El 2024 fue el año en el que la mayoría de los habitantes de Bogotá sintió en carne propia los estragos relacionados con no tener agua disponible de manera regular, con meses de racionamiento, debido al bajo nivel de los embalses que suministran agua a más de diez millones de personas.
En contraste, a finales de ese mismo año, Chocó, una de las zonas con más precipitaciones del planeta, experimentó lluvias, inundaciones y deslizamientos que afectaron a cerca del 80 % de su territorio, dejando cientos de miles de damnificados. Esta situación llevó al Gobierno a declarar la situación de desastre nacional para movilizar billonarios recursos, que, a la fecha, no ha podido entregar a los más afectados por problemas de caja del Estado.
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Estas imágenes representan, con sus debidas proporciones, los dos lados de una misma moneda: la alteración de los ciclos del agua en el mundo, como consecuencia dela crisis climática, que afecta a zonas del país de manera diferente. En algunas se registraron precipitaciones sin precedentes, mientras que en otras las sequías sorprendieron a comunidades acostumbradas a otros patrones climáticos.
Para entender en qué medida estos flujos están cambiando y afectando al planeta, hace algunos días se publicó el reporte de Global Water Monitor 2024, liderado por la Universidad de Australia, que reúne a organizaciones públicas y privadas con el objetivo dar una imagen de lo que está ocurriendo con los ciclos del agua en el planeta. En este reporte, que es el tercero de su tipo, se detallan datos actualizados sobre la evolución de las precipitaciones, la temperatura, la humedad del aire, los caudales fluviales, el agua almacenada en los lagos, el suelo y el subsuelo así como sobre las precipitaciones extremas y las inundaciones.
Entre sus conclusiones, el estudio destaca que ciertas regiones de Colombia fueron de las más afectadas por la modificación de estos patrones, en particular por el descenso de las lluvias.
Para dimensionar la gravedad de que el país se haya destacado en esta materia en el mundo, el informe pone en la mesa cifras preocupantes, pues estima que en 2024, las catástrofes relacionadas con el agua causaron en el mundo más de 8.700 víctimas mortales, desplazaron a 40 millones de personas y provocaron pérdidas económicas de más de 550.000 millones de dólares.
El 2024, alerta el informe, fue el quinto año consecutivo en el que se reportó la disminución de embalses y lagos en todo el mundo, con mínimos sin precedentes registrados en América del Sur; en una situación que ilustra a la perfección lo que vive la capital del país.
“Además, junto con otros países de África Central, Colombia registró su menor precipitación total en desde que se tiene registro. Esto se suma a un panorama mundial en el que los meses extremadamente secos son cada vez más comunes en las últimas décadas, con un 38 % más de meses de sequía récord en 2024 que en el promedio registrado entre 1995 y 2005”, se lee en el informe. En general, según el reporte, el norte del Sudamérica experimentó una reducción importante en niveles de humedad, el caudal de los ríos y en el agua en el suelo.
¿Cómo saber que estos indicadores han descendido en tal grado? Una de las principales fuentes con las que los meteorólogos monitorean los ciclos del agua, es decir, la precipitaciones, niveles de los ríos y lagunas o la ocurrencia de eventos extremos con inundaciones o sequías, es con el monitoreo a través de estaciones en el terreno y satélites en la órbita del planeta. Las mediciones de estos últimos, es decir, las imágenes analizadas, se calibran y comparan con sondeos realizados en la tierra para mayor precisión.
Las anomalías en estas mediciones se miden, por su parte, a través del análisis de la evolución en el tiempo de ríos, lagunas, entre otros. Para este estudio, los investigadores tomaron como línea base lo ocurrido en promedio entre 1995 y 2005 en el planeta.
Estos métodos admiten los autores, tienen sus limitaciones. En algunas regiones, por la falta de datos, se tiene que hacer proyecciones de lo que está pasando en el terreno. Esto limita los estudios directos de lo que está pasando en el planeta y sus ciclos del agua, pero da una buena imagen de lo que está sucediendo en el planeta.
“Disponer de información fiable y oportuna sobre los recursos y riesgos hídricos es más crucial que nunca, pero las redes tradicionales de medición terrestre siguen disminuyendo. En la actualidad, las observaciones por satélite desempeñan un papel fundamental, pero no deben sustituir a las redes terrestres”, se lee en el informe.
