El coronavirus y el yo: Pensamientos desde casa, día 3

Una cuarentena puede conducir a una exploración individual, que puede ser negativa o positiva y, probablemente productiva. Algunos pensadores para inspirarnos.

Nelson Fredy Padilla *
27 de marzo de 2020 - 10:07 p. m.
El papa Francisco, este 27 de marzo de 2020, dando discurso ante una Roma enclaustrada y la bendición "Urbi et orbi", que llegó a todo el mundo por televisión. / Cortesía Aciprensa
El papa Francisco, este 27 de marzo de 2020, dando discurso ante una Roma enclaustrada y la bendición "Urbi et orbi", que llegó a todo el mundo por televisión. / Cortesía Aciprensa

Recluidos en nuestras casas hay días que afloran pensamientos egoístas que van desde el simple aislamiento hasta la compleja autoflagelación. ¿Cómo asimilar y canalizar esas ideas positivas y negativas? Mi comentario de hoy no se apoya en la psicología clínica sino en maestros del pensamiento como el filósofo y escritor español Miguel de Unamuno (1864-1936). Él enseñó que uno de los mejores métodos para transformar las percepciones individuales en creación literaria es el "ensimismamiento". (Lea la segunda entrega de esta serie: Coronavirus y encierro, a partir de consejos de Mario Vargas Llosa).

A esa técnica le dio crédito el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince al explicar en Portugal, en la recepción del Premio Casa de América Latina 2010, el proceso creativo de su libro El olvido que seremos, inspirado en la vida de su asesinado padre, el médico Héctor Abad Gómez, y en su familia. Seguramente sin ese proceso autorreflexivo el punto de vista narrativo del hijo descubriendo a su verdadero papá no sería esencial en la obra.

“En el ensimismamiento he hallado, sobre todo, a los yoes que no fui pero que pude haber sido. En repetidas ocasiones he intentado darles vida a esos alteregos nuestros que don Miguel de Unamuno llamaba sus ‘yos ex futuros’”, dijo Abad. O sea, ese juego también nos invita a establecer o inventar otros yoes y, volviendo a la referencia portuguesa, uno debiera leer en esa clave la obra del gran Fernando Pessoa, quien creó un centenar de poetas tan enigmáticos como Ricardo Reis, a quien rescató luego el nobel de Literatura portugués José Saramago (1922-2010) para devolverlo a las calles de Lisboa y darle vida a su novela El año de la muerte de Ricardo Reis (1984).

Es lo que otro gran escritor, el argentino Ernesto Sabato (1911-2011), llamaba el viaje al yo profundo, al fondo de la condición humana, como lo hizo en Uno y el universo (1945), donde como físico y melancólico se pregunta qué va a ser del ser humano en un mundo de maquinarias, o en El Túnel (1948), que empieza así: “Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne…”. El epígrafe de esta novela nos advierte: "...en todo caso, había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío". (Le recomendamos: Viaje al mundo de Ernesto Sabato).

Hoy oí al papa Francisco durante su bendición Urbi et orbi al mundo confinado por el nuevo coronavirus, invitando a superar el individualismo, a superar “nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar”. Sí. Pero antes de pasar al “enajenamiento”, que será mi tema de mañana, saquémosle el jugo al estado de interiorización al que nos condujo esta pandemia. No necesariamente porque vayamos a hacer literatura, más porque es una gran oportunidad de encontrarnos con nosotros mismos, con nuestras máscaras, antes de reencontrarnos con los demás.

@NelsonFredyPadi / npadilla @elespectador.com

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Por Nelson Fredy Padilla *

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