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¿Cómo avanza Colombia en la ganadería sostenible y la trazabilidad de sus productos?

Información institucional | En Colombia, además, la ganadería sostenible implica respetar las normas ambientales vigentes.

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Mónica Cortés, Fundación Natura
21 de agosto de 2025 - 10:00 p. m.
En Colombia hay 27,1 millones de hectáreas aptas para la producción de carne bovina en pastoreo.
En Colombia hay 27,1 millones de hectáreas aptas para la producción de carne bovina en pastoreo.
Foto: Alejandro Peña/ Fundación Natura
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La ganadería es una de las actividades económicas más importantes para Colombia. Según el Sistema de Información para la Planificación Rural Agropecuaria (SIPRA), el país “dispone de 27,1 millones de hectáreas aptas para la producción de carne bovina en pastoreo; lo que corresponde al 69,2% de la frontera agrícola nacional”.

A nivel mundial, la ganadería es responsable del 12 % de las emisiones de gases de efecto invernadero, de acuerdo con la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). De estas, el 62 % de las emisiones las produce el ganado bovino, seguido del porcino con el 14 %, los pollos con el 9 %, los búfalos con el 8 % y las ovejas y cabras con el 7 %. “En cuanto a los productos, la carne es la principal fuente de emisiones (67 %), por delante de la leche (30 %) y los huevos (3 %)”, añade la FAO, que alerta sobre la importancia de mejorar la productividad, la alimentación y la salud animal. No se trata de producir menos, sino de producir mejor: con más eficiencia por hectárea y por animal, y con decisiones que reduzcan la presión sobre los ecosistemas.

En ese contexto, en Colombia, los compromisos voluntarios como los Acuerdos Cero Deforestación (ACD), asumidos por empresas de distintos eslabones de la cadena productiva, resultan necesarios y urgentes para excluir la deforestación de las operaciones y las cadenas de suministro. “En Colombia existen ACD sectoriales en los cuales participan empresas privadas, gremios, entidades públicas y organizaciones de la sociedad civil. Su objetivo es incentivar que la producción carne, leche, aceite de palma, cacao y café, se haga sin deforestación. Aunque no tienen fuerza legal, buscan incidir en las decisiones del sector privado promoviendo prácticas más sostenibles en sus cadenas de suministro”, aseguró Helena Cendales, jefe de proyecto de Fundación Natura. La fuerza de estos acuerdos está en su capacidad de alinear a actores que tradicionalmente han trabajado por separado.

Para adherirse a los acuerdos, lo pueden hacer las empresas que hacen parte de la cadena productiva: productores, transformadores o comercializadores. Lo más importante es que se comprometan a implementar acciones concretas para evitar la deforestación. “Las adhesiones deben formalizarse a través del comité de gobernanza del acuerdo sectorial correspondiente y las empresas firmantes deben presentar una autoevaluación y un plan de acción. En el caso de las cadenas cárnica y láctea, han firmado empresas ganaderas, queseras, frigoríficos, supermercados, bancos y entidades de cooperación”, agregó Helena Cendales.

¿Quién gana con los ACD?

Teniendo en cuenta que los Acuerdos se han convertido en plataformas de articulación para diseñar herramientas de trazabilidad, análisis de riesgos y monitoreo, los beneficios se reparten en varios frentes. Los productores se preparan para exigencias crecientes de trazabilidad y sostenibilidad, lo que abre puertas a mercados más exigentes. Los ecosistemas ganan cuando la producción evoluciona hacia modelos que no incentivan la expansión de la frontera agropecuaria. Y los consumidores pueden tomar decisiones más informadas a la hora de comprar. El resultado es un círculo virtuoso: confianza para el mercado, estabilidad para los productores y alivio para los bosques.

Lo que implica “producir bien”

Contar con una producción sostenible contribuye a la conservación de los ecosistemas y al bienestar animal, generando beneficios sociales. Este tipo de ganadería se enfoca en prácticas como el manejo eficiente del suelo y el agua, el uso de sistemas silvopastoriles, la planificación del pastoreo, la recuperación de áreas degradadas y la disminución del uso de agroquímicos. En Colombia, además, la ganadería sostenible implica respetar las normas ambientales vigentes, como las restricciones a la expansión en zonas de reserva forestal o Parques Nacionales, y contribuir al uso responsable del territorio. La regla es clara: intensificar con criterio, conservar lo que sostiene la productividad y medir los efectos en el tiempo.

Del compromiso a la práctica: trazabilidad, riesgos y realidades

Las empresas firmantes de los ACD asumen políticas y acciones de trazabilidad para asegurar que sus proveedores no están vinculados a la deforestación. Esto exige rastrear el origen de la materia prima y monitorear riesgos. No obstante, “estos son esfuerzos piloto, y la informalidad del sector sigue siendo un reto importante”, destacó Helena Cendales. En otras palabras: sin información de base y sin formalización predial y sanitaria, la trazabilidad se queda a mitad de camino. Por eso, promover la trazabilidad implica escalar con acompañamiento técnico y financiación, o los aprendizajes de los pilotos corren el riesgo de diluirse.

