Las actividades agrícolas y pesqueras no solo han dado beneficios económicos a comunidades alrededor del mundo, sino que también han garantizado una seguridad alimentaria a miles de personas. De acuerdo con el Banco Mundial, el desarrollo agrícola es uno de los medios más importantes para poner fin a la pobreza extrema y alimentar a una población estimada de 9.700 millones de habitantes en 2050.
Sin embargo, no es un secreto que actividades como la ganadería o la agricultura no se han gestionado de la mejor manera. Para el Banco Mundial, los sistemas alimentarios son responsables de alrededor del 30 % de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), que provocan el cambio climático. (Lea: Conservar el 30 % del área terrestre y marina: ¿lo logrará Colombia en siete años?)
A esto se suma la sobreexplotación de recursos naturales, que es una de las causas de pérdida de biodiversidad a nivel mundial. Por eso, a finales del año pasado, 194 países –incluido Colombia– se comprometieron, entre otras cosas, a garantizar que las superficies dedicadas a la agricultura, la pesca y al sector forestal se gestionen de manera sostenible. Para hacerlo tendrán un plazo de siete años, en los que deberán implementar estrategias enfocadas en cada sector, teniendo en cuenta las condiciones de cada territorio.
Los bosques y la deforestación
Una de las causas que han impulsado la doble crisis en el planeta (cambio climático y pérdida de biodiversidad) es la deforestación. De acuerdo con el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), la principal causa de esta actividad a nivel mundial es la agricultura insostenible e ilegal. Se estima que los bosques del mundo están desapareciendo a un ritmo equivalente a perder 27 canchas de fútbol por minuto.
De acuerdo con el Ministerio de Ambiente, durante 2022 se talaron 123.517 hectáreas de bosque en el país, un área similar a la de una ciudad como Villavicencio. A pesar de que se presentó una disminución del 29.1 % con respecto a 2021, las causas de la problemática siguen vigentes, como los cultivos ilícitos, praderización para acaparar tierras, malas prácticas de ganadería extensiva, tala ilegal, cultivos de uso ilícito, ampliación de la frontera agrícola en áreas no permitidas. (Lea: Saber dónde restaurar, clave para recuperar los bosques del país)
Es por esto que esta problemática se debe abordar con una solución integral. John Jairo Manrique, especialista forestal de WWF Colombia, resalta que una estrategia que se debería tener en cuenta es la implementación de acciones de manejo forestal sostenible y la silvicultura, “una ciencia que vela por que se haga un buen aprovechamiento de los recursos que provienen de los árboles, con el fin de proteger la biodiversidad, los productos forestales y proveer servicios ambientales”, dice.
¿Cuáles son esos productos? Además de la madera para construcción o leña, los árboles ofrecen otros productos como frutos, látex, forrajes o resinas que provienen de sus cortezas. A esto se suman servicios como la mitigación de inundaciones y sequías, almacenamiento de carbono, protección de ríos y otros afluentes.
El sector forestal en Colombia representa el 0.69 % del Producto Interno Bruto del país. Según el boletín forestal del Ministerio de Agricultura, publicado en marzo de 2023, en el territorio nacional hay aproximadamente 541 mil hectáreas plantadas de especies comerciales.
“Siempre se ha tenido ese mito de que para conservar los bosques no se deben tocar, pero lo que hace el manejo forestal sostenible es entender que hay gente que vive y depende de los bosques. Por eso es importante hacer un uso racional del recurso”, agrega Manrique. (Lea: 10 nuevas especies de libélulas se suman a la lista de la fauna en Colombia)
Además de este manejo, el vocero de WWF dice que para cumplir con la meta del Marco Global de Biodiversidad es necesario aplicar la normatividad existente, que contempla acciones regulatorias para que haya un mejor manejo de estos recursos y combatir la ilegalidad.
La verdadera amenaza de los ríos
Otra de las actividades importantes social y culturalmente en el país, y para la seguridad alimentaria, es la pesca. Según WWF, en Colombia habitan cerca de 2.000 especies de peces marinos y 1.616 de agua dulce, lo que lo convierte en el segundo país con mayor riqueza de peces de agua dulce después de Brasil.
En el río Magdalena, por ejemplo, que ocupa el 23 % del territorio nacional, existen alrededor de 233 especies de peces (datos a corte de 2020), de las cuales al menos 65 son usadas como fuente de alimento directo para los humanos, según un estudio en el que participó el Instituto Alexander von Humboldt, llamado “Peces de la cuenca del río Magdalena: diversidad, conservación y uso sostenible”.
