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Cauca, desafío al Estado

Fracasó el intento de conciliar con los indígenas caucanos que expulsaron a la Policía de Toribío, pues ayer le dieron un portazo al jefe de Estado. Santos no desmilitarizará y Farc siguen en la zona.

Edinson Arley Bolaños / Enviado especial. Toribío
12 de julio de 2012 - 03:56 a. m.

Esta es la segunda vez que un presidente de la República llega a Toribío, Cauca. La primera vez lo hizo Álvaro Uribe Vélez en 2005, después de una toma guerrillera que prácticamente destruyó gran parte de las casas del casco urbano del municipio. Ahora, después del revuelo que ha generado el que las Farc hayan hostigado durante 48 horas consecutivas a la población y de que se sigan instalando retenes a plena luz del día, durante casi 12 horas y muy cerca del Ejército que vigila la vía Caloto-Toribío, Juan Manuel Santos se convierte en el segundo mandatario que visita la región.

Pero ni siquiera la visita presidencial doblegó la voluntad de los indígenas Nasa de la región que se negaron a reunirse con el mandatario, en cambio les hicieron llegar al presidente y a todo su gabinete copia de una propuesta de tres puntos: reconocer a la guardia indígena como la encargada del control territorial, propender para que el norte del Cauca se convierta en una zona de paz y hacer reconocimiento de los territorios ancestrales y autónomos.

Santos tampoco cedió, les advirtió a los indígenas que no desmilitarizará un solo milímetro del territorio colombiano, pero que aprobará un Conpes de más de medio billón de pesos para inversión social en el Cauca. Esta fue una de las conclusiones entregadas por el presidente luego del consejo de ministros, en una corta rueda de prensa en la que agregó que se van a reparar las casas afectadas por el conflicto armado y que Toribío tendría próximamente en marcha un proyecto de acueducto y saneamiento básico.

Pero los hechos de violencia en el Cauca no son un fenómeno nuevo y mucho menos aislado, años atrás la región se convirtió en trinchera de organizaciones guerrilleras, paramilitares, bandas emergentes y carteles de drogas que se dividen en cada uno de los eslabones del negocio del narcotráfico, que encuentra en el departamento una de las principales rutas de salida. Con este panorama y el reforzamiento de la presencia de la Fuerza Pública en la región, los indígenas Nasa han sido las principales víctimas del fuego cruzado.

De ahí su actitud beligerante contra los actores irregulares y la Fuerza Pública lo que llevó a las autoridades indígenas a pronunciarse en el parque central, anunciando que si el Gobierno no se iba a reunir con ellos, seguirían con las acciones de control territorial: “Vamos a dirigirnos a tres puntos estratégicos de la población en donde se encuentran militares y guerrilleros de las Farc para sacarlos del territorio”, dijo Feliciano Valencia, uno de los líderes de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN).

Y sus palabras fueron un hecho. A las 12 del mediodía una comisión de los indígenas del Cauca se dirigió a la torre El Berlín, donde operan varias unidades de las Fuerzas Militares, para exigirles el retiro de sus tropas. Otras comisiones se desplazaron a los sectores El Pedregal y El Tierrero para sacar a los guerrilleros que hicieron dos retenes en plena vía entre Caloto y Toribío, burlando el cordón de seguridad del presidente Santos.

“Aquí han llegado el mandatario y sus ministros sin ser convocados por las autoridades indígenas. Pero han venido a reunirse para debatir sobre asuntos internos de su gobierno, no a escucharnos a las comunidades. Entonces no nos va a dedicar tiempo, en consecuencia nuestra decisión es que hable con toda la comunidad, porque nosotros no nos vamos a hacer tomar la foto a su lado para legitimar lo que vino a hacer”, reiteró Valencia.

Desde el comienzo fue un día desafiante para el presidente no sólo por la negativa de los indígenas de encontrarse con él frente a frente, sino porque desde muy temprano, cuando sobrevolaban los helicópteros y aviones Supertucano en avanzada para garantizar el aterrizaje del presidente Santos, desde las montañas de Toribío los guerrilleros del sexto frente de las Farc disparaban una y otra vez haciendo notar su presencia en la región.

Y al parecer la ofensiva de la guerrilla produjo resultados, porque en el municipio de Jambaló, a sólo una hora de donde se desarrollaba el consejo de ministros, desapareció uno de los aviones Supertucano que reforzaban los combates que se desarrollaban en la zona. Sin embargo, fuentes militares afirmaron que el motivo de la caída de la aeronave se debió a un accidente.

Más allá de las promesas del presidente Santos, del compromiso de reforzar la seguridad y ponerles freno a los hostigamientos de los grupos irregulares y de las expectativas que puede generar la visita del mandatario y todo su gabinete a una región habitualmente olvidada por el Gobierno y por una clase política que poco o nada han hecho por el departamento, está el escepticismo de los pobladores, en especial de la comunidad Nasa que decidió tomar la justicia por sus propias manos.

No hay que olvidar la historia del Cauca, donde mientras el Estado miraba para otro lado, el Cauca pasó de las luchas por la posesión de la tierra (entre colonos e indígenas o entre indígenas y negros) a la llegada de la guerrilla, la purga de las Farc en la masacre de Tacueyó (que dejó 169 muertos en Toribío); el nacimiento de la guerrilla del Quintín Lame, la expansión y desmovilización del M-19, la cacería a jefes guerrilleros como Alfonso Cano; la llegada de las bandas criminales, y un sinnúmero de hechos claves de la violencia que azota a Colombia.

Y ese abandono estatal, o la receta de combatir la violencia exclusivamente con mano dura, ya probó que no es la solución para un caso que combina tantas complejidades como el del Cauca. Podría ayudar que el Gobierno cumpliera con la promesa de una inversión social cercana al medio billón de pesos, fórmula que han esperado los caucanos para superar el histórico lastre de violencia que los ha acompañado.

Cauca bajo fuego cruzado (ver infografía).

Por Edinson Arley Bolaños / Enviado especial. Toribío

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