Kaito, así se dice agua en la lengua del pueblo sáliva de Orocué, Casanare, dijo la lideresa indígena Martha Renumen, tras viajar durante casi 12 horas desde esa esquina de la Orinoquía hasta Villavicencio. En el Encuentro por el Agua y la Energía Renovable, les contó a los asistentes sobre cómo los pueblos indígenas de aquella región se han organizado alrededor del agua. El agua, recordó, es vista como la sangre de la Tierra. Sin ella no hay vida.
No sorprende que las comunidades locales de la Orinoquía tengan tan presente esa conexión. La cuenca del Orinoco es la segunda más biodiversa del mundo. Tiene 156 tipos de ecosistemas, 1,613 especies de plantas, 228 de mamíferos, 1,111 de aves, 257 de reptiles y 711 de peces; el 35% de esa riqueza natural es endémica. Además, concentra el 30% del agua dulce del país, 5 de los 11 ríos con mayor caudal y el 48% de los humedales.
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Durante las discusiones del encuentro —organizado por ISAGEN, El Espectador, WWF Colombia y The Nature Conservancy (TNC) la mañana del 13 de junio—, se habló de cómo esa enorme riqueza natural representa una oportunidad y a la vez un desafío para impulsar la conservación, el desarrollo sostenible y la adaptación a los efectos del cambio climático.
La apuesta por una visión de paisaje
Representa un desafío porque implica estudiar a profundidad la enorme diversidad del territorio, conocer bien sus distintos paisajes y los ecosistemas que los componen, y desarrollar aún más investigaciones a escalas apropiadas que permitan avanzar de manera efectiva en el camino hacia la sostenibilidad. Sin embargo, también puede ser una enorme ventaja si se convierte esa biodiversidad en un aliado para implementar soluciones basadas en la naturaleza, que son acciones en las que se aprovecha esa resiliencia de la naturaleza y se trabaja con ella para proteger, conservar, restaurar y utilizar los ecosistemas naturales.
Durante el panel de conclusiones, la profesora Clara Inés Caro, de la Universidad de los Llanos, resaltó que las comunidades locales, indígenas y campesinas de la región ya venían poniendo en práctica soluciones basadas en la naturaleza. “Eso es lo que han hecho en el propio territorio, con los saberes propios, las comunidades indígenas, llaneras y campesinas y los distintos actores que lo han ido construyendo”, dijo.
Añadió que para que esas soluciones realmente fueran efectivas, era clave tener en cuenta ese conocimiento ancestral y reconocer los distintos paisajes de la Orinoquía, como el piedemonte, la altillanura, las sabanas inundables y la transición Amazonia-Orinoquia , y hacer propuestas basadas en las particularidades de sus ecosistemas. Para Caro, estos últimos deben mirarse de manera integral. En el caso del agua, por ejemplo, esa visión completa de la cuenca del Orinoco, el tercer río más caudaloso del país, era clave para la buena gestión del recurso.
Otro de los puntos que se discutieron en el encuentro tuvo que ver con un tema clave para el país: la transición energética. Entre los invitados estuvo, Javier Cardona, coordinador ambiental de ISAGEN para proyectos solares.
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Cardona conoce bien las distintas regiones del país y los desafíos de cada una de ellas para proveer a los colombianos de energía. También ha estudiado sus condiciones climáticas y sabe, por ejemplo, que como en la Orinoquía no ventea mucho no vale la pena impulsar energía eólica.
Sin embargo, ese territorio sí tiene un alto potencial para desarrollar energía solar. Por ello ISAGEN cuenta con cinco plantas solares en Puerto Gaitán, Meta, que suman 100 megavatios-pico de energía renovable. En el evento de Villavicencio, Cardona explicó que una ventaja adicional es que “los paneles pueden instalarse cerca del consumidor. Como bien sabemos, la interconexión llega generalmente desde Bogotá hasta Villavicencio, y el resto de la región no tiene ese acceso directo dado los altos costos”.
Para él, estos Encuentros por el Agua y la Energía Renovable son espacios idóneos para intercambiar ideas, aprender cómo los locales perciben la realidad del territorio y saber cómo han imaginado que podría darse allí la transición hacia energías renovables.
Los desafíos de ser una potencia agrícola y ganadera
Quienes conocen a profundidad la Orinoquía saben que actualmente se encuentra ante una interesante disyuntiva: al ser la frontera agrícola más grande del país, con 25 millones de hectáreas, puede estar en aprietos si no se hace un buen manejo de sus recursos naturales y se usan como si fueran ilimitados. Sin embargo, esta aún conserva, al mismo tiempo, la mayor parte de sus ecosistemas en estado natural y tiene la oportunidad de hacer un ordenamiento inteligente del territorio.