Un ejemplo concreto es Alkosto, empresa que lleva años trabajando para implementar una trazabilidad que garantice que sus productos cárnicos no promueven la deforestación en el país. “Desde que comenzamos con este proyecto, dejamos de ver las carnes como un genérico, sino con un valor agregado. Entonces, cuando empezamos a trabajar con nuestros proveedores de ganado, empezamos con un foco claro de hacer las cosas lo mejor posible”, contó Juan Gonzalo Barreneche, director de carnes de Alkosto. Aunque esta iniciativa surgió años antes de contar con los ACD en el país, la empresa inició buscando a sus proveedores, visitándolos y revisando sus procesos: lo que hacían y cómo lo hacían. Iban a cada finca a ver el ganado y a conocer a las personas: ganaderos y trabajadores. Verificaban la calidad del producto y el bienestar de quienes lo cuidan.

“Cuando nos metimos en los ACD nos pareció bueno contar con alguien que nos guíe para hacer las cosas cada día mejor. Así, se volvió un tema más personalizado con el proveedor”, agregó Juan Gonzalo Barreneche, quien aclaró que ellos no manejan las fincas de los proveedores, pero sí las visitan y brindan recomendaciones buscando un gana-gana, fortaleciendo la relación de la empresa con su red de abastecimiento. La trazabilidad deja de ser un trámite y se convierte en una forma de construir confianza con los proveedores y con el consumidor.

La voz del territorio: pequeños productores, grandes decisiones

Llegar a las fincas a hablar de ganadería sostenible puede representar un reto, sobre todo con los pequeños productores. Rafael Torrijos, gerente del Comité de Ganaderos del Caquetá, explicó que el 70% de los ganaderos del departamento son pequeños, mientras solo 75 fincas superan las mil hectáreas; en regiones como la Orinoquía hay predios de 15, 20 y hasta 30 mil hectáreas. Aun así, ve receptividad: “El pequeño ganadero está hoy en día receptivo a partir del trabajo que se ha hecho de impulso y de concientización de la sostenibilidad. Y digo receptivo porque ya empezó a darse cuenta de las dificultades derivadas del clima, que lo tienen agobiado”.

Para acelerar ese cambio, es clave mostrar oportunidades y evitar la estigmatización de fincas que durante generaciones han deforestado. “Nunca lo hemos querido hacer como imposición y mostrando la deforestación como algo terrible, sino que entendemos la situación y creamos conciencia para que no se repita. La ganadería es un gremio muy tradicional y lo que queremos es invitarlos a ver todo de forma más empresarial, resaltando las oportunidades”, expresó Juan Gonzalo Barreneche. El tono importa: convencer con evidencia y beneficios supera al señalamiento.

Integrarse a la cadena de valor: pertenecer para transformar

Rafael Torrijos insiste en que una de las grandes oportunidades es lograr que el ganadero se integre eficazmente a la cadena de valor, sentirse parte de un proceso y de un colectivo que lo motive. “Si llegas con el cuento de que cuidar los árboles es muy bonito y las nuevas generaciones lo necesitan, que hagamos sucesión natural y que la cuenca hidrográfica hay que protegerla, corres el riesgo de generar una receta interna de las puertas de la finca para adentro que finalmente va a morirse solita. Y no es ni siquiera el beneficio económico, porque a las 320 fincas que hemos logrado vincular en el comité como reservas naturales han sido conscientes de que no vamos detrás del pago de un servicio ecosistémico, que no es el bono de captura de carbono, sino que aquí vamos atrás de sostenibilidad”, aseguró. La sostenibilidad, así entendida, no es un proyecto pasajero, sino una cultura productiva que se sostiene por resultados visibles en el predio y en el entorno.

De la finca al mapa: el primer paso es ordenar

Para avanzar, es clave ayudarle al ganadero a identificar su finca y hacer los polígonos, entender el predio y definir su zonificación. Con esa base es posible decidir cómo se hará conservación, dónde restaurar y cómo transformarse hacia una ganadería sostenible y eficiente. En la red de proveedores de Alkosto, por ejemplo, se priorizan alternativas sostenibles que agreguen valor al producto, demuestren buenas prácticas, mejoren el bienestar de los animales, ofrezcan sombra, aumenten la productividad y optimicen procesos. “Lo que queremos hacer con la ganadería sostenible, más que tener sellos o una carne que valga un 20% o 30% por encima, es hacer un trabajo bien hecho y lo más consciente posible, por eso fue la apuesta de meternos en cero-deforestación. Hoy, el 100% de los proveedores está en esto, la gente pide más información y tenemos que dársela. El consumidor tiene todo el derecho y nosotros toda la obligación de darles información del producto”, concluyó Juan Gonzalo Barreneche.

