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De... mentes

Asociaciones de apoyo para personas con trastornos mentales se unieron para exigirle al Estado garantías. El sistema de salud sólo cubre 10 terapias y algunos medicamentos, la mayoría obsoletos en otros países.

Mariana Suárez Rueda
30 de agosto de 2008 - 12:33 a. m.

Durante varios años grupos de colombianos de todo el país se han visto obligados a conformar corporaciones o asociaciones para intentar sobrellevar la dolorosa situación que los aqueja: el trastorno mental que sufre alguno de sus familiares. Un diagnóstico aterrador para el cual no estaban preparados y, peor aún, que han tenido que enfrentar solos o en el mejor de los casos con el acompañamiento de un especialista al que asisten de manera particular, ya que el sistema de salud no cubre integralmente este tipo de tratamientos.

Desesperados por el abandono que sienten por parte del Estado, preocupados porque en Colombia se utilizan medicamentos excesivamente costosos que incluso, en su mayoría, fueron eliminados de los sistemas de salud de los países desarrollados y decepcionados de que no exista una política de promoción que realmente sea efectiva y logre contrarrestar la estigmatización y el rechazo que existe hacia estos pacientes, decidieron participar activamente en la elaboración de un proyecto de ley, mediante el cual se pretende regular la protección de la salud mental en Colombia.

Una ardua labor en la que también participaron el senador Carlos Julio González (psicólogo clínico), reconocidos médicos, psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales, funcionarios de la Secretaría de Salud y epidemiólogos como José Posada Villa, quien dirigió el último Estudio Nacional de Salud Mental y es actualmente el director científico de la Asociación Colombiana de Personas con Esquizofrenia y Familias (ACPEF).

Todos ellos coincidieron en identificar una serie de falencias, que evidencian la falta de atención que se le presta en Colombia a la salud mental. Un tema sobre el cual, paradójicamente, la Organización Mundial de la Salud ha alertado, pues las cifras de depresión, trastornos afectivos y adicción a sustancias psicoactivas, entre otras, se han disparado dramáticamente. De hecho, hoy en día una de cada cuatro personas en el mundo ha sufrido algún tipo de trastorno mental.

El primer gran vacío de nuestro sistema de salud se encuentra en el plan de beneficios. El senador Carlos Julio González, quien radicó el proyecto esta semana en el Congreso, explica que los usuarios sólo pueden acceder a diez terapias y en casos extremos recibir tratamiento por un año. “Esto es muy peligroso, especialmente para los pacientes crónicos que necesitan atención y medicación durante todo su vida”.

Adicionalmente, el acceso a los medicamentos es muy restringido, porque la mayoría no los cubre la EPS, son genéricos o tienen un costo que para un gran porcentaje de los colombianos resulta imposible de pagar. Y como si fuera poco, advierte González, varias entidades del Estado están cumpliendo las mismas funciones.

Por su parte, Henry Alejo, psicólogo epidemiólogo de la Secretaría de Salud de Bogotá y uno de los investigadores que elaboró la Política de Salud Mental de la capital (una de las más completas del país junto con la de Antioquia), asegura que hay un problema enorme, debido a que el Plan Obligatorio de Salud no ofrece cobertura ni atención adecuada. “Sólo cubre episodios críticos e intervenciones no mayores a 30 días. Además, no está contemplado el tratamiento para trastornos afectivos y de ansiedad o adicción a sustancias psicoactivas, entre otros”.

De hecho, en  el gobierno del presidente Andrés Pastrana fue eliminada una de las iniciativas más ambiciosas y completas sobre el problema de drogas: el Programa Rumbos. Desde entonces, no se ha implementado otro proyecto mediante el cual se evalúe la problemática de la drogodependencia en el país y se brinden herramientas que permitan a jóvenes y adultos superar esta adicción. Precisamente, durante la Cumbre Regional Antidrogas que se celebró en Cartagena a principios de agosto, se reveló que Colombia había pasado de ser uno de los grandes productores a uno de los mayores consumidores en Latinoamérica.


Grandes cambios

El propósito de esta iniciativa legislativa es crear una marco legal para la prevención, promoción y atención de quienes padecen un trastorno mental. Para ello no sólo establece la creación de redes, integradas por representantes de las EPS, ARS y ARP, entidades del Estado y usuarios, sino que también contempla que se atiendan otro tipo de condiciones que no están incluidas. Como, por ejemplo, la adicción a internet, los trastornos afectivos y problemas emocionales generados en el colegio, el trabajo o el hogar.

Asimismo, se ampliará el número de sesiones de terapia de acuerdo con las necesidades de cada paciente y el tratamiento a aquellos que son diagnosticados como crónicos y necesitan atención y medicamentos de por vida. Finalmente, este acto legislativo, que de ser aprobado entraría en vigencia el próximo año, establece la ejecución de campañas de promoción y prevención “que permitan contrarrestar la estigmatización y el rechazo laboral y social del que son víctimas quienes sufren un trastorno mental”, concluye González.

El rol de la familia

Psiquiatras y trabajadores sociales coinciden en la importancia del papel que juega la familia durante el diagnóstico y tratamiento de las personas que sufren un trastorno mental. Juan Manuel López, coordinador del área de salud mental del Hospital de Usaquén, explica que los familiares deben involucrarse en las terapias que recibe el paciente.

Pero, además, sugiere que participen en actividades grupales con personas que estén atravesando la misma situación. De esta forma encontrarán un apoyo emocional para sobrellevar la enfermedad de su ser querido.

Finalmente, López concluye que es vital que la familia recurra a un especialista si detecte comportamientos extraños.

Bipolar

“Quise gobernar  el mundo”

A los 25 años Jorge Cardoso sufrió su primer episodio maniaco. Su comportamiento cambió repentinamente y se convirtió en una persona hiperactiva, llena de energía e ideas que para él sonaban novedosas pero que su familia y amigos consideraban una locura. Lo primero que hizo fue una serie de transacciones bancarias para constituir una empresa, pero luego quiso lanzarse a la Presidencia de la República. Después de haber contratado escoltas y alquilado un carro lujoso decidió que quería ser presidente del mundo.

Pasaron varios meses hasta que su familia logró ingresarlo a una clínica psiquiátrica y aunque fue sometido a un tratamiento bastante fuerte, tuvo otra recaída meses después de haber sido dado de alta. Esta vez se sumió en una depresión profunda, que no le permitía ni siquiera levantarse de la cama. Fue entonces cuando Jorge reconoció el diagnóstico de los médicos: era bipolar, al igual que lo había sido su abuela. A partir de ese momento comenzó una nueva etapa en la vida de este abogado de la Universidad del Rosario, quien no sólo se dedicó a rehabilitarse y a luchar, al lado de sus hermanos y sobrinos, por mantenerse estable, sino que quiso con su testimonio apoyar a otras personas que también padecieran este trastorno.

Para ello conformó, asesorado por su psiquiatra, la Asociación de Usuarios Maniaco Depresivos. Cada ocho días más de una centena de personas se reúnen en la iglesia Cristo Rey en Bogotá, para compartir sus experiencias y brindarse apoyo emocional. “En vista del abandono del Estado, quisimos organizarnos para sobrellevar mejor esta enfermedad”. De hecho, Jorge es una de las personas que lidera el II Congreso Nacional de Bipolares que se realizará el próximo

Por Mariana Suárez Rueda

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