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Luz verde para los baños de personas transgénero

El Gobierno de Estados Unidos envió una carta a todas las escuelas públicas del país para que los alumnos usen los baños que prefieran y no los que les corresponderían según su sexo al nacer.

María Paulina Baena Jaramillo
14 de mayo de 2016 - 04:18 a. m.
Señales de baños generoneutrales pegadas en un museo de Durham, Carolina del Norte, donde se desató un movimiento transfóbico.  /AFP
Señales de baños generoneutrales pegadas en un museo de Durham, Carolina del Norte, donde se desató un movimiento transfóbico. /AFP

Algo que parece tan sencillo y resulta obvio, como la división de baños públicos de mujeres y hombres, se convirtió en un tema de discusión en Estados Unidos. Ayer, la fiscal general de ese país, Loretta Lynch, aseguró en un comunicado que “no hay espacio en nuestras escuelas para discriminación de ningún tipo, incluida la discriminación contra los estudiantes transexuales”.

Con la misiva, el gobierno de Estados Unidos dejaba clara una cosa: las escuelas públicas del país deberán permitir que los alumnos transexuales usen los baños que prefieran, de acuerdo con el género con el que se identifiquen.

El anuncio se hizo en medio de la polémica originada por una ley del estado de Carolina del Norte que se convirtió en el primer estado en hacer obligatoria la discriminación contra las personas transgénero.

De hecho, el pasado lunes el Departamento de Justicia presentó una demanda contra el gobernador de Carolina del Norte, el republicano Pat McCrory, por promover una norma que obligaba a las persona a utilizar los baños públicos de acuerdo con el género que aparece en su certificado de nacimiento.

Pero en el documento dirigido a todos los colegios públicos del país, el Gobierno del presidente Barack Obama subrayó que las escuelas que reciben fondos federales no pueden discriminar por razones de género a los estudiantes. Aunque la carta, en sí misma, no tiene fuerza de ley, los colegios públicos que incumplan la orden podrían perder los fondos federales que reciben e incluso enfrentar demandas gubernamentales.

Como explicó Matías Matilda González, mujer transgénero y becaria ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, desde Washington, “hay que leer este movimiento de manera contextual, que se hizo visible por una iniciativa transfóbica en un estado”. Como dijo González, en Colombia el tema no está en la agenda porque “representa una exclusión estructural”.

Tanto así que la expectativa de vida en las Américas de personas trans es de 35 años o menos. “Es una cifra absurda e inaceptable”, dijo González. Explicó, además, que en Colombia han sido excluidas de todos los sistemas: no pueden acceder a estudio, no tienen vivienda segura, trabajan en economías informales y carecen de transformaciones corporales supervisadas dentro del sistema de salud.

En Colombia ya hay propuestas para hacer baños neutros, es decir, que no se suscriban a ningún género. Como comentó Alejandro Lanz, director ejecutivo de la organización Parces, en el país no hay una norma que diga que los baños deben ser usados según género. “Las personas trans tienen que tomar la decisión en el momento de entrar al baño. Pero esa decisión esta mediada siempre por el pensamiento de ¿en qué baño me violentarán menos? Si soy una chica trans y entro al baño de hombres, me van a decir ‘maricón’, y si entro al de mujeres, me van a decir ‘violador’”.

La propuesta, entonces, de los baños neutros en sitios educativos y públicos –cuenta Lanz– no son baños para personas transgénero únicamente, ni terceros baños, sino para familias con niños pequeños o incluso personas con discapacidad. “Es un baño para hacer tus necesidades tranquilo, sin que nadie te mire ni te juzgue”, asegura.

Por esa misma línea iba el discurso de Marcela Sánchez, directora de Colombia Diversa, quien sostuvo que ve la noticia con buenos ojos: “Esta medida nos parece positiva porque los baños son sitios de violencia y hacen parte de una necesidad tan vital, que es bueno usarlos de manera digna y segura. Haciéndolos neutros nos quitamos la categorización del sexo. Somos cuerpos y tenemos que usarlos”.

Esa violencia de la que hablan Lanz y Sánchez es evidente en cada paso que dan las personas transgénero. Por ejemplo, Matías Matilda González relata que este hecho pone de manifiesto los privilegios de las personas no trans y la opresión hacia las trans. “Nos dan miedo el bus, el taxi, el transporte público, la primera interacción en una recepción... las personas trans vivimos en un miedo constante que tenemos que desnaturalizar”.

Por lo menos, dice González, el baño es un peso que se quitan de encima en el día a día y que les afecta en su sistema corporal de hormonas, intensifica su ansiedad, afecta la salud mental, hace que controlen lo que comen y lo que toman.

Y en medio de este debate surge una cuestión más apremiante y es si los baños públicos separados por género son aún necesarios. “Tenemos que empezar a preguntarnos si hay división por genero, si está justificada. Antes había baños para personas afros y blancas. Este tipo de segregaciones respondían a prejuicios sociales”, concluyó González.

Por María Paulina Baena Jaramillo

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