Aunque el país ha avanzado en esta transición, aún falta camino. Aquí los gremios regionales juegan un rol importante: su capacidad de convocatoria, credibilidad y enfoque sobre la sostenibilidad permite convertir los aprendizajes en modelos sistematizados. El papel de las empresas tampoco se queda atrás: cuando las grandes compradoras priorizan cero-deforestación, empujan estándares que se transmiten a toda la cadena. Y los consumidores, con su decisión de compra informada, refuerzan esa señal.

El marco de políticas que encuadra los compromisos

Los compromisos dentro de los ACD se enmarcan en políticas como el Plan Nacional de Restauración Ecológica, Rehabilitación y Recuperación de Áreas Degradadas, que promueve acciones para frenar la pérdida de bosques; la Estrategia Nacional de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de los Bosques (ENREDD+); las metas climáticas (NDC) de Colombia, que incluyen la reducción de la deforestación como eje central; y algunas disposiciones del CONPES 4021 sobre trazabilidad para exportaciones agrícolas. “Adicionalmente, se discute desde 2022 un proyecto de ley de ganadería libre de deforestación y trazabilidad, que busca establecer obligaciones para operadores de carne y leche, pero su aprobación ha sido aplazada varias veces. Por ahora, las empresas que se suman a los ACD lo hacen por reputación, tendencias del mercado o visión institucional”, enfatizó Helena Cendales. El país ya tiene el andamiaje; falta escalar lo aprendido, inyectarle recursos y hacer seguimiento efectivo en territorio.

Herramientas para demostrar cadenas sin deforestación

Junto con las políticas, se han desarrollado herramientas y metodologías que permiten demostrar que una cadena de suministro ganadera produce sin deforestar. Por ejemplo, el Aval GANSO reconoce predios que cumplen criterios de sostenibilidad ambientales, sociales, productivos, económicos y de bienestar animal. Visiprast, plataforma originada en Brasil por la Universidad de Wisconsin y la National Wildlife Federation (NWF) y adaptada en Colombia por la Fundación Proyección EcoSocial, permite visualizar riesgos de deforestación en predios ganaderos georreferenciados. Y el Protocolo de Monitoreo, Reporte y Verificación de Cero Deforestación, impulsado por la Alianza Bioversity–CIAT, define criterios y métodos para medir y reportar avances hacia cadenas libres de deforestación. El mensaje de fondo es simple y contundente: no basta con afirmar “cero-deforestación”; hay que demostrarlo con datos.

A pesar de los avances, “aún no hay un sistema oficial, unificado y obligatorio de trazabilidad y monitoreo de riesgos de deforestación para toda la cadena ganadera en Colombia, lo que limita la implementación plena de los acuerdos”, resaltó Helena Cendales. Los ministerios de Agricultura y de Ambiente están avanzando en esto, y los consumidores están comenzando a exigirlo. Cuando el mercado pide cuentas, los incentivos para cambiar se vuelven reales.

Una oportunidad concreta de restauración

La perspectiva, sin embargo, es positiva para los gremios e implementadores. Rafael Torrijos ve una oportunidad enorme de devolverle al bosque hectáreas para su restauración. “Con la actual producción nosotros podemos triplicar la cuantía de leche producida en un día sin aumentar un solo metro de área, o sea, sin robarle un solo metro más al bosque. Además, con el área que tenemos intervenida, que son 2,3 millones de hectáreas, es posible devolver 800 mil hectáreas a través de todos estos modelos de implementaciones con árboles, cuidando la cuenca, con bosques riparios, cercas vivas, etc. Todo esto nos da la posibilidad de devolver 800 mil hectáreas al bosque y eso sería un aporte muy importante al bosque caqueteño”, afirmó. La idea de producir más en la misma tierra, mientras se restaura lo degradado, muestra que la sostenibilidad no es un freno al desarrollo, sino su mejor estrategia a largo plazo. La ganadería sin deforestación no depende solo de leyes o tecnologías: requiere productores y empresas comprometidas, instituciones firmes y consumidores informados.

Finalmente, quedan interrogantes abiertos que invitan a la acción y al debate público: ¿cómo comunicar estos avances al consumidor final?, ¿cómo dar mayor valor agregado a los productos libres de deforestación?, y ¿cómo integrar a otros sectores relacionados, como el de los cueros? Estas preguntas no buscan aplazar decisiones, sino orientar las que vienen. Porque lo que está en juego no es solo la competitividad de un sector, sino el futuro de nuestros bosques y de las familias que dependen de ellos.

Por Mónica Cortés, Fundación Natura

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