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Nos enfrentamos a un panorama poco alentador: una crisis climática que no da tregua, una rápida degradación de los recursos naturales y una pérdida de biodiversidad que tiene al 25% de las especies de fauna y flora en peligro de extinción.. En medio de esta situación, los temas ambientales han cobrado cada vez mayor relevancia, llevando a que muchas personas se cuestionen cómo mejorar sus prácticas diarias para reducir su impacto ambiental y, al mismo tiempo, promover un desarrollo económico sostenible.
En esta conversación han surgido nuevos conceptos como la sociobioeconomía. Para explicar cabalmente su significado es mejor dividirlo. El término bioeconomía, como explica a Infoamazonia Salo Coslovsky, profesor de la Universidad de Nueva York e investigador del proyecto Amazonía 2030, “nació originalmente en Europa para discutir la sustitución de la matriz energética por una matriz ecológica”. Después se le agregó el sufijo “socio” para destacar el rol de los pueblos indígenas y de las comunidades locales en el centro del desarrollo de ese tipo de esquemas.
El propósito de la sociobioeconomía, en opinión de Isaí Victorino, líder de Conservación liderada en comunidades en The Nature Conservancy Colombia (TNC), es partir de los sistemas de conocimiento de las poblaciones que habitan territorios clave desde el punto de vista ambiental y que cuentan con sus propios modelos de desarrollo, sin recurrir a una explotación desenfrenada de los recursos. En este proceso, añade, “son clave el conocimiento y la participación de las comunidades campesinas, locales y los pueblos indígenas. También es fundamental que existan alianzas con diferentes sectores, como el público, el privado o la cooperación internacional”.
Entonces, dice Victorino, lo que busca la sociobioeconomía es abrir una oportunidad para impulsar un nuevo modelo económico y de desarrollo, mucho más inclusivo y justo en la distribución de beneficios. Para lograrlo, estos modelos deben tener un componente central: la voz de los pueblos indígenas y las comunidades locales, ya que poseen un conocimiento valioso y una relación estrecha con su biodiversidad.
La Amazonía podría ser uno de los principales aliados en esta transformación, pues representa más de la mitad de los bosques tropicales que quedan en el planeta y alberga la mayor biodiversidad de este tipo de ecosistemas en el mundo. Como lo señala el Panel Científico por la Amazonía en un informe, en esta región “las sociobioeconomías amazónicas se basan en el uso sostenible y la restauración de bosques en pie y ríos que fluyen saludables, para apoyar el bienestar, el conocimiento, los derechos y los territorios de los pueblos indígenas y las comunidades locales (IPLC)”.
Entre las características de estos modelos que destaca el panel, está su capacidad para generar un alto valor con un impacto ambiental bajo e incluso positivo. Aprovechan los recursos genéticos únicos de la región y son impulsados por comunidades de la Amazonía que, además de proteger los bosques, cultivan, cosechan y procesan nueces nativas, apuestan por el ecoturismo comunitario o implementan la gestión sostenible y comunitaria de la pesca.
Un ejemplo de su implementación, señala Victorino, es el de la Amazonía brasileña. Allí, al menos diez productos de la sociobioeconomía —entre ellos, el asaí, el cacao almendra, la nuez de brasil y los palmitos— generaron ingresos por mil millones de reales brasileños en 2019 y, cada año, podrían llegar a generar cerca de treinta mil millones.
Así lo evidenció el estudio La Bioeconomía de la Sociobiodiversidad en el estado de Pará, realizado por The Nature Conservancy (TNC), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y Natura & Co. En este análisis se examinó el potencial económico de las cadenas de la sociobiodiversidad en Pará, estado amazónico de Brasil, que alberga el 20 % de toda la selva amazónica y el 9 % de las selvas tropicales del mundo, con un enfoque en 30 productos. La investigación también estimó que más de 224.000 personas trabajan actualmente en dichas cadenas productivas.
En opinión de Victorino, como lo señala el estudio, en la Amazonía, el principal bioma del mundo, existe un enorme potencial para aprovechar diversos elementos de la biodiversidad. “Lo muestra Brasil, donde la sociobioeconomía incluso aporta al Producto Interno Bruto (PIB), en una proporción mayor que otras actividades más vinculadas a la ganadería u otros sectores”, indica.
Actualmente, como se lee en el informe, “con el 70 % del estado cubierto por bosques preservados y más de la mitad de este total en manos de pueblos indígenas, y pueblos tradicionales quilombolas, ribereños y extractivistas, que impulsan toda esta economía; el estado fue pionero en planificar la estructuración de una estrategia para la sociobioeconomía de la Amazonía”.