Estas especies, junto con otras de crustáceos, moluscos y demás, constituyen importantes recursos pesqueros que son fuente de alimentos y de ingresos económicos para miles de pescadores. De acuerdo con la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (Aunap), se estima que este sector genera anualmente 20.000 millones de pesos. (Lea: Los pasos a seguir para que Colombia proteja sus humedales)
Aunque se podría pensar que la sobrepesca es la principal causa de la pérdida de biodiversidad en las aguas, hay una razón más grande. Para entenderla, Ángela Liliana Gutiérrez, curadora de la Colección de Peces del Instituto Humboldt y una de las autoras del estudio sobre el río Magdalena, explica que este aloja el 80 % de la población.
De acuerdo con el Ministerio de Trabajo, sobre la cuenca del Magdalena se genera el 80 % del PIB de Colombia. “Eso significa que la mayor parte de las actividades económicas se desarrollan allí, ejerciendo una presión altísima con actividades como la deforestación, pérdida de conectividad, pérdida de los ecosistemas nativos y contaminación”, señala Gutiérrez.
Por esto, según la investigación del Humboldt y otros estudios como uno publicado en la Revista Canadiense de Pesca y Ciencias Acuáticas en 2021, la principal causa de lo que se ha denominado la crisis de la biodiversidad de agua dulce es el deterioro de los ecosistemas. (Lea también: Santanderes, a sumar esfuerzos para no quedarse sin agua)
Esto se ha dado por diferentes motivos, como la contaminación. Saulo Usma, especialista de agua dulce de WWF Colombia, explica que las aguas residuales que salen de ciudades como Bogotá, Neiva e Ibagué y que llegan al Magdalena, han ejercido una mayor presión sobre este río.
Aunque en el país hay plantas de tratamiento de aguas residuales (las PTAR), estas no tratan el 100 % de las aguas, según Usma. Por esto, a las cuencas llegan residuos de las viviendas y contaminantes como mercurio o cromo.
A esta situación se suman otras causas, como la construcción de hidroeléctricas, que afectan las migraciones y la reproducción de los peces o las altas concentraciones de mercurio.
“Los registros históricos demuestran que en los años 70 en el río se pescaban 70.000 toneladas por año, y ahora eso ha bajado a 7.000 toneladas. Es un hecho que ha habido un colapso en las pesquerías, que los volúmenes de pesca se han disminuido y que los tamaños de los peces se han reducido”, explica Usma. (Lea: Manglares: el tesoro de las comunidades del Pacífico colombiano)
Además, las especies endémicas, que solo se encuentran en el país, específicamente en esta cuenca, han sido gravemente afectadas. Según Gutiérrez, del Humboldt, cerca del 68 % de las especies de peces que hay en el Magdalena pertenecen a este grupo.
“Es un porcentaje superalto que nos dice que las condiciones de la cuenca y de sus ecosistemas acuáticos asociados como las ciénagas, lagunas, quebradas y los caños son tan particulares que han permitido el surgimiento de especies únicas que no están en otra parte del mundo”, dice la investigadora.
De acuerdo con el estudio del Instituto Humboldt, hay 113 especies endémicas de la cuenca del Magdalena que se encuentran dentro de alguna categoría de amenaza.
Ahora bien, dentro de la pesca también hay técnicas que afectan los ecosistemas como el uso de elementos explosivos, capturar especies en peligro de extinción o pescar durante los periodos de reproducción de estos animales, algo que está prohibido por la autoridad competente y es conocido como el periodo de veda.
Es por esto que tanto el vocero de WWF como la investigadora del Instituto Humboldt señalan la importancia de que las autoridades ambientales y las que regulan la pesca trabajen de la mano con las comunidades.
“Hay que intervenir o regular las artes de pesca porque hay algunas que son extremadamente agresivas y muy poco selectivas, donde terminan pescando gran cantidad de animales. Las atarrayas, por ejemplo, son menos impactantes”, agrega la investigadora del Humboldt.
Además de las artes de pesca, es clave determinar los lugares más convenientes para realizar la actividad, los tiempos de veda y las especies disponibles para la comercialización. Esto será especialmente importante teniendo en cuenta que diferentes instituciones como el Ideam han proyectado una temporada seca que se podría extender durante varios meses, con la llegada del fenómeno de El Niño y que afectaría el recurso pesquero .