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No somos pandilleros ni mucho menos criminales como dice Trump, somos gente honesta y trabajadora, gente que sueña con una mejor vida, un mejor país, pero sobre todo un mejor futuro.
Llenas de amor propio, así son las palabras que salen de boca de Catalina Cruz al hablar de Donald Trump, el controvertido magnate que tiene hoy una cruz sobre la espalda de cada inmigrante indocumentado en Estados Unidos.
El miedo obliga a actuar y eso es lo que está pasando en todo el país con nuestra comunidad, nos ha unido y obligado a preguntarnos: ¿Qué vamos a hacer para protegernos?
Nacida en Medellín, Catalina dejó Colombia en los 90 siguiendo los pasos de sus padres, que soñaban con una mejor vida lejos de la violencia y la falta de oportunidades en nuestro país.
Era 1992 y junto a su madre llegó a Nueva York para empezar de cero. Sin saberlo y en menos de seis meses quedaron indocumentadas, sus visas habían vencido. Su destino desde entonces, levantar la cabeza y abrirse camino.
Su madre, doña Rosa, se puso el overol y trabajó en cuanto pudo: vendiendo empanadas, repartiendo volantes, limpiando oficinas, casas, restaurantes, lo que fuera. No solo el idioma, sino el no tener documentos hacían las cosas muy distantes de lo que habían soñado. Por lo menos en un principio.
“Vas creciendo y lo entiendes todo. Cada vez más claro. Comprendes que un día cualquiera puedes llegar a tu casa y a tu mamá se la llevó Inmigración. Ese era mi miedo de todos los días. Eso te hace crecer a la brava, te hace valorar lo que tienes”.
Más allá de su condición de indocumentada, Catalina pudo acudir a la escuela pública en Queens, un derecho que hoy Trump quiere quitar a los que despectivamente llama “ilegales”. Desde entonces supo que su educación era su tiquete a una mejor vida.
“A mi mamá le robaban el salario, la echaban del trabajo sin pagarle, era abuso tras abuso. Como miles, fuimos víctimas de notarios falsos. Nos robaban aquí y allí sin poder quejarnos con nadie. Daba mucha rabia y frustración”, recuerda.
Como “soñadora” logro entrar a la Facultad de Derecho de la Universidad John Jay de la Universidad pública de Nueva York, donde fue presidenta de la Asociación de Estudiantes Hispanos.
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Al graduarse y especializarse en inmigración, representó a personas con asilo político y órdenes de deportación. Defendió inquilinos víctimas de caseros inescrupulosos. Luego de 14 años indocumentada y gracias a haberse casado con su novio, un ciudadano estadounidense, su miedo se sepultó y su vocación de servicio tomó un nuevo rumbo.
Tardó poco para que la talentosa abogada colombiana llegara al equipo del gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, ayudando al estado a convertirse en un ejemplo nacional en la lucha contra la explotación laboral.
En el Consejo de la ciudad fue parte del comité de inmigración y supervisó la implementación de la Iniciativa de Menores No Acompañados así como el vital programa de tarjetas de identificación municipal para indocumentados en Nueva York (IDNYC). Y por si fuera poco, Catalina trabajó en la aplicación de la ley que sacó a la policía migratoria (ICE) de las cárceles de Nueva York.
Esta es la lucha en la que están muchas ciudades en todo Estados Unidos conocidas como “santuarios”. El objetivo es proteger, hoy más que nunca, a la comunidad inmigrante de los abusos y acoso de ICE, y romper estos lazos entre las autoridades federales de inmigración con nuestras policías locales son el primer paso para evitar estos abusos.
El 5 marzo se cumplía el plazo que dio Donald Trump al Congreso para definir la suerte de cerca de 700,000 “soñadores”, como son conocidos los jóvenes indocumentados que llegaron con sus padres a los Estados Unidos cuando eran menores de edad. A pesar de esto, las demandas interpuestas en cortes de Nueva York y California han impedido que el programa se suspenda.
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El costo de acabar con DACA no solo tendrá un impacto económico gigantesco, sino un tremendo golpe moral a nuestra comunidad, explica la colombiana. Estos son jóvenes que como yo estudiamos fuerte contra toda adversidad por contribuir a este país, para hoy estar a punto de perderlo todo.
Así de oscura es la situación para los “soñadores” en EE.UU., Donald Trump quiere canjear el destino de estos jóvenes indocumentados por su agresiva agenda migratoria la cual incluye el controvertido muro fronterizo con México junto con el fin de la inmigración familiar o programa de reunificación familiar.
Entre tanto, una decisión de la Corte Suprema dejó vivo el programa de Acción Diferida (DACA) hasta que dos cortes de apelaciones decidan si el gobierno de Donald Trump violó la constitución al acabar con este programa migratorio implementado por el gobierno de Barack Obama.
Hoy la colombiana quiere llegar a la Asamblea de Nueva York, un escaño que la dejaría con las manos sobre el volante para luchar sin descanso por un Dream Act estatal, una ley que proteja a los soñadores en todo Nueva York.
Sin embargo la abogada, hoy de 34 años, sabe que no es nada fácil en estos días defender a la comunidad indocumentada. Son varios los líderes pro inmigrantes, voceros y activistas sociales que han sido acosados por las autoridades migratorias desde que Donald Trump llegó a la Casa Blanca.
Hoy día el que quiera alzar la voz por esta comunidad tiene que aceptar las consecuencias de este gobierno, explica Catalina quien vive en Queens, el condado con mayor número de colombianos en la Gran Manzana.
Durante el gobierno de Trump la guerra contra los indocumentados ha sido frontal. Cada día aproximadamente se arrestan 372 indocumentados en todo el país. Es decir en su primer año de gobierno 136.174 indocumentados quedaron tras las rejas dejando a miles de familias a la deriva.
Lo triste, explica la colombiana, es que cada vez son más los inmigrantes sin antecedentes penales los que están siendo arrestados por ICE, aquellos que como su familia siempre han hecho el bien, gente con raíces en la comunidad, con negocios, gente que aporta al país.
Entre tanto, el presidente Trump sigue haciendo gala de un populismo barato, como lo llama Catalina, al vender de una y otra forma la idea que los inmigrantes son delincuentes, que roban los trabajos de los estadounidenses y que lo único que quieren es aprovecharse del sistema.
Nunca pensé que su gobierno llegara a ser tan cruel y fuerte como ha sido, esta ha sido la peor persecución que hemos vivido. Son miles de familias las que han sido separadas, gente que no ha cometido una falta, muchos como yo, que llegaron cuando niños sin saber lo que era una frontera ni mucho menos una ciudadanía.
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La cifras hablan por si solas, el arresto de inmigrantes indocumentados sin antecedentes penales se ha multiplicado más de 200 %. Primero llegaron las redadas masivas, luego el fin de programas migratorios como del Estatus de Protección Temporal (TPS) que obliga a la salida de más de 300.000 inmigrantes de Estados Unidos, siguió DACA y el destino de miles de “soñadores”, ahora se viene la guerra contra la inmigración legal atacando la inmigración familiar.
“No hemos tocado fondo, creo que se viene mucho más, por eso tenemos que estar preparados como oficiales electos, como líderes sociales y sobre todo como comunidad”, concluye la colombiana.
Hoy, con el cuero duro de tanto batallar por su comunidad indocumentada y con una vocación nata, Catalina se perfila como la nueva sangre política de la comunidad inmigrante en Nueva York. El próximo 13 de septiembre la joven abogada, que representa al partido Demócrata, tendrá la oportunidad de convertirse en la primera colombiana en llegar a un escaño clave de la política del estado de Nueva York.