Para Sonia Pardo, especialista en Soluciones basadas en la Naturaleza para la Mitigación, el caso de Pará es muy interesante y puede servir de ejemplo para otros países de Latinoamérica, porquenos ayuda “a entender bien cómo está configurado este ecosistema de la bioeconomía, dónde están sus principales falencias, quiénes son los actores clave que podrían ayudar a mover esta agenda a un nivel mucho más estratégico, y cómo se puede fortalecer el tema financiero”.
Una vez se logre el buen funcionamiento de todas las partes, se podrán empezar a adquirir beneficios que, como explica el Panel Científico por la Amazonía, pueden ir desde mejoras en la salud pública y la seguridad alimentaria, con mayor disponibilidad de alimentos saludables y nutritivos como pescado, frutas y nueces, hasta la eliminación de actividades que degradan los bosques y ríos, lo cual contribuye a reducir la contaminación por mercurio y la transmisión de enfermedades como la malaria, el chikungunya y el zika.
¿Cómo está la sociobioeconomía en Colombia?
Colombia, dice Pardo, es un escenario ideal y con gran potencial para los modelos sociobioeconómicos, que además de la Amazonía, se podrían implementar en regiones como el Pacífico o la Orinoquía. Las razones son claras: el país es megadiverso, cuenta con cerca de 90 ecosistemas generales , tanto marinos como terrestres, más de 54.871 especies registradas, y alberga el 10 % de la flora y fauna mundiales y el 20 % de las especies de aves del planeta.
Además, comenta Pardo, Colombia posee un conocimiento tradicional profundo asociado a los recursos genéticos que provienen de esta biodiversidad. Sin embargo, advierte que aún no se ha logrado articular efectivamente a los actores clave ni a las políticas, a pesar de que el país cuenta con un marco normativo robusto. “Debemos empezar a entender que la biodiversidad no es únicamente un recurso disponible, sino que está intrínsecamente ligada al conocimiento tradicional que la hace tan valiosa”, enfatiza.
Lograr una articulación efectiva para generar un desarrollo inclusivo, explica el Panel Científico por la Amazonía, requiere un enfoque en oportunidades económicas distribuidas, mejores conexiones con los centros urbanos y sinergias entre múltiples sectores (ambiente, industria, salud y educación). En el país, asegura Victorino, existe un panorama positivo, con múltiples actores que “han entendido que hay que impulsar la sociobioeconomía como un sector que permita el desarrollo local y también contribuya al desarrollo nacional”.
No obstante, persisten barreras que dificultan su implementación en varias regiones. Entre ellas, señala el especialista, se encuentran los conflictos armados, la presencia de economías ilegales, el aislamiento geográfico y la falta de capacidades en actores locales. “Estos factores deben ser abordados para crear condiciones que permitan el desarrollo efectivo de estos modelos a mediano y largo plazo”, afirma Victorino.
Otro gran reto es lograr la sostenibilidad financiera. Como advierte Pardo, se requiere una inversión constante en el fortalecimiento de capacidades técnicas y organizacionales. “Si tenemos organizaciones comunitarias fortalecidas, contamos con un tejido humano capaz de responder a los desafíos de consolidar empresas comunitarias y, por ende, encadenamientos productivos sólidos”, sostiene. También es fundamental establecer alianzas entre el sector corporativo y las comunidades locales para desarrollar modelos de sociobioeconomía que distribuyan responsabilidades y beneficios de forma equitativa.
Mientras el país busca alternativas para fortalecer este enfoque, TNC adelanta estrategias para entender las condiciones actuales que podrían habilitar el desarrollo de este sector. Por ejemplo, cuenta Victorino, actualmente están realizando un estudio socioeconómico en la Amazonía, con énfasis en Caquetá y Guaviare, para identificar los aportes de los modelos bioeconómicos al desarrollo local y formular recomendaciones de política pública. En esta investigación participan también Natura Cosméticos y la Pontificia Universidad Javeriana.
TNC, además, lidera un ejercicio financiado por Ecopetrol para evaluar el desarrollo de modelos sociobioeconómicos en Putumayo, Caquetá y Guaviare. “Se trata de ver qué tenemos y cómo podemos potenciarlo”, añade Victorino. Estas iniciativas se complementan con ejercicios locales, en los que se apoya a empresas comunitarias indígenas dedicadas al aprovechamiento sostenible de palmas nativas para la creación de productos derivados.
En un momento en que el rápido aumento de las consecuencias de la crisis ambiental exige nuevas formas de relación entre la naturaleza y los sistemas productivos, la sociobioeconomía se perfila como una alternativa transformadora, pues reconoce el conocimiento ancestral de las comunidades que habitan ecosistemas estratégicos y propone modelos sostenibles que articulan conservación, justicia social y desarrollo económico. Colombia, opina Pardo, tiene la oportunidad de convertir esos retos en oportunidades y ser un referente en la implementación de estos modelos.
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