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Más allá de frases como: “Colombia es uno de los países megadiversos del mundo”, o “una de cada diez especies conocidas habita nuestro territorio.” (afirmaciones que son casi un mantra para quienes trabajamos en este campo), es claro que existe una brecha de conocimiento sobre nuestra biodiversidad y que, para muchos, persiste la falsa idea de que la biodiversidad, y su conservación, impiden el desarrollo.
Es clave comprender que nuestra biodiversidad puede y debe diferenciar la manera en que pensamos nuestro futuro convirtiéndose en un fuerte elemento de nuestra identidad sino que en ella podemos, al cerrar las brechas de conocimiento, encontrar respuestas y soluciones a los grandes problemas que como humanidad estamos enfrentando.
Por ejemplo, el turismo de naturaleza, que incluye el ecoturismo, el de aventura y el rural, permite a urbanitas conocer nuestros ecosistemas y vivir experiencias que quizás antes imaginaban posibles solo en el extranjero. Mientras se empieza a generar una economía que beneficia a las comunidades locales, productos complementarios como el turismo cultural y el científico agregan valor a esta oferta.
En 2024 llegaron a Colombia 6,7 millones de visitantes no residentes, batiendo un récord histórico. El turismo generó ingresos ese mismo año por USD $10.083 millones, 13 % más que el año anterior. Si bien no existe una estadística de cuántos de esos números están relacionados con turismo de naturaleza, sí está claro que este dato viene acompañado de un mayor interés en destinos naturales y experiencias vinculadas al ecoturismo, tales como las visitas a nuestros Parques Nacionales Naturales, áreas que superaron los 1,5 millones de visitantes en 2023.
Un ejemplo de cómo generar riqueza a partir de la conservación, que ya da frutos en varias regiones de Colombia, es la Reserva Natural La Planada, ubicada en el Resguardo Indígena Pialapí Pueblo Viejo, Municipio de Ricaurte (Nariño), un caso a destacar. Allí, gracias a un proyecto financiado con recursos de regalías, fue posible codiseñar una estrategia de turismo científico de naturaleza en el territorio ancestral Awá, mediante un proceso de innovación social que permitió evidenciar que diversos sistemas de conocimiento pueden “conversar” y agregar valor tanto para los visitantes como para quienes habitan y gestionan el territorio.
Este caso de La Planada sirvió de inspiración a otras iniciativas de turismo científico de naturaleza a nivel regional y nacional, e igualmente motivó al viceministerio de Turismo a crear la “Mesa de Turismo Científico de Naturaleza”, integrada por diferentes instituciones, la academia y empresarios, quienes definieron unos principios para motivar en Colombia el turismo científico como estrategia para generar una oferta de alto valor, que estimula la investigación y la colaboración entre comunidades locales y científicos de varias disciplinas.
Pero las conexiones que ofrece la biodiversidad también están presentes en los entornos urbanos. Un estudio reciente en Canadá, publicado en la revista Nature por Rachel T. Buxton, Emma J. Hudgins y colaboradores, permitió analizar información para 36 áreas metropolitanas de ese país. Utilizando datos de biodiversidad de aves y árboles, junto con métricas de la Encuesta de Salud Comunitaria de Canadá (CCHS), se encontró que una mayor diversidad de especies está asociada con una mejor salud mental. Vivir en áreas con una diversidad de aves y árboles superior al promedio incrementa la probabilidad de reportar buena salud mental en un 6.64 % y 5.36 %, respectivamente. Es decir, la exposición al verdor del paisaje genera beneficios. Si es un verdor diverso, mejor aún; siendo esto un llamado a que superemos las lánguidas barreras de eugenias y cipreses tan comunes en nuestras ciudades y acudamos a especies nativas que conectan con conocimiento ancestral a la vez que proporcionan hábitat y alimento para las aves e insectos. Además, los espacios naturales en las ciudades pueden reducir la exposición a factores estresantes propios de los entornos urbanos, como el calor, el ruido y la contaminación del aire.
Un reciente estudio titulado “NaBa: Ciudades resilientes basadas en la naturaleza” financiado por UK Pact, liderado por ICLEI Colombia, World Resources Institute y el Instituto Humboldt permitió para el caso de seis ciudades priorizadas (Yopal, Pasto, Pereira, Villavicencio, Montería y Bucaramanga) proponer acciones concretas hacia un futuro urbano fundamentado en la biodiversidad y el bienestar de las personas, integrando desafíos como el cambio climático, la gestión del agua, las áreas verdes urbanas, en la planificación y del desarrollo territorial. Como un botón de muestra en dicho proyecto urbano, se logró modelar el impacto de la arborización en la reducción de la temperatura por isla de calor hasta en 7 grados centígrados, mostrando el camino hacia ciudades preparadas frente a los efectos del cambio climático, incluyendo la biodiversidad en sus diseños urbanos.
Otro ejemplo de conexión está en nuestro plato. Los microorganismos en el suelo mejoran la fertilidad y aumentan la productividad agrícola. Cultivos como el aguacate y el banano dependen de la polinización que realizan abejas y murciélagos. Se estima que la producción de alimentos depende en un 75 % de la presencia de polinizadores cuyas poblaciones se están viendo afectadas por pérdida de hábitat, uso indiscriminado de pesticidas, enfermedades y por el cambio climático.
Un estudio de autoría de Kevar Devkota y colaboradores, publicado en Global Ecology and Conservation, documenta el impacto de la disminución de polinizadores en la producción mundial de proteínas, subrayando la importancia de trazar estrategias para su conservación de manera más eficaz, contribuyendo a la seguridad alimentaria y nutricional de las personas.
Transitar hacia prácticas como la agricultura y la ganadería regenerativa, en las que el suelo es considerado el principal patrimonio y la vida que en él se desarrolla es puesta en valor, es una manera de reconciliarnos con la naturaleza. A manera de ejemplo, las contribuciones que realizan los escarabajos estercoleros al reincorporar materia orgánica a los suelos, permite no solo reducir costos asociados a mantenimiento de las reses y limpieza de los potreros, sino a incrementar la calidad de suelo para pasturas por la disponibilidad de nutrientes asociada al intercambio de horizontes por la acción de estos ingenieros de la naturaleza.
Así que no se trata de repetir clasificaciones en listas, o frases que nos llenan de orgullo. Turismo, salud mental y alimentación son solo tres ejemplos de cómo la biodiversidad agrega valor real a nuestras vidas. ¡Conectémonos!
*Directora de Conocimiento Instituto Humboldt.