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Biodiversidad y empresas: un acuerdo sobre lo fundamental

Información institucional.

German I. Andrade *
27 de junio de 2023 - 03:00 p. m.

Es claro el lugar que ocupa el sector empresarial en la gestión de la biodiversidad hoy. El mayor reto, por supuesto, está en los sectores vistos como los más hostiles: el minero, el energético, la agroindustria y la urbanización. Por grande que haya sido la huella social y ambiental en estos sectores, seguirán siendo parte de la economía y, por lo tanto, son indispensables para la reparación social y ecológica del territorio.

Tejidos a base de Pindo (Gynerium sagittatum) / Foto: Felipe Villegas Instituto Humboldt
Tejidos a base de Pindo (Gynerium sagittatum) / Foto: Felipe Villegas Instituto Humboldt
Foto: Felipe Villegas

“Colombia potencia mundial de la vida” es un discurso de actualidad con raíces que se remontan a los años 80 del siglo pasado, cuando se incorporó a un concepto general de capital natural. El reconocimiento del país como megadiverso, es decir, uno de los más ricos en el contenido de especies; vino acompañado de la lectura de la biodiversidad como un capital natural. Se trataba de poner en valor económico los activos naturales como insumos para la creación de moléculas y sustancias con valor agregado.

En este sentido, la bioeconomía sigue siendo una promesa que debe ubicar productos y cadenas de valor que impacten contundentemente las cuentas del país. Sobre este punto, el Instituto Humboldt ha adoptado metas muy ambiciosas en bionegocios que buscan la incorporación de la biodiversidad en las cuentas económicas. (Lea; Los polinizadores silvestres están en riesgo, pero la polinización continúa, ¿por qué?)

Saber que hoy tenemos cerca del 10 % de la fauna y flora del mundo es un activo político para negociar un servicio ambiental global de regulación climática. Esta dimensión socioecológica de la biodiversidad aparece en medio de la crisis ambiental global como una oportunidad para lograr la justicia ambiental, mediante el reconocimiento de la deuda social con las inmensas minorías que viven en los territorios más ricos en biodiversidad (población vulnerable o marginalizada, como indígenas, campesinos, afrodescendientes, pescadores, entre otros).

Empero, no todas las dimensiones sociales y económicas de la biodiversidad aparecen con el mismo énfasis en la agenda pública. Si bien la conservación de la biodiversidad se sigue enfatizando por razones ecológicas evidentes en las áreas que concentran una mayor parte de los ecosistemas silvestres del país (como la Amazonia), llegó la hora de que también se experimente y escale la gestión de la biodiversidad en la otra gran mitad del país que ha sido severamente transformada por la expansión urbana, la agroindustria, la acuicultura y la pequeña minería y que está conformada por espacios con una alta huella ecológica acumulada y ecosistemas muy vulnerables.

Es por ello que el Instituto Humboldt se ha trazado la meta misional de “incorporar la biodiversidad en el modelo de negocios y ciclo de vida” de los distintos sectores económicos que tradicionalmente la han alterado. Este propósito surge de la necesidad de salvar las especies y ecosistemas silvestres atrapados en la gran matriz transformada del país y facilitar la adaptación del conjunto de la naturaleza a las tensiones del clima, garantizando el acceso de los beneficios de la naturaleza para la gente que está ubicada mayoritariamente en esta parte del país. (Le puede interesar: Cacao amazónico: una apuesta para construir paz y recuperar bosques)

En este sentido, el discurso político de Colombia “potencia mundial de la vida” puede ampliarse reconociendo con énfasis el lugar del sector empresarial en la gestión de la biodiversidad. Por supuesto, el mayor reto está en los sectores vistos como los más hostiles: el minero, el energético, la agroindustria y la urbanización. Esto significa que por grande que haya sido la huella social y ambiental en estos sectores, que acusan la necesidad de un viraje en las políticas, seguirán siendo parte de la economía y, por lo tanto, son hoy indispensables para la reparación social y ecológica del territorio.

Colombia tiene muchas iniciativas que pueden alinearse con el Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2022–2026. Un ejemplo de ello es que el Instituto Humboldt ha sido seleccionado como sede mundial de la Unidad de Apoyo Técnico (TSU por sus siglas en inglés) de la Evaluación de Negocios y Biodiversidad de la plataforma científico-política de biodiversidad y servicios ecosistémicos (IPBES).

Además, el Instituto Humboldt estará acompañado y apoyado por el Centro de Monitoreo de la Conservación Mundial del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, con sede en el Reino Unido (UNEP-WCMC por sus siglas en inglés) en la conducción de la TSU. Esta es una designación muy importante para Colombia, pues reconoce la experticia y la integridad de nuestros investigadores locales, además de que se trata del espacio de síntesis e interpretación del conocimiento que marcará la ruta futura en la gestión de la biodiversidad. (Lea: Lo que genera el ruido del tráfico y las industrias en la fauna y las personas)

Sumado a lo anterior, existe un conjunto importante de iniciativas de gestión empresarial de la biodiversidad. Entre ellas, encontramos la del Centro del Agua y la Biodiversidad de la ANDI, con ejemplos muy prometedores en la Guajira o la Sabana de Bogotá. Estos territorios se destacan por albergar los ecosistemas silvestres con mayor riesgo de desaparecer como el bosque seco tropical, los matorrales sub áridos de La Guajira, los enclaves secos andinos, complejos de lagos, humedales y ríos del altiplano cundiboyacense, entre otros.

Se trata, entonces, de construir espacios de concertación para reconocer, prevenir y transformar los conflictos socioambientales y llevarlos a través de la regeneración a la construcción de territorios resilientes. Pongamos pues la biodiversidad (bien público por excelencia) en el centro de los acuerdos de transición postextractivista y de la construcción de economías productivas. Más allá de las diferentes visiones e intereses, la biodiversidad y la paz política necesariamente convergen.

En este cometido es importante recalcar que en la biodiversidad la gestión de su conocimiento marca la diferencia. Para ello estamos casi listos: somos uno de los pocos países del mundo que tiene un instituto nacional para la gestión en la biodiversidad, el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, que es parte del Sistema Nacional Ambiental (SINA) y que opera como nodo de redes de centenas de científicos y conocedores. (Lea: Los océanos están inundados de plástico, pero aún es posible salvarlos)

La biodiversidad, entendida según el Convenio Internacional sobre la Diversidad Biológica como la amplia variedad de seres vivos que habitan sobre la Tierra (genes, poblaciones, especies y ecosistemas) y más recientemente como “los beneficios de la naturaleza para las personas” es un regalo de la naturaleza y hoy la celebramos con elocuencia política.

Aún nos falta un poco más de contundencia en los mensajes que ligan la biodiversidad con las decisiones sociales y políticas, entre ellas, las que facilitan la gestión del conocimiento en lo que aparece hoy como una preparación para el futuro que llegó: el cambio ambiental global.

La biodiversidad es, pues, un activo social que está, además, llamado a causar una diferencia en la forma como construimos la paz social en el territorio. Para ello, el sector empresarial formal y consciente resulta indispensable.

*Asesor Instituto Humboldt.

Por German I. Andrade *

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