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La anécdota de una mujer inglesa en un restaurante de Nueva York ha generado una oleada de indignación en redes sociales frente a escenarios de inequidad de género reflejados en pequeñas situaciones.
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Clementine Crawford es una ejecutiva que por cuestiones laborales pasa sus días entre Londres y Nueva York en una apretada agenda de reuniones y salas de juntas. Para evitar pérdidas de tiempo, cuando viaja a esta última se hospeda en el mismo hotel y va al mismo restaurante.
Prefiere comer sola para aprovechar el tiempo respondiendo correos y adelantando labores de trabajo. Prefiere hacerlo en la barra en vez de ocupar ella sola una mesa para cuatro personas.
Esta rutina que llevaba haciendo por varios años se vio interrumpida en su más reciente visita a Nueva York cuando fue a cenar al mismo restaurante italiano de siempre, ubicado en Manhattan.
Sentada en la barra, un mesero se le acercó y le notificó que no estaba permitido cenar en la barra (como lo hacía siempre) y que tenía que pasarse a una mesa. La mujer acató lo dicho por el mesero. Días después, volvió al lugar y sucedió lo mismo. Su sorpresa esta vez fue mayor al ver que un hombre que ingresó después de ella se sentó en la barra a cenar y fue atendido con completa normalidad.
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Al reclamar a las directivas del lugar por la situación, le manifestaron que era una “medida contra las prostitutas”. Crawford, según su relato, comprendió que había sido confundida con una prostituta por el simple hecho de estar cenando sola en la barra.
“Me habían clasificado, marginado y relegado a una esquina simplemente porque era una mujer no acompañada”, se lee en el testimonio escrito por la ejecutiva y publicado en el portal DrugstoreCulture el pasado 15 de enero, bajo el título “La noche que fui confundida con una prostituta”.
“Desde que se publicó el artículo, un número de mujeres, incluidas algunas que viven en el moderno Manhattan, han contado casos en los que han sufrido un trato parecido en una serie de escenarios distintos y les alivia ver que se le da voz al #smallstuff (cosas pequeñas)”, le dijo Crawford a la BBC.
“Es fácil concentrarse en la carnicería de la primera página. Pero lo que realmente cuenta son las experiencias desmoralizantes de lo cotidiano. En esta larga batalla, las cosas pequeñas son realmente las cosas grandes (the small stuff really is the big stuff)”, concluye el testimonio de la mujer.