Medioambiente y género: por qué el cambio climático afecta más a las mujeres

La crisis producto de la contaminación no solo afecta a la naturaleza. El cambio climático también visibiliza patrones sociales de desigualdad económica, de género y relacionada con el color de piel o la etnia. De hecho, las personas mayoritariamente afectadas por el cambio climático suelen sufrir discriminación basada en su identidad. Las mujeres también son más afectadas por los daños a la naturaleza, debido a la discriminación social, económica y cultural con la que varias de ellas cargan.

También lea: ¿Qué es la COP15, la conferencia de biodiversidad más importante de la década?

“En Colombia, uno puede ver un montón de ejemplos de cómo el cambio climático afecta a las mujeres, especialmente a las mujeres negras, indígenas y campesinas”, comenta Natalia Daza, politóloga y consultora independiente en temas de género y cambio climático. Ella afirma que violencias continuas en contra de la mujer, como es la violencia física y sexual, también aumentan en períodos de crisis climáticas.

“Después de eventos climáticos extremos, la incertidumbre aumenta la violencia basada en género. La escasez de recursos y el declive de muchos cultivos genera tensiones, que termina siendo un detonador de violencia”, afirma la investigadora, quien comenta que, debido a la forma en que se ha socializado a algunos hombres en un entorno patriarcal, sus respuestas podrían resultar en violencia debido a situaciones de estrés. “Después de eventos climáticos extremos, en Indonesia hay un aumento de violencia basada en género. Pero, curiosamente, también en países como Nueva Zelanda. El aumento de violencia de género es uno de los pocos escenarios en donde el aumento no varía dependiendo de factores socioeconómicos”, comenta la investigadora.

En 2020, la Unión Internacional para la Conservación (UICN) realizó un estudio con mujeres, que confesaron sufrir violencia física por parte de sus parejas en el momento en que había escasez de recursos. Se revisaron 100 casos distintos, con el objetivo de determinar la relación entre violencia física y daños al medio ambiente.

“La discusión sobre el cambio climático ha estado centrada en aspectos económicos y ambientales sin tomar en cuenta necesariamente los derechos humanos, la situación de las mujeres y las desigualdades de género”, afirma Lorena Aguilar Revelo, experta en temas de género y desarrollo sostenible en su informe “La autonomía de las mujeres y la igualdad de género en el centro de la acción climática en América Latina y el Caribe”. La autora analiza la forma en que América Latina y el Caribe son regiones profundamente sensibles a los impactos del cambio climático, y que, además, estos impactos están relacionados con la profunda desigualdad socioeconómica, los patrones culturales machistas y la concentración del poder. Revelo considera que el cambio climático puede llegar a exacerbar las desigualdades que sufren las mujeres en la sociedad.

Según las Naciones Unidas, el 80% de personas desplazadas por el cambio climático son mujeres. Además de los peligros que persisten en los trayectos por desplazamiento, como la presencia de grupos criminales, Natalia Daza afirma que también existe el peligro eminente por la violencia sexual, e incluso la posibilidad de llevar a niñas menores de edad a ser víctimas de trata de personas. “Las mujeres desplazadas por el conflicto armado en la región del Putumayo tendían a irse a vivir alrededor de los ríos, porque les permitía economizar un servicio básico, que es el agua. Cuando hay incremento en el nivel de ríos y el mar por el aumento de precipitaciones, pues a las primeras que se lleva, es a ellas”, comenta Daza.

Según el Programa Mundial de Alimentos, se estima que el 60% de personas con hambre crónica son mujeres y niñas. De hecho, los efectos del aumento de la temperatura tendrán mayores consecuencias negativas en las poblaciones más vulnerables: “se prevé que las mayores secuelas afectarán a aquellas personas que dependen de las actividades agrícolas y costeras, a las mujeres, a los pueblos indígenas, a niños, niñas y personas mayores, a personas en situación de pobreza y a las poblaciones y ecosistemas de países insulares como los países del Caribe”, comenta Lorena Aguilar en su informe.

Algunos esfuerzos por frenar los impactos negativos en el medioambiente no suelen tener en consideración el componente de género. La dificultad que tienen las mujeres para obtener ingresos económicos o educación, dificultan sus posibilidades de tener trabajo o autonomía financiera. Es por ello que estrategias como el impuesto verde, que se representaría en impuestos al carbono y en un encarecimiento del consumo energético básico, podrían afectar más a las mujeres por su dificultad para acceder a bienes y servicios.

También lea: Ansiedad y estrés: así afecta el cambio climático nuestra salud mental

Por último, estudios consideran que las mujeres tienen más posibilidades de morir en desastres naturales, en comparación a los hombres. Esto debido a que muchas mujeres no les enseñan a nadar, además que suelen ser las responsables del cuidado de menores o personas mayores, que terminan por cargarlas con mayor responsabilidad en eventos catastróficos, disminuyendo su posibilidad de desalojar el sitio de forma rápida y efectiva.

