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Carlos Pacheco Devia

Perfil del fundador del Grupo Colpatria, quien falleció esta semana.

Sergio Uribe Arboleda / Especial para El Espectador
17 de abril de 2011 - 02:00 a. m.

Carlos Pacheco fue un hombre extraordinario. Nació en una familia sencilla en Bogotá y construyó uno de los conglomerados más prestigiosos de Colombia. Fue un atleta consumado, un competidor incansable, disciplinado y constante. De hecho, contempló seriamente ser futbolista profesional. Sin embargo, otro fue el destino que se forjó en la vida.

Frente a la adversidad que podía enfrentar un muchacho con poco dinero, tuvo la claridad desde muy temprano que, además de su tesón y espíritu indomable, alguien como él inspiraba confianza. La suficiente para manejar los ahorros de la gente. Inicialmente vendió títulos de capitalización, para luego entrar de lleno al negocio de los seguros y de la banca. Con un grupo de amigos aprovechó una oportunidad única al comprar un banco regional que sería la semilla del Grupo Colpatria.

Su matrimonio con Rosalba Cortés consolidó su fortaleza de espíritu. Al ver nacer y crecer a sus hijos Eduardo, Mario, Claudia y Rodrigo, Rosalba le garantizó que había guardián en la heredad. Todos ellos vivieron en un ambiente de amor y de rigor. En una especie de ética calvinista, donde la honestidad y el trabajo duro darían inevitablemente magníficos resultados.

Sin embargo, el peor flagelo que azota a la sociedad colombiana cayó sobre la familia Pacheco Cortés. Don Carlos fue víctima de un secuestro en el que fue asesinado su entrañable socio. Pero esto no lo amilanó. Luego de su rescate, a sangre y fuego por las fuerzas del orden, continuó sin descanso trabajando por hacer crecer las empresas que le generaban tanto bienestar y prosperidad a millares de compatriotas. Siempre creyó en Colombia.

También fue un convencido de que la educación formal que él nunca recibió era la herramienta principal para que los jóvenes de cualquier clase social pudieran triunfar en la vida. Constituyó de manera generosa varios programas para ayudar a que los jóvenes de escasos recursos pudieran ingresar a la educación superior. Con Luis Carlos Sarmiento Angulo y con Julio Mario Santo Domingo participó en la fundación de Colfuturo y aportó los recursos para el edificio que alberga la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes.

Recibió todos los honores que el Estado y la sociedad podrían otorgarle al mejor de sus hijos. Pero eso no lo inmutó ni le impidió mantener su sencillez de toda la vida. Fue el mismo de siempre con sus compañeros de golf de La Aurora, con sus amigos de bridge y con todos los que acudían a él atraídos por su calor humano y por su sabiduría. Disfrutó como ninguno del privilegio de una familia como la suya. Y siempre dio gracias a la vida que le había dado tanto.

Don Carlos partió hacia la eternidad al comprobar que, rodeado del entrañable amor de su esposa, de sus hijos y de sus nietos, todo lo que él había construido infatigablemente a lo largo de su vida estaba en las mejores manos.

Por Sergio Uribe Arboleda / Especial para El Espectador

 

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