústico.

El sitio fue posible gracias a un grupo de inversionistas que creyeron en la idea desde el principio. Algunos de ellos tienen experiencia hotelera. La mayoría está en Cartagena, aunque hay un par de socios en Bogotá, como José María Reyes, Édgar Morales y Mauricio Martínez, del grupo Meliá. La ubicación estuvo muy bien pensada, en una zona ejecutiva, de mucho tráfico y accesible. Se encuentra en la calle 68 Nº 6-11, en una esquina de la Zona G a la que se puede llegar fácilmente. Funciona desde el mediodía, hora propicia para almorzar, y hasta las once de la noche, cuando se puede disfrutar de todo el sector. Adicionalmente cuenta con una repostería que tiene como especialidad la milhoja de arequipe con tarta de fresa y el panna cotta de guanábana con un granizado de patilla, o el más solicitado, la piña asada, que se prepara con especias, luego pasa al sartén y después se sirve con helado de coco y una crema. El bar funciona hasta la 1 de la mañana y el sitio tiene una capacidad para 120 comensales.

Esta marisquería es incluyente, pues como no a todo el mundo le gusta la comida de mar, también ofrece otro tipo de productos para los vegetarianos, los niños o las personas que no consumen pescado, mariscos u ostras. Su nombre se lo debe a la unidad de medida y a un valor agregado que piensan ofrecer en los próximos meses, pues planean poner a la venta productos frescos que la gente podrá adquirir y adicionalmente a los cuales recibirá las recetas para que las preparen en la comodidad de su casa, pero con el toque de El Kilo.

Este restaurante promete ser una experiencia acogedora y un espacio propicio para compartir un almuerzo, una cena, unas copas o unos postres en pareja, en familia o con amigos. Su objetivo es traer un poco del sabor del mar y del Caribe a la ciudad.

Por Lucety Carreño

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