Cuando se habla sobre deforestación, una de las principales amenazas en la Amazonia, se piensa principalmente en la pérdida de árboles. Sin embargo, hay otros organismos que pueden ser muy vulnerables ante este fenómeno: los briófitos, un grupo de plantas en el que se encuentran los musgos, y los líquenes, que pertenecen al reino de los hongos.
Bien lo planteaba la escritora estadounidense Elizabeth Moon en una de sus novelas: “Un árbol está vivo y, por tanto, es más de lo que se puede ver. Tiene las raíces y las hojas, sí, pero existe más: los líquenes, el musgo y los helechos que crecen en su corteza, la vida demasiado pequeña. Una comunidad que conocemos, pero en la que no pensamos”.
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Muchos de estos organismos requieren sombra y humedad, algo que se ve comprometido con la tala. Además, algunos tienen afinidad por establecerse sobre los troncos de los árboles. Cuando estos árboles se tumban, las plantas y los hongos que dependen de ellos quedan expuestos a condiciones desfavorables y, en la mayoría de los casos, no logran sobrevivir.
Así lo explica el biólogo Wilson Ricardo Álvaro, quien actualmente trabaja en el programa de ecosistemas y recursos naturales del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI. Desde el Herbario Amazónico Colombiano Dairon Cárdenas López (COAH), en Bogotá, cuenta los detalles sobre estos particulares organismos que el equipo estudia.
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De acuerdo con el científico, mientras que existen especies generalistas, capaces de colonizar una amplia variedad de superficies, hay otras especialistas, es decir, que solo crecen en sitios muy específicos. Esto significa que no pueden recolonizar nuevos lugares con facilidad si su hábitat es alterado o destruido.
Al caminar por la selva es posible observar, en las cortezas de los árboles, algo similar a las costras. Eso es, precisamente, un liquen. Álvaro subraya que se trata de una asociación simbiótica, que es una relación entre dos o más organismos diferentes. En este caso, un hongo rodea a un alga verde o a una cianobactiera, denominada fotobionte. De esa manera, el hongo protege al liquen de condiciones ambientales extremas como la radiación solar o el ataque de otros microorganismos. El fotobionte, por su parte, convierte la luz solar en compuestos orgánicos que le sirven como fuente de carbono y de energía.
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Las formas y maneras de crecer de los líquenes varían, pues pueden ser gelatinosos, foliosos o tener muchos filamentos, entre otras características. Además, tienen un amplio rango de colores: los hay grises, anaranjados, azules, amarillos, verdes y hasta rosados.
En cambio, los briófitos suelen presentar solo tonalidades verdes o cafés. Este grupo de plantas está conformado por las hepáticas, los musgos y los antocerotes, que se diferencian entre sí por su morfología. Sin embargo, comparten rasgos fundamentales: son organismos pequeños, sin raíces ni tejidos vasculares. En otras palabras, carecen de conductos internos que sí tienen otras plantas para transportar agua y nutrientes. En ese sentido, los briófitos actúan de forma parecida a una esponja, pues absorben el agua y los nutrientes del ambiente por medio de su superficie, a través de sus hojas y tallos.
Seres con funciones importantes
Los briófitos y líquenes se asemejan por una característica particular: colonizan casi que los mismos espacios, denominados sustratos. Además de adherirse a los árboles, lo hacen en las rocas, el suelo, la materia orgánica en descomposición, entre otros lugares. Incluso, Álvaro destaca que pueden habitar ambientes urbanos, pues se hallan en las ventanas de los buses o de los edificios, así como en las paredes.
“En las ciudades, algunos líquenes funcionan como bioindicadores eficaces de la calidad del aire, ya que obtienen sus nutrientes directamente de la atmósfera. Esto les permite absorber y acumular metales pesados y otros contaminantes presentes en el ambiente”, explica el investigador. “Debido a su crecimiento lento y metabolismo reducido, estos compuestos permanecen en sus tejidos por largos períodos, lo que facilita su análisis y los convierte en herramientas valiosas para el monitoreo ambiental”.
