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Kabure, un aliento de vida que brota de la selva amazónica

En lo profundo de la Amazonía colombiana, la Asociación de Cabildos Murui Muina del alto río Caquetá (ASCAINCA), le apuesta a convertir en jugos, pulpas y mermeladas sus frutos tradicionales, a la vez que conservan el bosque y la biodiversidad, generan ingresos para la comunidad y fortalecen sus saberes ancestrales.

María Camila Peña*

02 de septiembre de 2025 - 11:00 a. m.
El Resguardo El Quince es una de las cinco comunidades que hacen parte del emprendimiento Kabure en Solano, Caquetá.
Foto: Meseta Films/TNC

“Cada planta tiene un espíritu y el de la canangucha es un espíritu potente y antiguo”, dice la abuela Irma García del Resguardo El Quince, del municipio de Solano, una de las cinco comunidades que hacen parte de la Asociación de Cabildos Murui Muina del alto río Caquetá (ASCAINCA). La abuela supo desde muy joven que su vocación era convertirse en consejera de su cabildo, su anhelo: cuidar de todos, comunicarse con todos los seres de la selva. “Uno tiene que hablarles, y desde ahí viene mucha sabiduría”.

La abuela Irma García, consejera del Resguardo El Quince.
Foto: Sebastian Di Domenico/TNC

Desde que los más jóvenes del resguardo vienen trabajando junto a ASCAINCA, con otras cinco comunidades, en Kabure, el proyecto de producir jugos, pulpas y mermeladas a partir de frutos amazónicos, la abuela Irma y otras mujeres comenzaron a tejer redes alrededor de las palmas de canangucha (Mauritia flexuosa) que se encuentran entre los humedales y pantanos del resguardo. El objetivo: recoger los brillantes frutos rojos con cáscara escamosa que caen ocasionalmente de las alturas, sobre todo en las épocas de julio y agosto, cuando están en plena cosecha, y así evitar que estos se echen a perder.

La recolección se hace en familia. Los más hábiles trepan a las palmas y cortan de un solo tajo los racimos de las partes bajas, que pueden tener hasta a tres metros de altura. Los frutos de las partes más altas se dejan como alimento para las aves, especialmente el guacamayo de vientre rojo (Orthopsittaca manilatus), un lorito de tamaño mediano que encuentra esta fruta de pulpa amarilla apetitosa.

La canangucha es el fruto de la palma Mauritia flexuosa.
Foto: Meseta Films/TNC

La canangucha ha sido utilizada por la comunidad del resguardo El Quince para calmar la sed, bajar la fiebre, evitar los problemas de colon y en preparaciones de bebidas ceremoniales como la canguana, que se usa en las noches en las que la comunidad se sienta alrededor del cacique y sus consejeros en la maloca para poner la palabra de los abuelos, pedirles a los espíritus de la selva los permisos para tomar de sus frutos, y que se abran los caminos durante las jornadas de recolección.

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El cacique Dionisio Vargas del resguardo El Quince y su familia se reconocen como el Clan Canangucha.
Foto: Sebastian Di Domenico/TNC

“Somos conocidos como el Clan Canangucha, ella es la que sostiene el agua, es la que mantiene refrescando la tierra. Es un árbol que demuestra la resistencia de un territorio. Es abundancia, porque de una sola planta brotan muchas semillitas, así mismo la comunidad abunda”, dice el cacique Dionisio Vargas, que tiene entre sus responsabilidades mantener viva la cosmovisión de los abuelos; y quien es uno de los líderes que ha venido apoyando a los más jóvenes en esta iniciativa de sacar sus productos al mercado para que personas de otros lugares puedan conocer su historia y sus tradiciones, y beneficiarse de la esencia de vida que brota de la selva.

Kabure, que en lengua indígena se traduce como “aliento de vida”, hoy es una empresa, pero también es un sueño hecho realidad para las comunidades de los resguardos Aguas Negras, Huitora, Coropoya, El Quince e Ismuina (que hacen parte de ASCAINCA) de llevar al mercado productos a base de frutas amazónicas que cuentan una historia viva y a la vez ayudan a proteger el bosque y su biodiversidad, promoviendo las economías propias y recuperando el conocimiento ancestral.

El guacamayo de vientre rojo que se alimenta de los frutos de la canangucha.
Foto: Sebastian Di Domenico/TNC

“A los frutos del bosque nosotros siempre los hemos llamado ‘esencia de vida’. Los abuelos los utilizaron milenariamente como alimento sano, como alimento natural. Lo que estamos buscando con Kabure es llevar al mercado un alimento que sirva para la sostenibilidad tanto del ser humano como de la vida”, explica el Roberto Ordoñez, autoridad tradicional de la comunidad indígena Ismuina, del municipio de Solano.