En esto coincide la investigadora colombiana, Sara Vallejo-Bernal, vinculada a la Universidad de Leipzig y que no estuvo vinculada al reporte, que indica que las redes de satélites, en particular en Colombia, tiene sus limitaciones. “En un estudio reciente encontramos que los satélites son, por ejemplo, muy malos para detectar lo que pasa en el Pacífico colombiano debido a nubes muy altas que no permiten a los sensores hacer mediciones óptimas y tener una gran subestimación”, analiza.
Uno de los problemas de no tener una red sólida de información es que complica la tarea de vincular estos eventos climáticos con el calentamiento global asociado con las actividades humanas.
Con estas limitaciones, el reporte alerta sobre algunos indicadores críticos en algunas zonas del país. Por ejemplo, la cuenca costera del Caribe en Colombia y la del Orinoco en Sudamérica fueron unas de las siete en el mundo que experimentaron valores inusualmente bajos en el 2024. Además de esto, de las 292 cuencas fluviales analizadas, aquellas de la costa del Pacífico entre Ecuador y Colombia fueron una de las nueve zonas de este tipo que registraron mínimos históricos.
“La sequía afectó al suministro de agua y más de 420.000 niños se enfrentan a niveles peligrosos de escasez de agua en Brasil, Colombia y Perú. En la región amazónica de Colombia, las comunidades sufrieron de aislamiento y dificultades para pescar debido a los bajos niveles del agua”, apunta el informe.
Para Emel Vega, magíster en Meteorología de la Universidad Nacional que no participó en el informe, 2024 fue sin duda un año de anomalías de los patrones climáticas que afectaron de manera diferente al país. De acuerdo con el investigador, en el país, en particular, en el norte del país, los cambios en los patrones climáticos llegaron con más precipitaciones, mientras que para el centro y el sur del país se experimentaron más sequías.
“En el país hemos estado acostumbrados a las noticias de las sequías en los llanos orientales, frecuentemente ligadas con muerte de ganado o de especie salvajes, pero eso no ocurrió este año. En cambio, vimos alertas sobre bajos niveles de las lluvias en la Amazonía, que hacen parte del mismo sistema que lluvias que abastece a los embalses de Bogotá” explica Vega. “Las cosas cambiaron de lo que estábamos acostumbrados, en particular con la llegada tardía de las precipitaciones”.
Estos cambios implican, según el investigador de la U. Nacional, que la comunidad científica del país y del continente tendrá que hacer seguir de cerca estas nuevas dinámicas para comunicarlas al país y a los sectores productivos.
Lo que viene para el 2025
El reporte sobre el ciclo global del agua termina, por su parte, presentando una serie de predicciones de qué esperar para el 2025, y cómo los ciclos del agua se comportarán en los próximos meses.
“Las condiciones hidrológicas a principios de 2025 indican la posibilidad de que se desarrollen o intensifiquen las sequías en el norte de América del Sur, África meridional, entre otros continentes”, explican los investigadores del informe. “El mayor riesgo de desarrollo o profundización de la sequía parece estar en el continente americano, el sur de África y el oeste de Australia”.
En general, el documento advierte que, debido al actual cambio climático, es probable que las temperaturas aumenten en 2025, lo que provocará más olas de calor, riesgo de incendios forestales, tormentas intensas y lluvias extremas.
Estas alertas se suman a las realizadas, a finales de 2024, por la Comisión Global sobre la Economía del Agua (GCEW, por sus siglas en inglés), que indicó que, “por primera vez en la historia de la humanidad, el ciclo hidrológico está desequilibrado, lo que socava un futuro equitativo y sostenible para todos”. Esta situación trae consigo, de acuerdo con la GCWE, una serie de impactos que se pueden evidenciar desde ya, como por ejemplo, que más de 1.000 niños menores de cinco años mueran cada día por enfermedades causadas por el agua y el saneamiento insalubres.
Por su parte, uno de los primeros eventos que observará la comunidad científica será la llegada del Fenómeno de La Niña, que implica lluvias para América del Sur. Se espera que este llegue entre marzo y mayo, pero con una intensidad de lluvias moderada.
“De acuerdo con las observaciones que se tienen hasta el momento, podemos, al menos para el primer semestre de 2025, esperar una normalización de los patrones climáticos en Colombia, con registros más cercanos a lo tradicionalmente registrado”, explica Vega, de la U. Nacional. “Para lo que viene, estamos en la tarea de observar e informar, sin generar alarma, de lo que ocurre con los patrones climáticos”.