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Una pareja muy malpensante

Rocío Arias Hoffman y Andrés Hoyos vienen gestando dos proyectos que saldrán al mundo con un mes de diferencia. El primero es la tercera versión del Festival Malpensante y el segundo se llamará Iván Hoyos Arias.

Liliana López Sorzano
07 de junio de 2008 - 12:53 a. m.

No siempre se tiene la suerte de compartir y tener varios puntos de intersección en los campos del amor. Rocío y Andrés cuentan con esa fortuna. Ella es politóloga y él es matemático de formación. Sin embargo, fue a través de la literatura y del arte que se conocieron, y es en el fondo uno de los lazos que los unen. “La primera vez que nos vimos fue hace 9 años, en la fiesta de una amiga que tenemos en común. Yo le hice un reclamo en el quicio de una puerta sobre la suscripción de la revista Malpensante que no me llegaba”, recuerda Rocío.

Pero hace sólo tres años, a raíz de las maravillosas vueltas del destino, después de muchas turbulencias en la vida y cada uno con sus experiencias particulares, se reencontraron en una retrospectiva de Roda en el Mambo. Para ese entonces tenían un café pendiente que se terminó convirtiendo en una larga sobremesa. Ahí empezó una historia de amor estupenda que ha desembocado en propuestas sólidas que comparten juntos, como lo es el proyecto empresarial Serendipity, la realización del tercer Festival Malpensante y un hijo que está por nacer.

Rocío es madrileña, de madre holandesa, padre español y de corazón colombiano. Hace 17 años, con ganas de pasar un verano trabajando en cooperación internacional y por carambolas de la vida, en lugar de ir a África aterrizó en las selvas del Chocó. Una estación se convirtió en años, la carta postal colombiana que tenía en la cabeza, en una cruda realidad, y ella en una presa de mosquitos. Al lado del padre Javier de Nicoló trabajó por siete años la problemática de los niños de la calle, lo cual le dejó marcas a fuego vivo y le revolvió las entrañas, pero al mismo tiempo le dio la posibilidad de adquirir una vocación de optimismo y esperanza permanente.

Viajó por toda Colombia y creó un vínculo personal con el país, sobre todo con la gente, del cual no se podrá desprender nunca. Se sintió tan a gusto que abandonó sus planes de volver a España y Colombia se convirtió en su casa. De hecho, su madre les contaba a sus amigos: “Rocío ha vuelto a nacer en Colombia”.

En efecto, es aquí donde se formó profesionalmente, donde construyó esa otra familia hecha de amigos y paisajes que se le fueron metiendo en la piel como si estuvieran inscritos genéticamente.Después de su trabajo social hizo un posgrado de periodismo en los Andes y se metió en el mundo de los medios. Primero en televisión, siendo productora ejecutiva de Noticias RCN; luego en la prensa escrita con la fundación de Plan B y finalmente en Caracol Radio en el programa Hoy por Hoy con Gustavo Gómez. Siempre tuvo claro que le gustaba leer y trabajar con la gente. Sin embargo, aterrizar esos dos gustos en el terreno profesional no era evidente. Lo ha ido descubriendo y quizá esté cerca del objetivo con su nueva empresa. Ahora se dedica a su proyecto empresarial, Serendipity, una iniciativa pionera y arriesgada que busca impulsar proyectos culturales. En un país como Colombia, donde estas prácticas son escasas, el camino ha resultado difícil. “Es como coger un machete y abrir trocha en la mitad de la selva”, asegura Rocío. Fue gracias a la insistencia de Andrés, que Rocío se lanzó a apostarle desde la independencia a un tema que forma parte de su vida personal, que es el goce con los temas culturales. Serendipity sirve de catalizador y de vínculo creativo entre la gente que pertenece a la cultura y los funcionarios o empresarios que no saben cómo ni con quién invertir en este campo. Casi al mismo tiempo de la fundación de Serendipity nace el Festival Malpensante. En 2006 la revista cumplía 10 años de vida y los dos estaban buscando la manera de celebrarlo. No querían una fiesta que fuera fugaz querían algo que perdurara en el tiempo y que resaltara la importancia de un esfuerzo y una proeza que era haber sobrevivido durante una década.

Según Andrés, El Malpensante tiene el mismo nacimiento algo ridículo que tienen las revistas de este estilo. Nace de esa letanía que repiten los intelectuales de distinto cuño cuando se aproximan a los medios existentes. La revista no era fruto de un estudio de mercado ni de una investigación que señalara vacíos a llenar. Nace al revés, arbitrariamente y del simple deseo de lo que querían leer. Además, sale con actitud de responder, no de una manera ideológica predeterminada, sino con el ánimo de contestarles a las diferentes vertientes, inclusive a la izquierda que desde entonces los quería colonizar. “Teníamos ideas y teníamos prejuicios. No nos gustaban los jóvenes, creíamos que no leían y que los intereses eran diferentes. Hicimos una revista que no los tenía en cuenta. Cuando llegaron las primeras mediciones de lectura, nos dimos cuenta de que estábamos llenos de jóvenes lectores. Casi me llevan a la clínica Montserrat por un surmenage”, dice Andrés riendo.

Se les ha acusado de ser elitistas, pero Andrés asegura que la literatura nunca ha pretendido ser para todo el mundo, porque no todo el mundo lee a Rubén Darío o poesía. Según su director, no es una revista que exija una alta lectura, sino que el lector típico de El Malpensante es curioso y no es un erudito. Rocío recuerda la anécdota de una señora que al preguntarle qué era para ella El Malpensante, dijo: “Es como una iglesia gótica, cuando uno está por fuera le da susto entrar, pero cuando uno está adentro ya no quiere salir”. Lo que más le gusta a Rocío de la revista es que es poco predecible y siempre trae sorpresas con propuestas distintas y autores de toda índole que ofrecen una ventana al mundo contemporáneo muy interesante. Ese es el mismo espíritu que trae el festival.

La idea ya le había rondado la cabeza a Andrés, pero era de esos pensamientos débiles que nunca pasaban a la acción. En el aniversario se concretiza el evento y la revista se vuelve carne y hueso. Deciden clavarse en el agua y poner la carne en el asador. Luego de ese primer intento se formaliza y este año con el lema “Pase bien, hable mal” alargaron los días y convidaron a más personajes. Será un espacio genuino con una óptica maleducada, lúdica, ecléctica, divertida, con un enfoque que no es rígido ni cuadriculado siempre teniendo en el rabillo del ojo un ángulo inquietante. El solo hecho de encontrarse con una mesa redonda debatiendo alrededor de “hacerse la paja” o “la vindicación de tirar fuera de casa”  ya son una muestra de lo que habrá en el Festival que se realizará del 27 al 30 de junio en el Gimnasio Moderno de Bogotá.

Tanto éste como el hijo que esperan surgen de la convergencia de las inquietudes intelectuales con las personales. Ninguno de los dos se comió el cuento de las fábulas rosa y las historias de príncipes azules con finales felices. Andrés cree firmemente en una frase que oyó algún día: todos nacemos príncipes, pero la realidad nos vuelve sapos. Rocío, a su vez, dice estar encantada con su sapo favorito y comprobar quizá el único cuento en el que cree: los hijos deseados son el fruto de un amor profundo. Y es este el que desprovisto de fábulas está viviendo esta pareja malpensante.

Por Liliana López Sorzano

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