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Conocimiento ancestral

La decisión sobre qué elementos de la naturaleza podían utilizarse para su aprovechamiento fueron hechas por los abuelos de las comunidades, basados en los Planes de Manejo Territorial Ambiental. Estos son una herramienta de ordenamiento propia de los pueblos indígenas que les permite gestionar los recursos de sus territorios desde sus propias visiones y sin alterar el equilibrio. Fue así como, además de la canangucha, se permitió el uso de otros frutos amazónicos como el asaí, el guacurí y el milpes, y se evidenció la necesidad de promover los liderazgos jóvenes en este proceso, como manera de transmitir sus conocimientos sobre el bosque a las nuevas generaciones.

Roberto Ordoñez, autoridad tradicional de la comunidad indígena Ismuina, del municipio de Solano.
Foto: Meseta Films/TNC

“En la maloca es donde siempre orientamos los procesos organizativos, a través de la palabra, y ahí surgió la necesidad de poder utilizar de forma renovable la materia prima que existe en nuestros territorios. Estamos aplicando ese sistema de conocimiento propio para sostener nuestra empresa, para beneficio y sustento de las familias que hacen parte de la asociación ASCAINCA, pero sin dañar el bosque”, explica Roberto.

Basados en los calendarios ecológicos tradicionales de cada comunidad, que miden el tiempo de manera circular, en ciclos, y determinan las mejores épocas para la siembra, el florecimiento, y cosecha de cada fruto, las comunidades hacen el aprovechamiento. Los frutos son llevados desde cada resguardo en lanchas, por el río, al casco urbano de Solano, donde se encuentra la planta de procesamiento de frutos amazónicos Kabure. Allí, miembros de las comunidades han comenzado a formarse de la mano de técnicos especializados en la transformación agroindustrial de los productos no maderables del bosque, en un encuentro entre los saberes tradicionales y occidentales.

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Uno de los objetivos de Kabure es promover los liderazgos jóvenes como el del gobernador Sebastián Vargas, hijo del Cacique.
Foto: Sebastian Di Domenico/TNC

“Queremos demostrar que nosotros, los pueblos indígenas, también podemos hacer nuestras propias empresas, siguiendo nuestra cultura, nuestros manejos, nuestras tradiciones, y sin perder nuestro fin que es cuidar la naturaleza para mantener vivo al mundo”, dice el gobernador del resguardo El Quince, Sebastián Vargas, de 22 años.

Economías propias que protegen la biodiversidad y la cultura

En este proceso la organización ambiental The Nature Conservancy (TNC) ha venido apoyando a las comunidades indígenas en la creación de esta empresa, el diseño de marca, la estrategia de mercadeo, y en dejarles capacidades instaladas en producción de contenidos y venta, así como en el fortalecimiento de los nuevos liderazgos comunitarios.

“Estamos aunando esfuerzos con Agrosolidaria en los procesos ante el INVIMA, los estándares de calidad, y de inocuidad en los sistemas de producción para que este producto tenga un espacio en el mercado y sea realmente competitivo”, dice Adriana Correa, quien ha venido liderando este proyecto con las cinco comunidades de ASCAINCA y hace parte del equipo de Conservación Liderada por Comunidades de TNC Colombia, que desde hace 12 años han trabajando en diferentes estrategias para amplificar la voz, elección y acción de las comunidades de la cuenca del río Caquetá, entre ellas en la actualización de sus Planes de Manejo.

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Kabure es una marca nacida desde la Asociación de Cabildos Murui Muina del alto río Caquetá.
Foto: Sebastian Di Domenico/TNC

El objetivo es que Kabure se convierta en un modelo de negocio económicamente viable para las comunidades, que al mismo tiempo protege la naturaleza y su biodiversidad y valora la sabiduría de los guardianes del territorio. “Este es un enfoque holístico que en TNC conocemos como socio-bioeconomía que contiene estos tres elementos clave que logran un equilibrio entre lo social, biológico y económico”.

“Antes vivíamos solamente de nuestra chagra (pequeña parcela cultivada que es un espacio sagrado para preservar la cultura y la soberanía alimentaria de los pueblos indígenas) de nuestros productos como indígenas. Este emprendimiento hace que nuestras familias salgan adelante y que nuestros frutos se conozcan, y al ser naturales son de muy buena calidad y beneficiosos para quienes los consumen”, dice Justina Gómez, líder de la comunidad indígena Ismuina.

En un municipio como Solano, que es uno de los más extensos y biodiversos del país, pero también uno de los más afectados por la deforestación, Kabure es el aliento de vida que brota de la selva, además de un símbolo de resistencia de la naturaleza que se adapta a climas cada vez más extremos, pasando de lluvias a sequías. En cada temporada vuelve a florecer con sus frutos y de comunidades indígenas que milenariamente han gobernado y protegido estos territorios con su sabiduría.

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*Gerente de Contenidos, TNC América Latina.

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Por María Camila Peña*

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