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La Marcha de las Putas por la paz

La promotora principal de la Marcha de las putas, convocada para el próximo 8 de marzo, explica en este texto los orígenes y las razones de su batalla por la libertad sexual y la no estigmatización.

Mar Candela*
15 de febrero de 2016 - 10:51 p. m.
La del próximo 8 de marzo de 2016 será la cuarta Marcha de las Putas, esta vez enfocada a terminar la pandemia de feminicidios que afecta a Colombia. Foto: Archivo Feminismo Artesanal.
La del próximo 8 de marzo de 2016 será la cuarta Marcha de las Putas, esta vez enfocada a terminar la pandemia de feminicidios que afecta a Colombia. Foto: Archivo Feminismo Artesanal.
Foto: Picasa

 

Escribir esta nota me resulta todo un reto —porque sé que vivo en una sociedad acostumbrada a escuchar eufemismos sobre la realidad y las palabras castizas y populares suelen chocar— pero es justamente eso lo que quiero quebrar.

Quiero llamar las cosas por el nombre con que las llamamos en los pasillos. O delante de la gente con la que tenemos confianza. O de la manera que lo hacemos cuando estamos enceguecidos de enojo cuando no nos importa ya quién esté escuchando ni mucho menos el qué dirán.

Hoy quiero contartes que hace varios años nació la denominada “Marcha de las putas en Colombia”. Y, antes de contarles lo que esta marcha ha significado en Colombia, quiero darte a conocer el contexto histórico de la misma.

Esta marcha tuvo su origen en Canadá, como respuesta a los comentarios machistas de un policía canadiense, Michael Sanguinetti, quien, en enero de 2011, en una conferencia sobre seguridad civil en Osgoode Hall Law School ,en Toronto, aseguró que las mujeres deberían evitar vestirse como putas si no querían ser víctimas de violencia sexual.

Un grupo de mujeres canadienses reaccionó con indignación a estas palabras. Ellas fueron las que marcharon por primera vez y designaron la movilización como «SlutWalk». La marcha tuvo mucha difusión y rápidamente se diseminó la idea. Aparecieron marchas con el mismo lema en Estados Unidos, el Reino Unido, Australia, India, México, Argentina, Costa Rica, Perú, Ecuador, Honduras, Uruguay y Colombia; entre otros países. El objetivo de la marcha es reapropiarse de la palabra «puta», en sus distintas acepciones, para reclamar contra la violencia de género y visibilizar que la cultura patriarcal, machista, heteronormativa y sexista culpa a la víctima de la violación sexual en vez de acusar al agresor sexual.

El objetivo es lograr defender la dignidad de la mujer en la sociedad y terminar con la manía social de estigmatizar a las mujeres por su forma de vestir. Debo recordarles que la palabra “puta”, aun cuando tiene muchos significados y estudios sobre su re significación – y podríamos dar un debate académico bastante denso sobre esta palabra–, en el lenguaje popular lo que entendemos, cuando alguien denomina a una mujer puta, es que ella es una prostituta, y por alguna razón consideramos que eso es una ofensa.

Aclarada la razón de ser de la Marcha de las putas y su objetivo, quiero contarles que en Colombia en el 2011 inicié una campaña virtual sensibilizando sobre este tema y me lancé a hacer videos y mensajes para llamar no solo a las mujeres si no a todas las personas que rechazaban la violencia sexual con la excusa de que una mujer “es o parece puta”.

Pasaron varios meses para lograr la atención y respaldo a la iniciativa –el primer obstáculo que enfrentamos fue el hecho de que muchas mujeres no querían usar la palabra “puta” por agresiva. Tuvimos que explicar una y mil veces que la palabra “puta” es esgrimida a diario contra las mujeres por las razones que sean. Que aun cuando no seamos prostitutas, cualquiera en esta sociedad nos tildará de putas por el ejercicio libre de nuestra personalidad, por decidir sobre nuestros cuerpos y todos los aspectos de nuestra vida: y por ejercer autonomía –explicar que es tan habitual tildar de puta a una mujer y que todas las personas en algún momento de la vida denominamos a quien más despreciamos de “hijo de puta”.

