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Agricultura biológica, la alternativa para sistemas alimentarios sostenibles

El Día Mundial del No uso de Plaguicidas, que se conmemora cada 3 de diciembre, es un llamado en busca de conciencia sobre las consecuencias medioambientales y para la salud que genera el uso de los agroquímicos. ¿Qué se está haciendo para detenerlos?

Ingrith Vanessa Gómez
03 de diciembre de 2021 - 06:25 p. m.
La implementación de agricultura biológica, busca un impacto ambiental limitado, ya que fomenta el uso de energía y recursos naturales de manera consciente. / Cortesía FAO
La implementación de agricultura biológica, busca un impacto ambiental limitado, ya que fomenta el uso de energía y recursos naturales de manera consciente. / Cortesía FAO
Foto: FAO

“Es hora de derrumbar el mito de que los plaguicidas son necesarios para alimentar al planeta”, esta fue una de las principales conclusiones a la que llegó la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a través de un estudio sobre productos tóxicos y derechos humanos en materia de alimentación. Una conclusión que se refuerza con la muerte de cerca de 2.000 personas que fallecen al año por el uso de plaguicidas, según cifras de la ONU .

Frente a este panorama nada agradable para el sector ambiental y para la salud del planeta y de las personas, se ha creado una conversación mundial en donde el foco está centrado en la búsqueda y creación de estrategias que ayuden a mitigar los daños provocados por el uso de agroquímicos. La erradicación de estos productos es una de las principales estrategias.

Es por eso que, desde la Unión Europea (UE), en el marco de su Pacto Verde (Green Deal) se ha ido posicionando la transición hacia la Agricultura biológica,  un método agrícola destinado a producir alimentos con sustancias y procesos naturales. Esa conversación, que toma más fuerza en el Día Mundial del no uso de Plaguicidas, conmemorado todos los 3 de diciembre, también se abordó en el marco de la COP26 que tuvo lugar en Glasgow (Escocia) en los primeros días de noviembre.

Allí, la idea de proteger la biodiversidad, el medio ambiente y la salud de las personas, por medio de la implementación de sistemas alimentarios sostenibles y basados en la agricultura biológica volvió a quedar sobre la mesa al reconocer que el sistema alimentario mundial es el responsable de casi el 50% de las emisiones mundiales de Gases de Efecto Invernadero (GEI).

Dos semanas después de este importante evento, que reúne a líderes mundiales en busca de objetivos concretos y tangibles para combatir el cambio climático, la Unión Europea anunció la iniciativa de prohibir las importaciones de carne, aceite de palma, cacao, soja, café y madera que estén vinculadas con prácticas de deforestación. Lo que se traduce en la necesidad de que países exportadores de estos productos vinculen sus cadenas de producción a sistemas alimentarios más amigables con el medio ambiente.

Según la Unión Europea, la implementación de agricultura biológica, busca un impacto ambiental limitado, ya que fomenta el uso de energía y recursos naturales de manera consciente; el equilibro de la biodiversidad; la preservación de los equilibrios ecológicos regionales; la mejora de la fertilidad del suelo y la preservación de la calidad del agua.

“Las regulaciones de la UE sobre agricultura biológica están diseñadas para proporcionar un marco claro para la producción de productos orgánicos en toda la UE. La intención es satisfacer la demanda de los consumidores de productos orgánicos confiables, mientras se crea un mercado justo para productores, distribuidores y minoristas”, explica esta comunidad política en el documento Agricultura biológica de un vistazo, publicado en su página web.

Así mismo, las reglas de la agricultura biológica promueven el bienestar animal, y para  ello, la necesidad de educar a los productores para que garanticen condiciones habitacionales y prácticas pecuarias acorde a las necesidades de los animales que tienen en sus tierras.

Por su parte, entidades como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), también le han apostado a la implementación de estrategias que fomenten la agricultura biológica. Para ello han desarrollado el Código Internacional de Conducta para la Gestión de Plaguicidas en el que se abordan todas las etapas de la elaboración de los agroquímicos, uso y eliminación final del mismo; así como los indicadores de peligrosidad.

Pero estas no son las únicas estrategias, el Convenio de Rotterdam también nació con la necesidad de promover la responsabilidad y el esfuerzo, en donde todas las partes involucradas en la producción y comercialización de productos, protejan la salud humana y el medio ambiente frente a los daños que generan algunos productos químicos. Hasta el momento, más de 100 países se han unido a este tratado. En Colombia este convenio fue aprobado a través de la Ley 1159 del 20 de septiembre de 2007, en donde se promociona, entre otras cosas, el uso ambientalmente amigable de productos químicos e industriales.

