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Un paisaje agrícola diverso es fundamental para mantener la salud del ecosistema y de los humanos que lo habitan. Al incorporar la biodiversidad en los sistemas agropecuarios, podemos no solo mejorar la producción y la seguridad alimentaria, sino también favorecer la salud del suelo, controlar plagas de manera natural, promover la polinización, aumentar la resistencia al cambio climático, mejorar la nutrición y bienestar de los agricultores y la población en general. Este cambio hacia una agricultura más biodiversa es esencial para asegurar un futuro donde tanto los sistemas alimentarios como la naturaleza prosperen de manera equilibrada.
En los últimos 60 años, a pesar del crecimiento e intensificación de la agricultura, no hemos logrado alimentar adecuadamente a toda la población mundial. Y lo más preocupante, es que en ese proceso degradamos alarmantemente los recursos naturales y la biodiversidad. Esta situación está alimentada por la idea de que la biodiversidad cultivada y silvestre es prescindible para la agricultura. Cuando en realidad es fundamental para sostener la producción agrícola en un entorno cambiante. Ver la agricultura como un proceso aislado de la naturaleza y de los valores humanos pone en riesgo tanto el ecosistema como el bienestar de las personas.
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La agroecología es un enfoque integral que imita la complejidad y los procesos ecológicos de los ecosistemas naturales. Como ciencia, práctica y movimiento, promueve una agricultura que no solo se beneficia de la biodiversidad, sino que también contribuye a ella. La diversidad de especies en la parcela y pasaje favorece la salud del suelo, el ciclo de nutrientes, la polinización y el control de plagas. Otras prácticas como la conservación de semillas o la preservación de hábitats en paisajes agrícolas también promueven la biodiversidad.
Estos sistemas agroecológicos ofrecen maneras de producir alimentos saludables y asequibles, contribuyendo al mismo tiempo a la conservación. Sin embargo, muchos todavía dudan de su efectividad, preocupados por que puedan ser menos productivos. Focalizarse únicamente en el rendimiento es una estrategia limitada, ya que no tiene en cuenta los efectos en el bienestar ambiental y social. Evaluar la agricultura solo en términos de producción es como juzgar la salud de una persona solo por su presión arterial: informativo, pero incompleto.
Comparaciones del funcionamiento de la agricultura convencional y sistemas alternativos tienden a ser sesgados por varias razones. Primero, se focalizan productividad medida a plazos muy cortos, ignorando las fluctuaciones o cambios al largo plazo y bajo eventos climáticos o económicos extremos. Segundo, las comparaciones tienden a invisibilizar los servicios ambientales y socioculturales provistos en diferentes sistemas de producción. A pesar de esos sesgos en la narrativa contra sistemas alternativos, la evidencia científica está mostrando claramente que la agricultura manejada con los principios agroecológicos (e.g. diversificación) puede aumentar los rendimientos y ser más rentable que la agricultura intensiva, además de contribuir mucho más y positivamente bienestar humano.
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Por lo tanto, el enfoque agroecológico es mucho más alineado y relevante para guiar la transición prevista y necesitada para la calidad de vida de todos y de las futuras generaciones. El enfoque agroecológico nos permite, como sociedad, ser mucho más ambiciosos en términos de lo que podemos esperar de la agricultura y los paisajes agrícolas. Los principios y prácticas de la agroecología apuntan a la mejora de la salud del suelo y de los animales, promueve la diversificación económica y mantiene y aumenta la biodiversidad cultivada y salvaje, lo que contribuye a que esos sistemas funcionen mejor, a que sean mucho más resilientes y a que produzcan comida diversificada, sana y de alto valor nutricional.
Si bien pueden existir disyuntivas entre el rendimiento y la biodiversidad, especialmente en los primeros años después de cambiar de un sistema agrícola simplificado a uno más diversificado, un diseño cuidadoso puede mitigar estos efectos. Actualmente, muchos agricultores asumen el costo y el riesgo de hacer una transición hacia sistemas en armonía con la naturaleza. Sin embargo, son poco apoyados en economías donde contaminar y degradar los recursos naturales es gratis e incluso subsidiado.
Todos comemos y necesitamos la naturaleza para vivir bien. Por lo tanto, todos deberíamos estar apoyando mucho más a esos agricultores. Gobiernos, investigadores, empresas, agricultores y consumidores tienen un rol importante en apoyar esta transición. Es fundamental invertir en investigación que aborde la transformación de los sistemas agrícolas desde múltiples disciplinas, ofrecer incentivos financieros a los agricultores que adopten prácticas agroecológicas y desarrollar políticas que faciliten esta transición. Los consumidores también juegan un papel clave al elegir productos agroecológicos y exigir mayor transparencia en las cadenas de suministro de alimentos.
La COP16 es un espacio clave para discutir cómo avanzar hacia un mundo donde los seres humanos convivan en armonía con la naturaleza. Aquí, la Alianza de Bioversity International y el CIAT presentará evidencias sobre el impacto positivo de la biodiversidad cultivada y silvestre tanto para las personas como para el ambiente, y destacará la necesidad de apoyo a largo plazo para iniciativas agroecológicas locales.
Todos los actores del sector agropecuario deben convertirse en facilitadores de la transformación de los sistemas alimentarios. Es crucial reconocer la necesidad de adoptar prácticas que mejoren la resiliencia de las personas y la naturaleza, trabajando hacia un futuro en el que la agricultura y la biodiversidad florezcan juntas.
En los últimos 60 años, a pesar del crecimiento e intensificación de la agricultura, no hemos logrado alimentar adecuadamente a toda la población mundial. En los últimos 60 años, a pesar del crecimiento e intensificación de la agricultura, no hemos logrado alimentar adecuadamente a toda la población mundial.