Con una superficie de 7.888 km² y una población cercana al millón de habitantes, el departamento de Caldas aporta el 1,6 % al PIB nacional y se ubica en una zona privilegiada por su relieve y sus dos cordilleras, Occidental y Central, cuyas cuencas alimentan los ríos Magdalena y Cauca. Es un territorio que, además, enfrenta serias amenazas ambientales. La cuenca del río Chinchiná-Guacaica, por ejemplo, donde hay alrededor de 550 mil habitantes, está afectada por fuentes de contaminación hídrica como el vertimiento de aguas residuales, actividades agroindustriales y minería ilegal. A ello se suma un paisaje marcado por la deforestación y la presión sobre el uso del suelo.
Ante estos retos ambientales, el Encuentro por el Agua y la Energía Renovable —organizado por El Espectador, ISAGEN, WWF y The Nature Conservancy (TNC)— destacó la necesidad de un nuevo modelo de ocupación territorial que no solo corrija la expansión descontrolada y los usos conflictivos del suelo —como la especulación inmobiliaria y la explotación minera, que afectan reservas forestales claves en Río Blanco y Toldafría—, sino que también prevenga el deterioro ambiental, la fragmentación de ecosistemas frágiles y la creciente vulnerabilidad climática.
Aunque Caldas se destaca a nivel nacional por contar con ocho Planes de Ordenación y Manejo de Cuencas Hidrográficas (POMCA) en ejecución, durante la cita se hizo un llamado urgente a actualizarlos, considerando las nuevas condiciones climáticas. Efraín Rodríguez, coordinador de la iniciativa Corredor de Cordillera Central desde WWF Colombia —una propuesta que impulsa el ordenamiento ambiental del territorio con visión de paisaje, basada en la colaboración y el consenso entre múltiples actores para alcanzar áreas territoriales sostenibles—, subrayó que “la gestión del territorio exige articular normas e instrumentos como el Sistema Regional de Áreas Protegidas (SIRAP) Eje Cafetero, para que las decisiones locales se enmarquen en una visión regional más amplia. Solo así se logrará una gestión verdaderamente integral”.
Acciones claves para la seguridad hídrica
Esta visión también exige la definición de la frontera agrícola para proteger ecosistemas estratégicos como páramos, bosques andinos y cuencas hidrográficas. De acuerdo con el Instituto Humboldt, el 27 % de los ecosistemas nacionales están en estado crítico y otro 17 % en peligro, especialmente bosques secos y humedales en la región andina, afectados por la expansión agrícola y ganadera. Esta realidad exige procesos urgentes de restauración ecológica que garanticen la recuperación de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos, pilares para la seguridad hídrica y la adaptación al cambio climático.
Frente a estos desafíos, Edward Machado, coordinador del Programa de Desarrollo para la Paz del Magdalena Centro, identificó retos clave como el desconocimiento ambiental en las comunidades, la falta de capacidades técnicas en gobiernos locales y economías que continúan impactando negativamente el recurso hídrico. Por ello, insistió en fortalecer procesos de formación, crear áreas modelo de restauración y construir redes que empoderen a las comunidades como protagonistas del cambio.
El profesor Gonzalo Duque Escobar, de la Universidad Nacional, advirtió que Caldas es hoy un “jardín deforestado”, con apenas el 19 % del territorio en bosque. Para que estas propuestas no queden solo en el papel, se insistió en la necesidad de implementar acciones urgentes como expandir la protección del Páramo de los Nevados más allá del 42 % actual, regular los cultivos de aguacate en zonas de recarga hídrica y promover la caficultura con sombrío, en línea con el patrimonio cultural cafetero.
Además, Caldas enfrenta una alta vulnerabilidad al cambio climático. Para final de siglo, su temperatura promedio regional podría incrementar 2.5 °C y podría tener cambios significativos en las lluvias. Será un escenario que puede poner en riesgo tanto a los ecosistemas estratégicos —como páramos, bosques andinos y humedales— como la biodiversidad local, especialmente especies endémicas y zonas de cubierta nevada en retroceso.
Duque también alertó sobre los riesgos de las expansiones urbanas sin planificación en Manizales y propuso recuperar la plusvalía urbana para invertir en barrios populares, reducir el crecimiento descontrolado del parque automotor y mejorar la calidad de vida sin comprometer los ecosistemas.
En las conversaciones, se hizo énfasis en que los acuerdos ambientales deben ser sostenibles y contar con respaldo financiero. Juan Carlos Leguizamón, de Aguas de Manizales, advirtió que muchas iniciativas fracasan no por falta de voluntad, sino por carencias presupuestales. Por eso, insistió en la necesidad de involucrar a todos los niveles del Estado y al sector privado en su financiación.
Los desafíos de la transición energética en Caldas
En sintonía con las acciones ambientales, la transición energética en Caldas juega un papel fundamental para fortalecer la sostenibilidad regional.
Una de las principales centrales hidroeléctricas nacionales —cuya capacidad instalada es de 396 megavatios— se ubica justamente en el municipio de Norcasia, en Caldas. De acuerdo con Claudia Echeverri, directora ambiental de ISAGEN, su aporte al sistema eléctrico nacional y al cuidado de las cuencas demuestra que la hidroelectricidad, bien gestionada, es un motor de transformación ambiental y social.
“El desafío de innovar en la sostenibilidad ambiental de las cuencas de los ríos Guarinó, La Miel, Moro, Manso y Samaná de la central Miel I, a través de actividades de monitoreo de los paisajes y la biodiversidad —particularmente de los organismos asociados a la hidroelectricidad como algas, insectos y peces, así como de coberturas boscosas—, tiene como fin establecer la calidad del agua y de los ecosistemas”, destacó.
A su parecer, esta experiencia demuestra que la transición energética en Caldas no se limita a las fuentes emergentes, sino que también pasa por fortalecer y modernizar las tecnologías existentes, como la hidroeléctrica, integrándolas en una visión más amplia de sostenibilidad.
En esa misma línea, Gerardo García, representante del sector energético, explicó que muchas empresas y hogares ya están apostando por fuentes no convencionales, como la energía solar. “En zonas frías como Manizales, esta energía ya se utiliza para climatizar piscinas, demostrando su viabilidad técnica y económica”.
No obstante, resaltó que esta transición debe ser ordenada y justa, con beneficios tanto para los desarrolladores como para las comunidades. En este sentido, se propuso impulsar el desarrollo de parques solares y eólicos.
En el encuentro se hizo énfasis de las acciones concretas para cumplir las metas del Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026, especialmente en ordenamiento territorial, restauración ecológica, transición energética justa y adaptación climática.
Al final, el mensaje fue claro: la adaptación al cambio climático y la conservación de los ecosistemas deben convertirse en un proyecto de vida para las familias campesinas de Caldas. Para ello, es fundamental un mayor compromiso del sector privado en la compra de predios estratégicos, potenciar la ganadería sostenible, restaurar las rondas hídricas y convertir a las comunidades en aliadas de la conservación.