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Los líquenes pueden analizarse en laboratorio para identificar qué compuestos han acumulado en sus tejidos, lo cual permite evaluar la calidad del aire de un sitio en específico. Dependiendo del tipo de contaminante, se utilizan técnicas como la cromatografía, en el caso de sustancias orgánicas, o la espectrometría, para metales pesados. No obstante, Álvaro advierte que la respuesta de los líquenes varía según la especie: mientras algunas son altamente resistentes, otras, más sensibles, pueden deteriorarse o desaparecer en ambientes contaminados.
Los briófitos igual cumplen roles claves dentro de los ecosistemas. El biólogo afirma que no solo son bioindicadores de la calidad del aire y del agua, sino que contribuyen a regular la humedad del suelo y previenen la erosión. También crean microhábitats en donde se refugian pequeños invertebrados, como las arañas, o animales microscópicos, como los tardígadros, comúnmente llamados osos de agua. Asimismo, muchas aves utilizan a los briófitos para la construcción de sus nidos, lo que evidencia su valor ecosistémico.
La necesidad de seguir investigando
Pese a las fragilidades de los briófitos y líquenes, existen muy pocos registros sobre su estado de conservación. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), apenas cinco especies de estos organismos han sido evaluadas en la Amazonia colombiana, todas ellas en la categoría de “Preocupación menor”. Sin embargo, Álvaro aclara que esta clasificación probablemente responde a la falta de estudios, más que a una verdadera ausencia de riesgos.
Ante la limitada atención científica que históricamente han recibido estas especies en Colombia, el SINCHI ha impulsado diversas iniciativas para ampliar el conocimiento sobre este tema. Una de ellas fue la revisión completa de la colección de líquenes del COAH, el herbario, cuyos resultados se publicaron en 2023 en la revista The Bryologist.
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El estudio, realizado en colaboración con expertos internacionales del Jardín Botánico de Berlín, reportó 157 nuevos registros de líquenes para el país y permitió la descripción de 28 especies nuevas para la ciencia. En ese entonces, de acuerdo con el artículo, la revisión de los científicos aumentó en un 106% el número de especies conocidas de la Amazonia colombiana. Al día de hoy se conocen 666 especies de líquenes en la Amazonia colombiana.
En cuanto a los briófitos, el Instituto reportó recientemente un nuevo registro de una planta de este tipo para el país, específicamente de una hepática. Mientras el investigador botánico del instituto, Jorge Mario Vélez, se encontraba analizando una orquídea (Madisonia spiculifera), algo extraño llamó su atención: en sus raíces y tallos reposaba otro organismo, que no había visto antes.
Vélez se la mostró a Álvaro, quien la examinó en el microscopio y comprobó que se trataba de una especie diferente a otras de su clase: sus células eran más grandes y estaban alineadas, como si fuera un nervio, según describe el biólogo. Luego de buscar e indagar en la literatura científica, Álvaro descubrió que se trataba de la especie Neurolejeunea seminervis, que hasta ahora se había registrado en algunas partes de Centroamérica, como Panamá, Guatemala y el sur de México, y en países amazónicos como Venezuela, Brasil y Guyana, pero nunca en Colombia. El hallazgo fue publicado hace tan solo unos días en la revista especializada Journal of Briology.
La especie fue encontrada en Mitú, la capital del departamento de Vaupés, “en un bosque de tierra firme, creciendo sobre esta orquídea, a una altura de 1,50 m, junto con otras especies de hepáticas”, se lee en la publicación. Neurolejeunea seminervis ahora se suma a la gran la colección biológica del COAH, en donde hay 369 especies de briófitos que se han recolectado en la Amazonia colombiana. Álvaro es curador de la colección no solo de estas plantas, sino también de los líquenes, de los cuales tienen exactamente 636 especies documentadas con muestras en el herbario.
*Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.
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