
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Casi siete años después de haber sido creada, tras la firma del Acuerdo Final de Paz del Teatro Colón, la Cooperativa Multiactiva Comunitaria del Común, COMUCCON, lidera el proyecto “Fortalecimiento de las iniciativas comunitarias en negocios para la restauración ecológica como aporte a las políticas de desarrollo rural territorial y de medio ambiente en Puerto Guzmán, Putumayo y San Bernardo y Tumaco en Nariño”.
Este proyecto hace parte de las 18 Rutas Territoriales del Programa de Desarrollo Rural con Enfoque Territorial (DRET II), un programa de cooperación internacional de la Unión Europea, la Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo (AICS) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que apoya a los ministerios de Agricultura y Ambiente con la implementación de proyectos piloto que aportan buenas prácticas y lecciones aprendidas e intercambios de experiencias conducentes a fortalecer la territorialización de políticas públicas.
(Lea: Los desafíos de involucrar al sector privado en la conservación de la biodiversidad)
En el proyecto, COMUCCOM trabajó con 1.392 mujeres y 1.369 hombres productores de Villagarzón en el Putumayo y los municipios de San Bernardo y Tumaco en Nariño, en procesos de restauración ecológica contemplados en los planes de acción de las corporaciones autónomas y las autoridades locales, fortaleciendo viveros comunitarios.
“Con este proyecto hemos podido trabajar con las comunidades y se ha roto la barrera de la estigmatización, además nos ha permitido iniciar unos procesos muy bonitos en torno al cuidado del agua y a la protección de la Amazonía colombiana”, asegura Duberney López Martínez, socio de la cooperativa.
En el desarrollo del proyecto, los beneficiarios identificaron fuentes semilleras de especies nativas que dinamizan la producción de viveros forestales, recuperan conocimientos sobre la vegetación local y reafirman los lazos de las comunidades con su entorno. La producción de los viveros se comercializa en las regiones aledañas a los viveros dando respuesta a los requerimientos de entidades y empresas con objetivos de restauración y reforestación.
“Hemos apostado a la conservación de las plantas nativas y como comunidades indígenas vamos a seguir con su propagación para que no se extingan. Ahora hay muchas plantas en vías de extinción, lo que estamos apuntando nosotros como vivero comunitario es a la conservación de estas especies forestales que se habían venido degradando por los cultivos ilícitos”, indica Carmen Riobamba de la organización Sacha Muiu de Villagarzón, Putumayo, perteneciente a uno de los resguardos Inga del departamento.
(Lea: Hacia el desarrollo sostenible)
La producción de material vegetal en el marco del proyecto con el DRET II, inició con un vivero para procesos de restauración en áreas degradadas dentro de las comunidades pertenecientes a Sacha Muiu con capacidad de producción de 16 mil plántulas por año. Así mismo, el vivero ETCR Brisas de paz, también del proyecto, puede producir hasta 34 mil plántulas por año. En Nariño, el vivero Verde Esperanza puede producir 60 mil plántulas por año de 34 especies forestales como base para la comercialización y para procesos de restauración. En Agromira se diversificó la producción con el proyecto con miras a sistemas agroforestales; se destacan especies emblemáticas como la palma Asaí, Contaduro. Sacha inchi, Guarango rojo, Guayacán, Algarrobo, Cedro Puerto Asís, Medio comino y Amarillo.
En 2023 se vendieron cerca de 70.000 plántulas de especies como: Aliso, Guayan, Quillotocto, Laurel de Cera, Nacedero, Sauce llorón, Cedro, Cerotillo, Pichuelo y Pelotillo y fueron donadas aproximadamente 30.000 plántulas de las mismas especies. El material producido se ha utilizado en procesos de restauración de áreas comunitarias.
Escuelas campesinas
Otro de los aspectos que recoge este proyecto que ha desarrollado COMUCCOM son las escuelas campesinas que refuerzan la participación comunitaria en los procesos de restauración, pero sobre todo involucra a los niños y jóvenes en el conocimiento ancestral de sus cultivos y los empodera para liderar acciones de restauración en sus territorios y para la generación de alternativas de ingresos para las comunidades.
“Desde hace varios años venimos interesados en recuperar nuestras economías sostenibles con el aprovechamiento de especies nativas. Ahora no solamente hablamos de cultivos, sino hablamos de sistemas agroforestales, de sistemas sostenibles y de sistemas de conservación”, afirma Segundo Sevillano de la asociación Agromira de Tumaco.
“Dentro de este proceso se ha desarrollado la identificación de las fortalezas que tienen las comunidades para apoyar en el tema de la conservación de unas 30 especies nativas de esta región del Putumayo. Las escuelas campesinas de restauración han realizado identificación de las especies nativas más importantes de la zona y sus usos. Algunos no conocían el proceso de intercambio de saberes entre el conocimiento técnico y el conocimiento empírico”, explicó Leidy Alexandra Rosero, ingeniera forestal del proyecto.
Para la Secretaría de Desarrollo Agropecuario y Medio Ambiente del Putumayo “este proyecto, y su fortalecimiento de los viveros forestales y de las escuelas campesinas de restauración, es una alternativa para la transformación de sus habitantes y del cuidado del medio ambiente”, indicó Juan Carlos Gutiérrez representante de la Secretaría.
“Este proyecto fortalece el concepto de ‘paz con la naturaleza’ y nos conduce de forma directa a la COP16. Mediante la reforestación realizada por firmantes de la paz, utilizando la biodiversidad de estos territorios, creando oportunidades económicas basadas en el uso sostenible de la biodiversidad de acuerdo con los conocimientos ancestrales de las comunidades siempre pensando en las potencialidades de transformación del territorio en regiones de paz”, afirmó Furio Massolino, Coordinador del programa DRET II.
“Las políticas públicas relacionadas con la restauración, con acuerdos de conservación están dinamizando las comunidades que, con los aportes del proyecto, trabajan en mantener los ecosistemas, y al mismo tiempo se empiezan a generar ciertos ingresos económicos para las comunidades. Esta ha sido una participación interesante con presencia de los líderes, los jóvenes y las mujeres que realizan acuerdos en asambleas para tomar decisiones sobre las acciones del proyecto reforzando las organizaciones para alcanzar resultados conjuntos”, puntualizó Fernando Ruiz, experto ambiental del DRET II.