Después de varios meses de observar, medir y registrar las características de ciertos peces, un día, mientras almorzaban, un par de investigadores cayeron en cuenta de que debían decidir qué nombres les darían. “Creo que fue lo último en lo que pensamos cuando vimos que se trataba de nuevas especies”, cuenta Alejandro Romero, biólogo e ingeniero ambiental de la Universidad El Bosque y líder del estudio publicado en la revista Ichthyology & Herpetology. Para él y para su compañero, Tiago Pinto, profesor de la Universidad Javeriana e ictiólogo (es decir, que estudia a los peces), era prioridad estar seguros sobre las diferencias morfológicas de estos animales, que nunca antes se habían descrito.
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Pinto, a quien Romero describe como su tutor y tiene un doctorado en Biología evolutiva y ambiental, brindó ideas y pautas de cómo podrían llamar a las cuatro especies del género Phenacogaster que habían identificado. Algunas opciones eran atribuirles nombres de personas o incluir raíces en latín o en griego que se refirieran a sus características. Sin embargo, Romero resolvió denominarlas con base en los lugares donde fueron halladas: las cuencas del Amazonas y del Orinoco.
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“Al tener unas distribuciones tan particulares, me vino a la cabeza llamarlas en relación con lo que hay allí. Quería que los nombres pertenecieran a sus lugares de origen, que al leerlos hubiese una idea general de que vienen de esos territorios, teniendo en cuenta su contexto histórico y social”, dice el biólogo. Romero quiso hacer un reconocimiento a las comunidades que han habitado esas zonas, pues, a sus ojos, son quienes hacen el trabajo “duro”, el trabajo de “abrir el monte” para guiar a los científicos. “Nosotros pescamos y analizamos, pero es gracias a las comunidades que podemos llegar allí”, menciona.
De ese modo, les dieron los “apellidos” tukano, nukak, guayupe y yari a esas especies, las cuales hacen parte del orden de peces con escamas y de agua dulce denominado Characiformes. Este grupo, según explica Romero, solo se encuentra en el neotrópico y es el más extenso de Colombia. Sin embargo, debido a su compleja taxonomía, también es el que más carece de información. No hay datos muy actualizados, pero, de acuerdo con una revisión publicada en la revista Biota Colombiana, del Instituto Humboldt, un total de 637 especies componían los Characiformes para 2008. Uno de sus géneros, el Phenacogaster, ha sido poco comprendido, dice Romero. Eso, precisamente, fue lo que los motivó a hacer el estudio.
Las cuatro especies de peces
La Universidad Javeriana, con apoyo de la organización National Geographic, realizó exploraciones en el Alto Vaupés y la Cuenca Media del río Caquetá, en el Amazonas, y en el Alto Inírida y el Alto Guaviare, en el Orinoco. En ciertos casos, cuenta Pinto, para lograr el acceso a los territorios, establecieron un contacto inicial con guías locales o firmantes de paz que pudieran acompañar los recorridos.
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Algunas de las muestras recolectadas se lograron obtener por primera vez en la historia, pues el difícil acceso al territorio y el conflicto armado lo habían impedido. Por ejemplo, no existía registro de la presencia de Phenacogaster en el río Yarí, uno de los afluentes del río Caquetá, en la frontera sur del Parque Nacional Natural Chiribiquete. “Encontrarlo por primera vez fue muy interesante”, recuerda Romero. “Eran muestras que, científicamente, tenían un peso: sabíamos que eran importantes porque provenían de ese lugar”. La especie, además, tenía unas particularidades que captaron casi de inmediato la atención de los investigadores.
Se trata de un pez muy pequeño, de máximo 2.5 centímetros de longitud, en comparación con otros que pueden llegar a medir 5 o 6 centímetros. Romero también explica que, por lo general, los individuos de este género tienen una mancha grande justo detrás de la cabeza. Sin embargo, en Phenacogaster yarí se ubica en la mitad de su cuerpo, bastante desplazada hacia atrás, además de que tiene una línea lateral incompleta. Estas características no coincidían con nada de lo que se había descrito antes.