Todas estas propuestas han sido contempladas en el Pacto Verde de la Unión Europea bajo sus estrategias de Biodiversidad y  ‘De la Granja a la Mesa’, para lograr un sistema alimentario saludable para las personas y el planeta.

En Colombia  esta apuesta se materializa a través de la Asistencia Técnica a políticas públicas de Desarrollo Rural, movilizada por la alianza entre la UE, la Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo (AICS) y la FAO. Un importante capítulo de este trabajo está orientado a  apoyar a los ministerios de Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADS), y de Agricultura y Desarrollo Rural (MADR) para ‘producir conservando y conservar produciendo’, principio del Pacto por la Sostenibilidad propuesto por el Gobierno colombiano en el Plan Nacional de Desarrollo.

Según la UE, para que los agricultores se beneficien de los métodos de producción orgánicos, los consumidores deben tener la confianza en el cumplimiento de las reglas que rigen esta producción biológica. Por lo que la UE mantiene un estricto sistema de control y aplicación para garantizar que las reglas y regulaciones con respecto a los productos orgánicos se cumplan adecuadamente.

Iniciativas que buscan transiciones hacia sistemas alimentarios sostenibles

Luego del COP-26 quedó claro que la clave para luchar contra el cambio climático es la agricultura, en donde la solución ya está planteada por algunas entidades como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que ha elaborado estrategias para fomentar la transformación de los sistemas alimentarios con propuestas de agroecología como un enfoque clave para su sostenibilidad en diferentes países.

Un ejemplo de estos avances en Colombia ha sido el proyecto Sembrando Capacidades, iniciativa de cooperación sur-sur trilateral, ejecutada de forma conjunta con Brasil, desde noviembre de 2019, por la Agencia Brasileña de Cooperación del Ministerio de Relaciones Exteriores (ABC/MRE), el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento de Brasil (MAPA), el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural de Colombia (MADR) y la FAO; con el cual se realizó un mapeo de iniciativas agroecológicas; la documentación de prácticas y experiencias de transición agroecológica, y finalmente, se formuló una propuesta de lineamientos de política pública en agroecología para Colombia.

“El Proyecto Sembrando Capacidades tiene como uno de sus ejes de acción el fomento de la agroecología que es un sistema de producción que busca priorizar principios y prácticas ecológicas y sociales para alcanzar mayor sostenibilidad”, asegura Camilo Ardila Galvis, quien coordina la iniciativa desde FAO en Colombia.

Para Ardila Galvis, el uso de estos insumos, como fertilizantes y plaguicidas de síntesis química generan un impacto nocivo para el medio ambiente, para el suelo, las fuentes de agua y para las personas.

Dentro del mapeo de experiencias agroecológicas en Colombia, uno de los abordajes del proyecto Sembrando Capacidades, se reconoció a la Asociación Red Agroecológica Campesina (ARAC), que es una organización ubicada en el municipio de Subachoque, Cundinamarca, y que trabaja para fomentar los principios de economía social y solidaria, el comercio justo, y el consumo consciente y responsable, llevando sus productos agroecológicos del campo a la mesa.

Se trata de 18 familias que en el 2013 deciden darle vida a esta asociación, desde ese entonces han velado por ser ejemplo de sostenibilidad y cultivos amigables. “Nosotros nacemos luego de que Pedrito, un campesino de la zona, se intoxicara con uno de los agroquímicos que usaba en su finca.  Desde allí, él decide volver a sus antepasados y empezar a aplicar técnicas sin la necesidad del uso de estos insumos”, afirma Carolina Gómez, vicepresidenta de ARAC.

Según Gómez, en las fincas que hacen parte de ARAC se cultiva con técnicas ancestrales, se manejan de forma comunitaria los recursos y se hace su propia planificación de siembras colectivas, esto con el fin de beneficiar a todos los que están dentro de la iniciativa y para no ofrecer el mismo producto al mismo tiempo.

“Actualmente, ofrecemos más de 64 productos orgánicos entre los que se encuentran la lechuga, aromáticas, huevos y leche”, dice Gómez, quien, además, cuenta que son productos que abastecen a los mercados de Subachoque y a algunos restaurantes del municipio.

Aunque ya los líderes políticos se pudieron metas para detener el cambio climático y ayudar al planeta con las afectaciones ambientales y de salud de las personas, es necesario que sean las mismas personas las que reconozcan la necesidad de crear estrategias como la agricultura biológica dentro de sus cadenas de producción alimentaria y así contribuir en conjunto a la conservación del planeta y de la vida en general.

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