¿Por qué hijo de puta y no cabrón, maldito, cretino, entre millones de palabrotas para denominar a esa persona que desaprobamos?

Se los diré: porque estamos en sociedades que consideran que la peor mujer del planeta es una puta. Porque en pleno siglo XXI aún se considera que la dignidad de las mujeres habita en lo que hace o deja de hacer con su vagina. Porque algunas personas consideran que es digno tener relaciones sexuales románticas, lúdicas y deportivas pero nunca comerciales —el debate sobre el sexo comercial tiene tanto de ancho y de largo como de profundo, y es un debate álgido y complejo–.

Alejándome de todo debate social y moral sobre este tema, más allá de todo imaginario y de lo que yo considere en mi fuero interno respecto al tema, hay algo de lo que estoy plenamente segura –toda persona justa estará de acuerdo conmigo– y es el hecho que ninguna prostituta deja de ser mujer. Que ninguna mujer, ni siquiera la prostituta, debe ser violentada, violada y mucho menos asesinada con el argumento estúpido de que “se lo buscó”.

Después de varios meses de hacer mi llamado virtual como una voz en el desierto llegaron mujeres a respaldar “mi locura”. En Bogotá, la trabajadora social, empresaria y ama de casa Adriana Gutiérrez; Iska Lozano, joven universitaria; Nancy Castilla, líder social de Barrios Unidos, cristiana evangélica; y acto seguido, se sumaron Javier Omar, uno de los líderes de las masculinidades libertarias, y Douglas López, vocero de las nuevas masculinidades. Días después se sumó la abogada Ana Milena Patarroyo desde Bucaramanga. Fue así como un puñado de ciudadanos decidió hacer pedagogía urbana para quitarle el poder a la palabra “puta”.

Fuimos ocho ciudades el mismo día a la misma hora. Después de varios meses de campaña, apoyada en la gran labor de las mujeres y hombres que asumieron el reto de marchar, de tocar muchas puertas, de dejar la campaña virtual para ir a la campaña de carne, hueso y alma, es decir, de visitar iglesias, universidades y barrios, después de hablar cara a cara con diferentes liderazgos sociales, colectivos feministas, amas de casa, iglesias cristianas evangélicas como católicas, comunidad LGTBI, colectivos ciudadanos y ciudadanía en general, de sentir vencer las diferencias de formas, solo hasta el 25 de febrero del 2012, con el respaldo de decenas de movimientos, miles de personas hicimos un “carnaval de las putas” y dijimos: ¡ PUTA o no, Yo decido !

Algunas colectividades no estuvieron de acuerdo con algunos de los postulados del ejercicio, pero aún así marcharon y respaldaron, porque en el fondo, sin importar cuántos desacuerdos tengamos sobre el tema, todas las personas justas estamos de acuerdo en que las mujeres, sin importar su ocupación, oficio o estilo de vida, no deben ser violentadas, violadas y mucho menos asesinadas. En el 2012 una mujer llevó a la marcha un letrerito que decía “putamente libres”

¿Casualidad o destino?

Cuando me fui de mi casa, recién saliendo de los 15 años, le dije a mi familia que me iba a vivir la vida sola porque quería ser putamente libre, lejos de las imposiciones sociales sobre un “deber ser”. Esta casualidad me lleva a hacer de esta expresión un discurso político y social y desde entonces le digo al “mundo”: exijamos calles para mujeres putamente libres —porque en teoría somos libres y nos están matando; entonces, si somos putamente libres, ya no tendremos miedo a denunciar y a velar por nuestras vidas, porque ya no tendremos miedo al qué dirán.

Si les cuento más anécdotas no terminaré. Este ejercicio se repitió durante tres años seguidos con el ánimo de hacer un llamado a la conciencia de la ciudadanía, enfáticamente; a la conciencia de las mujeres, a que nos unamos en la lucha contra la violencia hacia nosotras, a que digamos “si nos tocan a una, nos tocan a todas”, a que vayamos más allá de cualquier imaginario de rótulo que exista sobre nosotras y digamos “Putas y santas, todas mujeres”.