El biólogo asegura que el nombre que le dieron a esa especie va más allá del río Yarí. “En este caso, es un territorio complejo, no había una generalidad o una sola población atribuible. Queríamos que se refiriera a todo este grupo de personas a su alrededor, a las poblaciones campesinas, a quienes vienen de otros departamentos y a los indígenas que se abastecen de esta cuenca”, cuenta Romero.
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Por otro lado, los científicos realizaron una expedición en la cuenca alta del río Vaupés, donde, al ser una zona de transición ecológica entre el Amazonas y el Orinoco, hay una gran biodiversidad. Allí hallaron un pez de aproximadamente 3 centímetros de longitud. Su cabeza es más alargada, su línea lateral está completa y, al igual que el del Yarí, también tiene su mancha un poco desplazada hacia atrás, solo que su forma es horizontal. Se trata de la especie Phenacogaster tukano, de la cual sí existían algunas muestras.
La Universidad del Tolima, tras una de sus expediciones, también reportó la presencia de estos individuos (que no se habían caracterizado) muy cerca de Mitú, en la cuenca media del río Vaupés y en el río Tiquié. Aunque dichos afluentes llegan a Brasil, aún no se ha registrado Phenacogaster tukano en el vecino país. “Nos pareció extraño”, afirma Romero. “Por ahora se consideran endémicas de Colombia, pero tenemos la hipótesis de que muy probablemente comparten territorio con Brasil”.
Por su parte, Phenacogaster nukak se encuentra en el río Inírida, en la cuenca del Orinoco. Esta especie, describe el biólogo, tiene una aleta dorsal que sube bastante, haciendo que su cuerpo parezca de forma triangular, al igual que su mancha. Su línea lateral es incompleta y sus colores son opacos, en comparación con los tonos rojizos y amarillos fuertes de Phenacogaster yarí.
Finalmente, Phenacogaster guayupe, proveniente del río Ariari en la cuenca alta del río Guaviare, tiene una característica que despertó la curiosidad de los investigadores: únicamente los machos tienen, en su aleta anal, unos ganchos muy grandes en comparación con los del resto del género. “Nunca se había reportado ese tamaño y lo vimos en todos los machos de las muestras que analizamos”, cuenta Romero.
Pinto agrega que, tras describir estos peces, han hecho un trabajo de socialización, en el que se han reunido con las comunidades para hablar sobre sus hallazgos. “Presentamos lo que logramos en las salidas, dejando una especie de guía en la región que sirve para planes locales de biodiversidad”, subraya el profesor.
Esfuerzo y recompensa
Para estudiar las especies, los científicos registraban, antes que cualquier otra cosa, de dónde provenían. Luego se fijaban en cuáles peces eran machos, cuáles hembras, cuánto medían, sus colores, las características particulares de sus aletas, sus líneas laterales y cómo se distribuían sus cuerpos y sus manchas. De acuerdo con Romero, él y Pinto estudiaron y recategorizaron alrededor de 1.500 peces y midieron morfológicamente a aproximadamente 260. Ese proceso les tomó casi nueve meses.
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Pero detrás de sus hallazgos hubo aún más trabajo. Desde que Romero comenzó a informarse sobre el género hasta que se publicó su estudio, pasaron tres años y medio. El biólogo leyó todos los artículos que se habían publicado acerca de Phenacogaster, que en su mayoría eran de Brasil, y reunió datos significativos. “Fue muy bonito el proceso de aprender sobre este género y luego, tener la primera muestra en mis manos”, expresa el investigador. Ni él ni Pinto imaginaron que llegarían a describir cuatro especies que eran desconocidas, hasta ahora, para la ciencia.
Según Romero, es probable que no haya nuevas muestras en un buen tiempo, debido a lo difícil que es llegar a esos territorios. Pero, en todo caso, reconoce cómo el proceso de paz y muchas otras iniciativas locales han permitido conocer un poco más sobre la biodiversidad de nuestro país. Estas zonas, dice él, no dejan de sorprender. “Creo que todavía nos quedan muchos más descubrimientos por hacer”.
*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.
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