La crisis producto de la contaminación no solo afecta a la naturaleza. El cambio climático también visibiliza patrones sociales de desigualdad económica, de género y relacionada con el color de piel o la etnia. De hecho, las personas mayoritariamente afectadas por el cambio climático suelen sufrir discriminación basada en su identidad. Las mujeres también son más afectadas por los daños a la naturaleza, debido a la discriminación social, económica y cultural con la que varias de ellas cargan.

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“En Colombia, uno puede ver un montón de ejemplos de cómo el cambio climático afecta a las mujeres, especialmente a las mujeres negras, indígenas y campesinas”, comenta Natalia Daza, politóloga y consultora independiente en temas de género y cambio climático. Ella afirma que violencias continuas en contra de la mujer, como es la violencia física y sexual, también aumentan en períodos de crisis climáticas.

“Después de eventos climáticos extremos, la incertidumbre aumenta la violencia basada en género. La escasez de recursos y el declive de muchos cultivos genera tensiones, que termina siendo un detonador de violencia”, afirma la investigadora, quien comenta que, debido a la forma en que se ha socializado a algunos hombres en un entorno patriarcal, sus respuestas podrían resultar en violencia debido a situaciones de estrés. “Después de eventos climáticos extremos, en Indonesia hay un aumento de violencia basada en género. Pero, curiosamente, también en países como Nueva Zelanda. El aumento de violencia de género es uno de los pocos escenarios en donde el aumento no varía dependiendo de factores socioeconómicos”, comenta la investigadora.

En 2020, la Unión Internacional para la Conservación (UICN) realizó un estudio con mujeres, que confesaron sufrir violencia física por parte de sus parejas en el momento en que había escasez de recursos. Se revisaron 100 casos distintos, con el objetivo de determinar la relación entre violencia física y daños al medio ambiente.

“La discusión sobre el cambio climático ha estado centrada en aspectos económicos y ambientales sin tomar en cuenta necesariamente los derechos humanos, la situación de las mujeres y las desigualdades de género”, afirma Lorena Aguilar Revelo, experta en temas de género y desarrollo sostenible en su informe “La autonomía de las mujeres y la igualdad de género en el centro de la acción climática en América Latina y el Caribe”. La autora analiza la forma en que América Latina y el Caribe son regiones profundamente sensibles a los impactos del cambio climático, y que, además, estos impactos están relacionados con la profunda desigualdad socioeconómica, los patrones culturales machistas y la concentración del poder. Revelo considera que el cambio climático puede llegar a exacerbar las desigualdades que sufren las mujeres en la sociedad.

Según las Naciones Unidas, el 80% de personas desplazadas por el cambio climático son mujeres. Además de los peligros que persisten en los trayectos por desplazamiento, como la presencia de grupos criminales, Natalia Daza afirma que también existe el peligro eminente por la violencia sexual, e incluso la posibilidad de llevar a niñas menores de edad a ser víctimas de trata de personas. “Las mujeres desplazadas por el conflicto armado en la región del Putumayo tendían a irse a vivir alrededor de los ríos, porque les permitía economizar un servicio básico, que es el agua. Cuando hay incremento en el nivel de ríos y el mar por el aumento de precipitaciones, pues a las primeras que se lleva, es a ellas”, comenta Daza.

Según el Programa Mundial de Alimentos, se estima que el 60% de personas con hambre crónica son mujeres y niñas. De hecho, los efectos del aumento de la temperatura tendrán mayores consecuencias negativas en las poblaciones más vulnerables: “se prevé que las mayores secuelas afectarán a aquellas personas que dependen de las actividades agrícolas y costeras, a las mujeres, a los pueblos indígenas, a niños, niñas y personas mayores, a personas en situación de pobreza y a las poblaciones y ecosistemas de países insulares como los países del Caribe”, comenta Lorena Aguilar en su informe.

Algunos esfuerzos por frenar los impactos negativos en el medioambiente no suelen tener en consideración el componente de género. La dificultad que tienen las mujeres para obtener ingresos económicos o educación, dificultan sus posibilidades de tener trabajo o autonomía financiera. Es por ello que estrategias como el impuesto verde, que se representaría en impuestos al carbono y en un encarecimiento del consumo energético básico, podrían afectar más a las mujeres por su dificultad para acceder a bienes y servicios.

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Por último, estudios consideran que las mujeres tienen más posibilidades de morir en desastres naturales, en comparación a los hombres. Esto debido a que muchas mujeres no les enseñan a nadar, además que suelen ser las responsables del cuidado de menores o personas mayores, que terminan por cargarlas con mayor responsabilidad en eventos catastróficos, disminuyendo su posibilidad de desalojar el sitio de forma rápida y efectiva.