En 2013 contamos con el respaldo de Alejandra Borrero y Jineth Bedoya y en el 2014 con Héctor Buitrago, de Aterciopelados, junto con su colectivo de Canto al agua. Descansamos el 2015 y justo ese año se declaró a Colombia como un país en pandemia de feminicidios, donde somos asesinadas cuatro mujeres diariamente. Es por eso que decidimos marchar nuevamente el 8 de marzo del 2016.

Quiero llamarlos a la reflexión lejos de todo prejuicio y moralina. Antes de todo quiero dejar claro que no marchamos solamente por las mujeres putas; marchamos por todas las mujeres, marchamos por las mujeres putamente libres para decidir sobre todos los aspectos de su vida, para decidir sobre su cuerpo, putamente libres para ejercer su derecho al libre desarrollo de la personalidad y la libertad de conciencia sin que esto suponga algún tipo de sanción social y mucho menos justificación a las violencias contra las mujeres.

Dicho esto, también quiero que piensen más allá de toda opinión personal que tengan sobre la prostitución. Este llamado lo hago muy especialmente a ti, mujer, que me estás leyendo ¿Crees que es válido pensar que la dignidad de las mujeres dependa de lo que hace o deja de hacer con su vagina? ¿Es justo considerar más digna a una mujer que decide tener sexo lúdico con quien le da la gana que a otra que decide tener sexo comercial con quien le da la gana? ¿Es sensato considerar que una mujer señalada de puta, por las razones que sea, merece ser violentada, violada y hasta asesinada? ¿Es aceptable que consideren que existe algún tipo de ropa que pueda estigmatizarnos de putas y que por putas debemos aceptar acoso, violencia, violación e incluso asesinato?

Quiero contarte a ti, hombre que me lees, que te maleducaron cuando te dijeron que “las mujeres deben hacerse respetar” o “que las putas no merecen respeto” o cuando te enseñaron que tenías derecho de tildar de puta a las mujeres por la razón que te apeteciera y que después de hacerlo tenías derecho a acosarlas y demás.

Hombre, te informo que te mintieron toda la vida cuando te dijeron que siempre que las mujeres decimos que no, en el fondo es que sí; que somos unas rogadas, que nos gusta “hacernos desear”. Lo que pasó fue que nos educaron a todas para que hiciéramos esas cosas porque, si no, ustedes los hombres no nos tratarían bonito; que los hombres no nos valorarían a nosotras como personas y nunca seríamos amadas, si éramos fáciles, busconas, trepadoras y mil imaginarios, hasta llegar al más común de todos los rótulos: el de putas.

Esta marcha ya la hemos llevado a cabo tres veces seguidas con miles de diferencias de opinión sobre la misma, pero aun así, incluso quienes no apoyaron del todo los postulados por temas de principios religiosos y de tradiciones moralistas, decidieron marchar, porque nos unía el discurso de fondo: “Putas y santas, siempre mujeres sujetas de derecho”.

La palabra puta no argumenta ni valida la violencia, la violación ni el feminicidio. Cuando una mujer dice que no, siempre significa NO. Todas somos mujeres putamente libres. Hasta conocimos un postulado bíblico: el colectivo de personas cristianas evangélicas llevó un pasacalle que decía: “Jesús no la llamó puta; la llamó mujer”.

Como invita Jineth Bedoya : No es hora de callar.

Este año, Feminismo Artesanal, la colectiva Agitación Feminista, la organización PARCES ORG, el colectivo de hombres libertarios, el ministerio de la mujer de la nueva iglesia y la asociación Mujeres por Colombia estamos llamando al país a entender que no existe paz sin mujeres libres de violencia.

Todas las personas, sin importar quiénes seamos o qué hacemos con nuestras vidas, si estamos de acuerdo en que hay que terminar con la pandemia de feminicidios en Colombia, sin importar las diferencias de forma que tengamos con algunos temas de la realidad de las mujeres, debemos marchar este 8 de marzo del 2016, día internacional de los derechos de las mujeres.

* Mar Candela – ideóloga Feminismo Artesanal

 

 

 

 

 

 

 

Por Mar Candela*

 

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