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En 2022, así como todos los años que vendrán, la agenda estará marcada por la crisis climática. Una discusión que, muchas veces, queda reducida a dos orillas: lo que deben hacer los políticos, como líderes de los países, para afrontarla, o cómo debemos cambiar los individuos nuestros estilos de vida para adaptarnos. Claro, todo con un montón de matices de cómo la presión social de los segundos puede determinar lo que deciden los primeros, o cómo los estímulos de los primeros pueden alterar lo que aplican los individuos. Pero en este quizás enredado mundo de relaciones hay un tercer actor que puede ser aún más clave: el de las empresas y el sector privado, que si no lo hicieron antes deberán empezar a repensarse el próximo año desde el cambio climático. (Lea Francia prohíbe los envases de plástico para frutas y verduras)