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El Complejo de Páramos Frontino-Urrao, un refugio de biodiversidad, une a diez municipios de Antioquia y uno de Chocó. Desde hace cuatro años, la organización Techo de Agua ha venido trabajando con las comunidades de los municipios ubicados más al norte, los cuales se encuentran unidos por la cordillera y por una historia tejida por los ríos Herradura, Cañasgordas y Penderisco.
Este territorio es un inmenso mosaico, compuesto por cultivos, pastizales, bosques de niebla y páramos, que alcanzan su cima más alta sobre los 4,000 metros sobre el nivel del mar, en el imponente Páramo del Sol.
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En este vasto escenario, las comunidades campesinas han dependido históricamente de la agricultura y la ganadería. Sin embargo, prácticas insostenibles han degradado los bosques, generando conflictos con la fauna silvestre. Los animales, vistos como competidores por los recursos, han sufrido las consecuencias de la expansión humana.
Debido a su relevancia ecológica y su vulnerabilidad a las transformaciones de hábitat, Techo de Agua ha puesto especial atención en tres especies emblemáticas: el oso andino (Tremarctos ornatus), el águila real de montaña (Spizaetus isidori) y el puma (Puma concolor). Las tres enfrentan conflictos con las comunidades locales debido a la depredación de cultivos, aves de corral y ganado.
Esto lo ha hecho a través del proyecto ‘Eco-sintientes del Bosque de Niebla’ que ha implementado un enfoque conocido como ‘eco-sensibilización’. De esta manera buscan transformar la relación entre las comunidades campesinas y la fauna silvestre, demostrando que es posible vivir en armonía con la biodiversidad.
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Para lograrlo, realizan actividades en las cuales los participantes exploran la naturaleza a través de los sentidos, la investigación y el diálogo con el otro. Así se ha fomentado la empatía y el respeto hacia los animales. Esta transformación ha sido posible gracias a la creación de una Red de Custodios, integrada por jóvenes, mujeres y campesinos, que monitorean y protegen la fauna y su hábitat. Al combinar la investigación participativa y la educación ambiental con prácticas agrícolas sostenibles y la restauración de ecosistemas, Techo de Agua ha demostrado que es posible lograr la coexistencia pacífica entre humanos y naturaleza.
Un conflicto histórico
El águila real de montaña, a pesar de ser una presencia constante en los cielos de las comunidades rurales, era en gran medida un misterio para sus habitantes. Su majestuosa figura, con una envergadura de más de 1.6 metros y un plumaje oscuro, la convertía en una sombra amenazante, asociada a mitos y leyendas locales. Desconocida y temida, era perseguida por robar ocasionalmente alguna gallina. Sin embargo, poco se sabía sobre sus hábitos y el papel crucial que desempeñaba en el ecosistema.
María Úsuga recuerda el temor que causaba el águila en su comunidad: “Mi madre creía que se llevaba a los niños y que era tan grande que alzaba a los perros”. Este miedo llevaba a los campesinos a cazarla.
Pero la historia de la relación entre las comunidades y el águila real de montaña es un ejemplo de cómo la educación y la conservación pueden transformar las percepciones. La historia de la familia Quiróz, por ejemplo, es un ejemplo inspirador de cómo la pasión de unos pocos puede generar un cambio significativo. Inicialmente, como muchas familias de la región, los Quiróz veían al águila como una amenaza. Sin embargo, gracias a la pasión y dedicación de Juan y de su hermano Sebastián, esta percepción comenzó a cambiar.
La insistencia de los hermanos Quiróz, sumada a las iniciativas de Techo de Agua, que incluyeron talleres educativos y la promoción de prácticas sostenibles para la protección de las aves de corral, fue clave para cambiar la percepción negativa hacia el águila. Hoy, María Úsuga resume este cambio de manera conmovedora: “Después del conflicto de los abuelos y de mis hermanos con el águila, después del desconocimiento apenas normal de los campesinos, es gratificante reconocer el trabajo de Techo de Agua por sensibilizar a los campesinos, pero sobre todo mil gracias por enseñarnos el valor de nuestra vecina el águila real de montaña. Ya mis hermanos la llaman por el nombre ‘Spizaetus isidori’, hablan de ella con admiración y la buscan cuando lleva tiempo sin visitarnos”.
El oso andino, por su parte, ha sido víctima de la expansión humana, de los conflictos derivados de su gusto por el maíz y de las creencias no validadas relacionadas con el valor medicinal de sus partes.
Perseguidos y cazados por considerárselos “dañinos”, los osos andinos eran vistos como enemigos a eliminar. Sus muertes eran motivo de celebración. Sin embargo, gracias a la labor de varias instituciones y, por supuesto, de Techo de Agua, esta percepción ha cambiado radicalmente. La organización ha logrado educar a las comunidades sobre la importancia de esta especie y sobre las causas profundas de los conflictos entre humanos y osos, como la pérdida de hábitat y la escasez de alimento en el bosque.
Estas labores han dado resultado. Tulio Pérez, un campesino, ejemplifica esta transformación: “Antes veía al oso como mi enemigo, pero ahora lo considero mi aliado”. A través de un proceso de reflexión, comprendió que los animales no eran los culpables de los conflictos y decidió cambiar su perspectiva, pasando de la hostilidad a la protección.
El puma, el mayor de los felinos en el área, es un enigma envuelto en mitos y temores. Su naturaleza elusiva lo ha convertido en blanco de cacerías crueles, a menudo motivadas por la ignorancia. Lamentablemente, muchos pumas, incluso sus crías, han sido cazados o envenenados.
La coexistencia pacífica entre humanos y pumas es posible, pero requiere de un cambio de paradigma. El puma, a menudo visto como una amenaza, es en realidad un animal cauteloso que evita el contacto con los humanos. Techo de Agua trabaja para promover la educación y la investigación científica, con el objetivo de desmitificar al puma y fomentar prácticas ganaderas más seguras que reduzcan los conflictos. Al comprender mejor a esta especie, podemos construir un futuro donde humanos y pumas puedan compartir el mismo espacio.
La historia de la comunidad de San José de Montañitas es un ejemplo de cómo la percepción sobre el puma puede cambiar. Inicialmente atemorizados por los ataques a su ganado, los habitantes de la comunidad pronto comprendieron que el verdadero problema era la invasión de su hábitat. Al reconocer la importancia de la coexistencia pacífica, comenzaron a buscar soluciones que permitieran compartir el territorio con el puma.
Así, entre las nubes y los frailejones de la cordillera occidental antioqueña, Techo de Agua no solo ha transformado la relación de las comunidades con la biodiversidad, sino que ha sentado un precedente de cómo la investigación, la educación y la participación comunitaria pueden converger y transformar corazones.