Durante el encuentro llevado a cabo en Villavicencio, los participantes profundizaron en algunos de los desafíos que esa disyuntiva. Mencionaron, por ejemplo, la importancia de empezar a realizar estudios y tener cifras claras sobre la oferta y la demanda de recursos naturales como el agua. Al no contar con datos precisos, no es fácil darle un buen manejo y buscar un desarrollo sostenible del territorio. Además, la creciente expansión del sector agrícola hace aún más urgente la necesidad de contar con esa información.
Quienes participaron en el evento también discutieron sobre la importancia de que tanto la ganadería como la agricultura avancen de manera efectiva en su transición hacia modelos sostenibles. Uno de los puntos centrales de este debate es reconocer que en las sabanas inundables ya existe un modelo sui generis de ganadería de conservación - producción baja en carbono.
En el caso de la ganadería de otras zonas de la región, los asistentes vieron con ojos positivos la creación de una regulación que les exija la implementación de buenas prácticas. Por otro lado, quienes conforman el sector agrícola aplaudieron que el mercado, por estrictas regulaciones internacionales como la europea, haya impulsado a los palmeros a ser más responsables con la naturaleza, pero manifestaron una inquietud: que los dueños de cultivos temporales como el arroz no tengan las mismas exigencias. Eso, advirtieron, se nota en el manejo que le dan a los recursos naturales. Por ese motivo, pidieron que se priorice su transición hacia modelos sostenibles.
Un llamado a la articulación de los actores
Uno de los retos que se plantearon fue la necesidad de lograr incorporar en el ordenamiento territorial consideraciones climáticas y de biodiversidad que conlleven a un desarrollo ordenado y un adecuado uso del suelo. Debe ser una apuesta que también mantenga la salud de los ecosistemas y garantice la provisión de servicios ecosistémicos.
Según Sofía Rincón, coordinadora ecorregional Orinoquía de WWF Colombia, “la región cuenta con un sinnúmero de instrumentos que representan una oportunidad de integrar criterios de sostenibilidad en el ordenamiento del territorio y la planificación sectorial, pero no necesariamente están alineados ni actualizados. Existe la oportunidad de fortalecerlos con el ánimo de contribuir a una visión más integral. La invitación es a promover una mayor articulación institucional y de las comunidades en la región”.
De hecho, la particular disyuntiva en que se encuentra la Orinoquía ha impulsado a la acción a varios actores locales, nacionales e internacionales, que reconocen el enorme potencial que tiene el territorio de convertirse en un piloto de desarrollo sostenible que sirva de modelo a otras regiones de Colombia y a otros países.
Eso los ha llevado a crear plataformas de múltiples actores como Pacto Orinoquía Sostenible, impulsada, entre otros, por gobiernos locales, academia, sociedad civil, institutos de investigación, asociaciones y el sector privado. Cuenta con el apoyo de TNC, WWF Colombia, el Banco Mundial, Prorinoquia y Wildlife Conservation Society, y busca conciliar y alinear los intereses de conservación, producción y bienestar social de los diferentes actores.
“Estamos sumando esfuerzos de cooperación entre distintos actores para convertir estas preocupaciones ambientales en una agenda de desarrollo sostenible viva y eficaz, que ayude a dar un mejor manejo a los recursos naturales y a pensar el territorio a partir del agua”, dijo Fernando Leyva, director del paisaje Orinoquía de TNC.
Los jóvenes de la Orinoquía se apropian de su futuro
Los jóvenes de la región también respondieron al llamado del Encuentro por el Agua para proteger la rica diversidad natural de la Orinoquía. Salomé Ramos, una lideresa ambiental de 16 años que hace parte de la Fundación Tu Planeta, Tu Casa, pidió que se les abriera espacio en las discusiones sobre desarrollo sostenible y mitigación y adaptación al cambio climático, pues ellos son el futuro del territorio y deben tener acceso a ese conocimiento para saber cómo hacer las cosas bien desde el principio. También resaltó la importancia de que haya una mejor educación ambiental en los colegios, que se adecúe a las características del territorio.
Esta última petición, encajó a la perfección con la de quienes pidieron pensar la Orinoquía desde su diversidad, que es un enfoque clave para construir un futuro verde para la región, en el que prime la protección de la naturaleza, la implementación de modelos sostenibles y el bienestar de las personas.